Entrevista desde el infierno. El testimonio póstumo de Julián Mur Villacampa
Entrevista desde el infierno. El testimonio póstumo de Julián Mur Villacampa / Antonio Gascón Ricao

 

Cuando se han cumplido 87 años de la trágica muerte de Julían Mur Villacampa, durante el primer asalto republicano al pueblo de Gavín (Huesca), el 27 de noviembre de 1936, no vendrá de más recuperar una entrevista periodística que le habían hecho al personaje unos días antes en Mi Revista. Artículo aquel que no apareció en dicha revista hasta el día 1 de diciembre de 1936. Dándose así la paradoja de que Mur ya había fallecido trágicamente en dicho asalto, tres días antes. Detalle que el autor de aquel trabajo no hizo constar.

El meollo de aquella entrevista, estuvo en que Mur explicaba en ella su desilusión y perplejidad, escandalizado por las decisiones que habían tomado las propias autoridades republicanas de Huesca, poniendo de relieve el desinterés de las mismas, ante el golpe que en julio estaban a punto de dar los militares contra la República, y que él había intentado detener inútilmente en Huesca, con repetidas denuncias o con detenciones incluidas, revelando con ello las sospechosas complicidades o las desidias de determinados personajes con nombres y apellidos, detalles que permitía vislumbrar, aunque ya demasiado tarde, la maraña conspirativa que había existido en el Alto Aragón, en la que se entremezclaron autoridades civiles y militares todas supuestamente republicanas.

El personaje

De oficio guarnicionero y militante socialista, tras producirse la proclamación de la República en abril de 1931, Mur fue elegido concejal del primer ayuntamiento republicano de Jaca. Al tener lugar los Hechos de Octubre de 1934, Mur fue detenido y procesado por los militares en Jaca junto con el diputado socialista local Julián Borderas, el Sastre, acusados ambos de incitación a la rebelión militar. En diciembre, al celebrarse el correspondiente Consejo de Guerra, se pidió para él una pena de diez años, condena que finalmente quedó reducida a seis meses y un día.

1) Fila inferior tercero por la izquierda con puro en la mano y polainas, Julián Mur en Yésero, días antes de su muerte en Gavín. Archivo del autor.
 

Tras tener lugar las elecciones de febrero de 1936, en las cuales alcanzó el triunfo el Frente Popular, el día 24 Mur, ya liberado, fue nombrado alcalde electo de Jaca, cargo que todavía ocupaba al estallar la guerra civil en el mes de julio siguiente. Mur junto con Juíán Borderas del PSOE e Idelfonso Beltrán de Izquierda Republicana, en junio marcharon a Madrid a informar al ministro de Gobernación Moles de las maniobras golpistas que se sucedían en Jaca, aportando además circulares subversivas que corrían por los cuartes de la guardia civil, aviso que de nada sirvió.

De ahí que Mur tomara parte activa el día 19 de julio junto con Julián Borderas, el Sastre, Alfonso Rodríguez, el Relojero y Antonio Beltrán, el Esquinazau, en el reparto de armas entre la población civil de Jaca, procedentes de la armería de los carabineros locales, que solo pudieron aportar 52 fusiles y algunas pistolas, que sirvieron para el vano intento por frenar la sublevación militar de la plaza, cuando los tropas sublevadas salieron a la calle al día siguiente. Fracasado aquel intento de resistencia republicana, que causó a los sublevados ocho bajas, todos juntos y en compañía de más vecinos decidieron pasar la frontera por Canfranc camino de Francia, y allí el grupo principal tomó la decisión de volver a España y sentar sus reales en la Barcelona revolucionaria, donde arribaron el 23 de julio.

En agosto, aquella pequeña tropa de jacetanos formada por 21 personas decidió partir de Barcelona, al mando de Julian Mur, y trasladarse al frente de Aragón, pertrechados con un camión y unas cuantas armas, algunas largas, cedidas por el oficial de Asalto Nicanor Felipe, y tras luchar en Lanaja y Alcubierre, el grupo pasó finalmente a asentarse en las proximidades del Túnel de Cotefablo (Huesca).

Poco tiempo después aquel grupo primitivo se acabó fusionado con otros grupos de milicianos que operaban por el mismo lugar, algunos de ellos procedentes también de Barcelona, al igual que los jacetanos. Circunstancia que con el tiempo permitiría la formación del denominado Batallón del Alto Aragón, unidad que quedó al mando Mariano Bueno Ferrer, un conocido capitán de infantería retirado que se había acogido a la reforma militar de Azaña de septiembre de 1931, que había huido de Jaca, junto con su hermano Antonio Bueno, ingeniero forestal, personaje que con el tiempo acabaría siendo el jefe de la futura Artillería de la 43 División.

2) A la izquierda con gorro cuartelero, Joaquín Terrades del grupo Campalans, con una cruz, Mariano Bueno Ferrer jefe del sector Pirenaico. Archivo del autor.
 

Durante los últimos días del mes de noviembre de 1936, el mando republicano del sector Pirenaico tomó la decisión de atacar Gavín (Huesca) pueblo ocupado por los rebeldes, asignándose para dicha misión a la 1ª compañía de la antigua Centuria Los Saltamontes, de la cual Julián Mur era en aquel momento responsable, tanto militar como político. Concluida la operación con el fracaso más absoluto, y fallecido durante los combates, el cadáver de Mur, que había quedado abandonado sobre el terreno, al no retirar el cuerpo sus compañeros, éste fue recogido por los fascistas que al reconocerlo decidieron trasladarlo a Jaca.

Una vez allí, por orden de un conocido militar local, Mur fue despojado de la ropa que portaba y fue cubierto de harapos, decidiéndose con la idea de que su cadáver fuera expuesto al escarnio del personal en la misma puerta del ayuntamiento. Por lo mismo el cadáver acabó depositado sobre un banco público asentado en la fachada del edificio, obligándose a todos los vecinos de la población a tener que desfilar por delante de sus restos, llegándose al punto de que algunos de sus conciudadanos escupieron de forma ostentosa sobre el cadáver. En versión de los sublevados, enterado el jefe de la plaza de aquel despropósito, dio orden de que concluyera aquel aquelarre, pero el mal ya estaba hecho.

Muerto Mur, sus responsabilidades políticas se alargaron más allá de su muerte o de la propia conclusión de la guerra civil. Prueba de ello es que el 13 de febrero de 1943, el alcalde de Jaca de aquel momento, a preguntas del fiscal general de la Causa General franquista, informaba que “las armas distribuidas por el ayuntamiento de Jaca la noche del 18 al 19 de julio, fueron repartidas por Julián Borderas, Julián Mur, Francisco Lacasta y Luis Duch”. Matizando que Borderas había desaparecido y que se encontraba en ignorado paradero, o que los otros tres restantes, Mur, Lacasta, y Duch, estaban también muertos. En el mismo informe también se remarcaba que las armas fueron llevadas al ayuntamiento por el taxista Antonio Pano también muerto. Muertos que en todos los casos lo habían sido a manos de los franquistas sublevados.

La entrevista póstuma

La entrevista a Julián Mur que seguidamente vamos a comentar apareció en Mi Revista el día 1 de diciembre de 1936, una publicación quincenal de tipo generalista, que estaba dirigida por el periodista de la CNT Eduardo Rubio Fernández y su redacción estaba integrada tanto por periodistas de dicho sindicato, como de la UGT, más comunistas y republicanos, y por ello la publicación se autodefinía por sus componentes como revista de “combate antifascista y no partidaria”.

La principal característica de dicha entrevista, fue que cuando se publicó, Mur llevaba ya cuatro días fallecido, sin que se indicara en ella para nada el detalle de su trágica muerte. Por lo mismo dicha entrevista adquiere un fuerte valor testimonial, y más aún al ponerse al descubierto en ella las gestiones que el personaje entrevistado había realizado inútilmente al tener noticia de los movimientos llevados a cabo por los conspiradores golpistas durante sus encuentros previos al golpe de julio, que en todos los casos habían tenido lugar en las proximidades de Jaca, pequeña capital de la que Mur era alcalde, llegando al extremo de que Mur incluso había llegado al punto de decidir por su cuenta el detener a varios de ellos. Gesto valiente que de nada sirvió a la causa republicana, ante la tibieza mostrada por el gobernador civil de Huesca. Por lo mismo se va a intentar sintetizar las declaraciones de Mur, poniéndolas en su contexto.

La introducción del artículo

El artículo en cuestión se titulaba: “Mola y Cabanellas se reunieron en Puente La Reina”, resaltando que el autor del mismo se calificaba como redactor “en campaña”, llamado Bonifacio Fernández Aldana, que inició su entrevista a Mur con bucólicas descripciones del Parque Nacional de Ordesa donde: “También hay guerra. Nos hablan de ella esas banderas inhiestas que aireadas se entrelazan y simbólicamente representan la estrecha unión de los pueblos ibéricos. En los parapetos, las banderas barradas del grupo “Espartacus” señalan la presencia del luchador catalán, que con el aragonés, forman el cuerpo de estas bravas Milicias Alpinas”.

Cabe remarcar que cuando el periodista Aldana hablaba de “banderas barradas” se está refirieron a banderas catalanas, las “cuatribarradas” que al parecer portaba la gente del grupo “Espartacus”. Dicho grupo a buen seguro eran gentes del grupo excursionista del Casal Nacionalista Obrer Spartacus del Distrito V de Barcelona, un centro adherido a Esquerra Republican de Cataluña (ERC), y más en concreto miembros de la Juventudes de ERC Estat Català, y más en concreto gentes de su sección excursionista. En todo caso gente que dependía de Barcelona y más en concreto, desde el 5 de agosto dependientes en todo de las recién creadas Milicias Alpinas, recién puestas bajo el mando del joven teniente Josep María Benet Capará i Rotés.

Introducción al personaje

Continuaba el periodista explicando que, en el pueblecito donde se encontraban aquellos milicianos, cuyo nombre no cita, pero que debería ser Yésero, al ser aquel lugar la base de aquellas unidades, formaban un ejército disciplinado, “con este el primer batallón del Alto Aragón”. Unidad que se debió formar sobre el papel en los finales de agosto de 1936, pues en aquellas fechas Alfonso Rodríguez, el Relojero, fue nombrado delegado político de la misma, añadiendo el reportero “que allí había encontrado a un antiguo amigo de otras épocas de lucha, a Julián Mur alcalde de Jaca, que después de organizar una inútil resistencia en la ciudad altoaragonesa, tuvo que huir a Francia, para volver nuevamente a estas montañas, donde al mando de un pequeño grupo de aragoneses contuvo y expulsó de los valles de Broto y Cotefablo a los contingentes fascistas que pretendieron inútilmente llegar hasta el túnel que se abre paso hacia esta rica región”.

Continuaba el relato con una florida introducción “Desde estas montañas parece agigantarse la figura de este hombre sencillo que tuvo en sus manos a los traidores que han producido la catástrofe nacional que estamos viendo. Julián Mur, hombre de la montaña, no prodiga la palabra y huye de los relatos floridos. Pero vive la tragedia y le “duele” que la traición de un cobarde o de un canalla haya hecho regar con sangre esta tierra aragonesa. Aquí, encima de estas ciudades dominadas por el fascio (sic), el hombre se siente más libre más sincero.

Comentario que concluía con la noticia principal: “Y lo que en un despacho de la ciudad, en la tertulia de un café, en las deliberaciones de un Comité no puede decirse, aquí entre los montañeses fluye espontáneamente. Viniendo a este bello escenario de la naturaleza, buscando al hombre en su ambiente guerrero, hablando entre una pequeña cortina de fuego, hemos sabido algo sensacional que reservamos para los lectores de Mi Revista: En Jaca pudo haberse evitado la sangrienta guerra civil.

La conspiración fascista

Estoy convencido de que si mis informaciones hubieran sido atendidas, comienza diciéndonos Julián Mur,todo el movimiento hubiera fracasado. Desconectados los dirigentes, la subversión hubiera sido una pequeña cuartelada fácil de sofocar con los resortes del poder. “Nosotros sabíamos que ya hacía algún tiempo que los generales estaban preparando el movimiento, porque conocíamos todas sus reuniones. Bien cerca de Jaca, a unos cinco kilómetros, podían verse algunos días unos potentes automóviles de matrícula castrense y bajar de ellos a destacados militares. En mayo, en junio y en los primeros días de julio aquellas reuniones se prodigaron.

Los generales entre juerga y juerga, estaban gestando esta aventura para hundir España, Y otras veces en Puente La Reina, pueblecillo navarro, la casa de otro militar, el capitán Cabrerizo, alojó a los traidores Mola y Cabanellas, que estaban firmando con su inconsciencia la sentencia de muerte de millares de españoles. “los puntos elegidos eran excelentes para los generales facciosos, ya que estaban situados a distancias casi iguales de Pamplona y Zaragoza y, además, aislados de toda observación.

La detención de los conspiradores

Pero no es sólo esto -continua diciendo- lo que pudo aminorar la tragedia que estamos viviendo. El mismo día 18 de julio tuve detenidos en el propio ayuntamiento de Jaca al general De Benito, que mandaba la guarnición de Huesca, al general jefe del Estado Mayor de la 5º Región Militar, Álvarez Arenas; al coronel de Jaca Bernadeu, y a un comandante de Estado Mayor de Zaragoza, que al parecer fueron para ultimar los preparativos del golpe”.

Mur continuaba explicando: “La cosa, dentro de la gravedad, fue pintoresca. Los elementos de izquierda de Jaca teníamos desde los primeros días de julio montado un servicio permanente, pues conocíamos en parte los propósitos de los fascistas. No hacía mucho tiempo que había sido destituido de la alcaldía, en la que más tarde fui repuesto con todos los honores, por detener a un capitán falangista a causa de sus sospechosos manejos.

En la madrugada del 18 de julio me hallaba en mi despacho de la alcaldía cuando apareció el concejal Antonio Pano Ipiens, destacado izquierdista de Jaca, que ha sido fusilado, me llamó a una habitación reservada y me hizo una interesante confidencia: los militares estaban ya dando las órdenes para el próximo movimiento contra el régimen republicano. Por las calles de Jaca –me dijo- ésta madrugada varios militares, entre ellos dos generales, que pretenden salir inmediatamente y están buscando un coche que los lleve a Zaragoza.

La emboscada

“(Yo, Mur) Al conocer esto, inmediatamente pensé en prepararles una emboscada. Indiqué a Pano –que tenía un negocio de taxis- que saliese con un coche a la parada para ver si los traidores lo alquilaban. Efectivamente a las cuatro de la madrugada llegaron los facciosos y, montando en el coche, le indicaron que los condujese a Zaragoza. Pano manifestó que antes de salir precisaba pasar por el ayuntamiento para recoger un permiso. Los militares montaron en el automóvil y al llegar a la casa de la ciudad (ayuntamiento), les obligó a que lo acompañaran a mi despacho, donde les manifesté que quedaban detenidos.

Protestaron de mi actitud, me repitieron que ellos eran adictos al régimen y que habían venido en acto de servicio. Yo insistí en que quedaban detenidos y llamé por teléfono al gobernador de Huesca, Carrascosa, para darle cuenta de ello. Pero mi indignación no tuvo límites cuando el traidor me obligó, como primera autoridad que era de la provincia, a que pusiera en libertad a los detenidos. Le indique la necesidad de que pusiéramos un coche de escolta para conocer sus actividades, pero me lo prohibió.

3) Julián Mur en un mitin, en fecha y lugar indefinidos. Archivo del autor.
 

El gobernador de Huesca “perdona”

En vista de ello, y contra mi voluntad tuve que dejar marchar a iniciar este sangriento movimiento a estos militares cuya detención hubiera ahorrado muchas vidas jóvenes. “Pero la conciencia de algunos gobernantes, la cobardía de otros y la traición de muchos canallas impidió que un alcalde de pueblo cortara al nacer, por lo menos en Aragón, esta cruenta guerra que estamos viviendo. A mí no me ha extrañado nada de estos militares perjuros, ni me sorprenden sus salvajadas.

Unos días antes de estallar la sublevación militar, el general Cabanellas me mandó una carta que conservo: “es necesario que todos los hombres de izquierdas, todos nosotros, estemos unidospara acabar con estos canallas que quieren atacar la libertad del pueblo. Cuando vaya yo a esa ciudad hablaremos de ello”.

Y remataba el periodista a modo de resumen de aquella historia de traiciones: Esto escribía, en los primeros días de julio este militar que se llama Cabanellas y que se puso a la cabeza del movimiento en Aragón. ¡Era todo un hombre de honor!

Muchos años después un sesudo estudio intentó poner luz a toda aquella historia, más propia de un vodevil que de un golpe de estado, al detener un humilde alcalde a dos generales, a un coronel y a un comandante de estado mayor y el posterior escándalo de un gobernador civil indeciso que obligó a Mur a dar marcha atrás en su iniciativa, propiciándose así el golpe militar en Aragón, con el consiguiente rosario de víctimas, tanto de represión como en combates. Por ello cabe preguntarse qué hubiera pasado si aquellas detenciones hubieran sido efectivas.

Pertusa (Huesca), 4.IV.1904 – Gavín (Huesca), 27.XI.1936. Político y militar.

Las bajas militares fueron 3 cabos, 2 cornetas, 2 tenientes y 1 capitán, más 14 heridos.

Nicanor Felipe. Ver: beteve.cat/va pasar-aquí/nicanor-felipe/

A. Gascón. La Centuria “Los Saltamontes”, en el origen de la 130 Brigada Mixta, sbhac.net. Republica.

R. Ferrerons, A. Gascón, “El asalto a Gavín del 36”. El Día de Huesca, 4 febrero de 1992, pág. 8; E. C. Gómez, El eco de las descargas, Adiós a la esperanza republicana, Barcelona, Barcelona 2002; A. Gascón, Beltrán, el Esquinazau, Jaca 2002.

Borderas ya estaba afincado en Méjico.

Aldana, Logroño 1904, llegado a México 27/3/ 1939, falleció en el mismo México en 1964. Durante la guerra civil consta que Aldana, además de periodista era “Sargento de complemento del Ejército rojo, destinado en la inspección general del Centro de Reclutamiento e Instrucción Militar (CRIM)”, en Barcelona.

Benet gran amante del excursionismo y de la montaña, al inicio de la guerra era administrador de la Union Excursionista de Cataluña (UEC), entidad de la que había sido socio fundador, así como de los “Boys Scouts de España”, o antiguo secretario de la Federación de Entidades Excursionistas de Cataluña. Oficial de complemento del Arma de Caballería con anterioridad a la guerra civil, al iniciarse la misma había sido ascendido al grado de teniente, dada su participación en los combates que tuvieron lugar el 19 de julio en Barcelona, acompañando en persona, por orden Companys, al general de la Guardia Civil Jesús Aranguren, jefe de dicho cuerpo en la Ciudad Condal, durante la reducción de los focos rebeldes, siendo así uno de los dos únicos militares que en dicha ciudad se declararon fieles a la República, y que en aquellos días se encontraba destinado en la Conserjería de Defensa.

Las entrevistas tuvieron lugar en diversas fondas, o mesones como el de Esculabolsas, debajo de la Santa Cruz de Serós o en Guasa en el Notefies.

Sobre Cabrerizo ver: José A. García Landa, Historia de algunos asesinos, gente de orden, vanityfea.blogsport.com.

Gregorio Benito Terraza, que en julio de 1936 era jefe de la 10ª Brigada de Infantería, devino después del golpe en el hombre fuerte de Huesca, substituto de Mola, falleció en noviembre de 1936.

Félix Álvarez-Arenas Pacheco, fue un militar, que alcanzó el grado de Teniente General el último del Ministerio del Ejército de España, antes de la desaparición de aquel ministerio.

Rafael Bernadeu i Masip, Coronel del Regimiento de Infantería del Galicia con base en Jaca, y a su vez comandante militar de Jaca.

Se trata del capitán Cabrerizo, el mismo anteriormente mencionado en la nota 6.

Pano es otra de las personas citadas por el alcalde fascista de Jaca en 1943, en su informe al fiscal de la Causa General. Detalle que muestra que Mur, en noviembre de 1936, tenía noticias del asesinato de su compañero. Prueba de que la esistencia física del frente no limitaba para nada de la llegada de noticias procedentes del otro lado. Rebeca Ruiz, Jaca rinde homenaje a los ediles y empleados municipales fusilados por defender la República, Jacetania Expres, 17-9-2017.

Agustín Carrascosa Carbonell, comerciante y político. Militante del Partido Republicano Radical, se incorporó a Unión Republicana, siendo nombrado gobernador civil de Orense en febrero de 1936. El 14 de junio de aquel mismo año fue nombrado gobernador civil de Huesca. Al producirse el levantamiento de julio, Carrascosa mantuvo una actitud muy ambigua con la República, y el 19 de julio presentó su dimisión al cargo, sufriendo arresto domiciliario por orden de las nuevas autoridades entonces fascistas. Pasando destinado primero a Zaragoza y después a Burgos, donde fue detenido el 1 de enero de 1937, acusado de dar armas y vehículos en Huesca a los republicanos. Ingresado en prisión fue condenado a 30 años de cárcel, de los que cumplió tres.

Miguel Cabanellas Ferrer, General del Ejército español , conocido masón y uno de los líderes del del golpe de julio de 1936 que desembocó en la guerra civil española traicionó a la República, ya que al iniciarse la sublevación dispuso el despliegue de tropas en lugares estratégicos de Zaragoza y la detención de 360 dirigentes de los Sindicatos y de los partidos del Frente Popular incluyendo al gobernador civil, así como del enviado gubernamental general Miguel Nuñez del Prado, El mismo Cabanellas que emitió un bando declarando el estado de guerra y con toda su ambigüedad ratificando sus “ideas republicanas” en él, que se plasmaron en apariencias al mantener la bandera republicana como insignia, substituida dos semanas después por la monárquica, por orden del propio Cabanellas. 

Emilio Majuelo Gil, Huesca y Jaca en la noche del 19 de julio de 1936, en Nuevas tendencias historiográficas e historia local en España: Actas del II Congreso de Historia Local de Aragón (Huesca, 7 al 9 de julio de 1999) , 2001, págs. 273-296.


Fuente → serhistorico.net 

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