Divorcio duro y divorcio borbónico
Divorcio duro y divorcio borbónico
Arturo del Villar

No te soporto........Yo a tí menos

El partido que dice ser Popular anuncia su deseo de cambiar las estructuras españolas si gana las anunciadas elecciones generales del próximo 23 de julio de 2023. De momento empieza por adaptar el lenguaje castellano a la capacidad craneal de su presidente, Alberto Núñez Feijóo, quien ha tenido una intervención espectacular este 19 de junio en el programa radiofónico “Hora 25” de la Cadena SER. Le preguntó el locutor su opinión sobre el candidato del ultrapartido Vox a la presidencia de la Comunidad Valenciana, Carlos Flores Juberías, valenciano de 59 años, catedrático de Derecho Constitucional en la Universidad valenciana, autor de varios libros jurídicos, colaborador del diario archimonárquico y protofascista Abc, y acérrimo defensor de la monarquía, a la que ha dedicado profundas reflexiones de su mente privilegiada.

Este ilustre prohombre valenciano estuvo condenado en 2002 a un año de prisión y al pago de una multa de seis mil euros, por violencia psíquica habitual y 21 faltas de coacciones, injurias y vejaciones a su esposa, a la que calificaba de “loca, imbécil, puta, te voy a estar jodiendo toda la vida hasta que te mueras”. Es un lenguaje nada académico, pero del agrado de Vox, que por ello lo presenta candidato a presidir la Generalitat, como el mejor y más preparado de sus afiliados. El llamado Partido Popular y Vox son pactantes para hacerse con los gobiernos y los ayuntamientos, repartiéndose los cargos proporcionalmente, debido a que su ideología se basa en los mismos principios ultraderechistas.

En la citada entrevista el señor Núñez manifestó estar al tanto de la condena recaída sobre el voxero, y conocer todos los cargos por los que fue acusado, pero justificó su comportamiento diciendo: “Tuvo un divorcio duro.” Lo que no explicó es la división que él establece entre los divorcios duros y los blandos, aunque es de suponer que los blandos no propicien unas actitudes tan mal sonantes como las inspiradas al profesor Flores en su caso. Si su divorcio fue duro, ¿cómo calificar el de su mujer?

Divorcios borbónicos 

Habida cuenta de la afición de la familia irreal borbónica por los divorcios, es conveniente examinar con qué cualidades cuentan, para comprender sus consecuencias. En primer lugar es preciso examinar el divorcio de su majestad la reina católica nuestra señora, divorciada de su primer marido, Alonso Guerrero, con el que se casó por amor en 1998 y se divorció en 2002. Probablemente sería un divorcio duro, dada la incompatibilidad de caracteres de los protagonistas. De ese modo pudo emparejarse con el entonces príncipe Felipe en 2003, y casarse al año siguiente con él, primer paso hacia el trono como reina consorte.

No debió de ser un divorcio duro el de la infausta Elena de Borbón, tras un matrimonio con Jaime de Marichalar que duró quince años, suficientes para engendrar a esas dos figuras de permanente actualidad en los medios de comunicación, Victoria Federica y Froilán, protagonistas de sabrosas crónicas de sociedad y de sucesos. No parece que fuera divorcio duro porque ambos lo aceptaron con alegría, como si estuvieran deseando cambiar de estado, y continúan haciendo unas vidas de continuas distracciones, lo mismo que sus hijos, como de personas que no necesitan ganarse la vida con vulgares trabajos propios de las clases menesterosas.

Más complicado parece el divorcio de la infausta Cristina de Borbón y su marido y cómplice en los negocios fraudulentos, Iñaki Urdangarin, tanto que lo llevaron a la cárcel, siquiera fuese una cárcel de cuento, ya que resultaba de mal gusto que el yerno de un rey y cuñado de otro estuviera encerrado en las mazmorras utilizadas para castigar a los delincuentes comunes, esos perversos escritores y músicos que malgastan sus conocimientos en burlarse de la familia irreal.

Están tramitando el divorcio, porque el Urdanga quiere casarse con su actual pareja, Ainhoa Arteta, que está embarazada, según han contado las revistas escabrosas. Estos mismos medios de cotilleo explican que no se ponen de acuerdo respecto a la cantidad mensual que la infausta se compromete a abonar a su excómplice en aquellas sociedades nada mercantiles creadas para estafar basándose precisamente en el apellido de la infausta, que es señal de pingües beneficios, como lo demuestra el fortunón amasado por su padre el rey decrépito cuando estaba en activo. Ya que el único oficio del Urdanga era el de jugar al balonmano, para lo que ya está viejo, debe ser ella la que corra con todos los gastos derivados de la nueva situación, porque para eso cuenta con dos trabajos de representación que le permiten ganar mucho sin trabajar nada.

Los decrépitos representan
 

Y no existe divorcio ni duro ni blando de los reyes decrépitos, aunque lleven muchos años separados de hecho, pero representan su papel como los más consumados actores. Se comentó que Juan Carlos estaba decidido a plantearlo para casarse con la falsa princesa Corinna zu—Sayn Wittgenstein, pero una desventura cinegética en Botsuana motivó que la falsa princesa declarase públicamente que el rey de España era un viejo señor inútil. No se sabe que se devolvieran los regalos, que eran muchos y muy valiosos. Los vasallos hemos tenido que pagar siempre las distracciones eróticas del rey que nos impuso el dictadorísimo fascista. El desparpajo del rey le permitía ordenar que los pagos para silenciar a las barraganas se consignaran a los gastos reservados de los Presupuestos Generales del Estado. Hizo bien, porque se lo consentimos.

De modo que el divorcio es una costumbre borbónica de este tiempo. Teniendo en cuenta lo que nos costaron los bodorrios familiares, no es sorprendente que nos sintamos estafados también en esta materia reservada. Todos los momentos centralizados en los catres borbónicos, los legales y los adulterinos, nos corresponde pagarlos a los vasallos. Para lo que nos sirven.

Contando con estos ejemplos en el primer peldaño de la organización política estatal, se comprende que existan españoles como Carlos Flores Juberías y Alberto Núñez Feijóo. Y hasta es posible que haya alguno peor que ellos.


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