Romper el silencio, desmontar el mito, dignificar a Florencio
Romper el silencio, desmontar el mito, dignificar a Florencio
María Palau 
 
Elena Solanas recupera la historia robada de su tío, Florencio Pla Meseguer, el último maqui del País Valencià, popularmente conocido como La Pastora, quien fue víctima del relato criminalizador del franquismo que utilizó su malformación genital congénita para convertirlo en un monstruo.

 

Elena Solanas viene de un silencio antiguo y muy largo; de una familia a la que el miedo llevó a levantar muros de mutismo, secretos y apenas algún susurro en torno a la misteriosa figura de un hermano de su abuela; de la resignación como única opción que durante años condenó a tres generaciones a no saber, a callar, a no preguntar. Al silencio, siempre el maldito silencio.

Han pasado 19 años desde que, en 2004, harta de desconocer su historia familiar, Elena Solanas dijo ‘basta’ y comenzó a tocar puertas, a buscar, a preguntar. Su lucha ha ido “tomando forma”, pero no cesará hasta poder romper el silencio que le robó parte de su historia. Esa es su batalla: “Descifrar el enigma familiar”, al tiempo que visibiliza la verdad, hace justicia y sitúa la figura de su tío en el lugar que merece para que “su memoria perdure para siempre en este trozo de mundo”.

Solanas no pierde ocasión para pronunciar el nombre completo de su tío: Florencio Pla Meseguer. En su honor comenzó a referirse a ella misma como una “guerrillera de la historia, de la verdad, de la memoria” y, como muestra de que no desmerece en absoluto el cargo auto otorgado y, por supuesto, en honor a Florencio, escribió Florencio Pla “La Pastora”. La dignitat robada (Sembra Llibres, 2023).

“Florencio se merecía ser puesto en el lugar que le corresponde, ser tratado como una persona y no como un mito”, escribe su sobrina

“Florencio se merecía ser puesto en el lugar que le corresponde, ser tratado como una persona y no como un mito”, escribe su sobrina, que asegura que su voluntad no es otra que “arrojar un poco de luz sobre lo ocurrido, enviar el mensaje de que no podemos callar, proyectar por fin que Florencio Pla Meseguer era una persona; una persona que se vio involucrada en ser maqui, ser mito, ser personaje, ser el hombre del saco”.

Florencio Pla Meseguer es uno entre tantos con una historia silenciada por contar. Último maqui del País Valencià, popularmente conocido como “La Pastora”, fue una entre tantas víctimas del franquismo; uno entre tantos supervivientes de la España “más negra y oscura”. No fue un criminal. Aunque tampoco fue un héroe. Fue, en palabras del historiador Raül González Devís, “un verdadero superviviente, una persona que resistió a la incomprensión, al aparato represivo, a los años de soledad, a la prisión e, incluso, al relato oficial y mediático”.

Reconoce Elena Solanas que, cuando comenzó a investigar sobre la biografía de su tío, estaba “súper preparada” para descubrir la vida de un criminal. Al fin y al cabo, así lo habían descrito los pocos que presumían de ser portadores de una verdad que, con los años, se ha demostrado absurdamente falsa. “No me he encontrado a nadie que me haya dicho una palabra fea”, insiste una y otra vez su sobrina, que sonríe al contar que quienes lo conocieron coinciden al recordarlo como una “buena persona, noble, trabajador, un poco tímido”, que en algunos momentos de su vida se vio atrapado en una profunda soledad.

A Solanas le daba “miedo” que las generaciones que la sucedieran olvidaran su lucha por reconstruir los pasos de Florencio. Que su esfuerzo se desvaneciera en un “tuvimos una tieta que buscaba algo de un antepasado”. Que, de nuevo, la verdadera cara de su tío quedara relegada a la negrura. Su idea, cuenta, era “dejar un testimonio escrito para la familia del recorrido y qué se había conseguido”.

Apenas unas páginas que dieran cuenta de su legado familiar. Su participación en el documental No s’apaguen les estreles y la intervención de Xavi Sarrià convirtieron una decena de páginas en un libro: “Elena, creo que esta historia debería ver la luz, creo que es muy importante lo que estás haciendo”, la animó el cantante y escritor. Unos diez días después, terminó el manuscrito en el que encajaban gran parte de las piezas de su particular 'puzle', que tuvo que “reconstruir pieza a pieza con retales de recuerdos y conversaciones que guardaba en el corazón desde que era pequeña. Sembra Llibres, dice, dio el “ok” y Florencio Pla “La Pastora”. La dignitat robada comenzó a convertirse en realidad.

“La memoria histórica necesita dignidad”, defiende la autora. Y, tras poner negro sobre blanco la historia robada de su familia, el triunfo conseguido es digno de celebración: “Cuando en casa se espolsen los álbumes de fotografías antiguas y vuelvan a ver la luz aquellas fotos envejecidas o se vuelvan a leer aquellas cartas escritas a mano, se podrán añadir comentarios cargados de orgullo y añoranza a los protagonistas de aquellos documentos”.

 La historia

En febrero de 1949, la Guardia Civil detuvo, torturó y posteriormente ejecutó a Francesc Gisbert Prades, marido de una de las propietarias de la masía de la Pastora —a cuatro kilómetros de la Pobla de Benifassà—, tras descubrir su vinculación con los maquis de la zona.  Florencio, que desde 1943 trabajaba para Gisbert y había intercedido para que los guerrilleros entraran en contacto con él, no tuvo alternativa. Se convirtió en uno más de los 600 integrantes de la Agrupación Guerrillera de Levante y Aragón.

“Yo prefería morir de un tiro que no de torturas, porque al dueño que tenía yo le mataron y le arrancaron los testículos la Guardia Civil y conforme otros que, enclavando con cañas debajo las uñas, los dejaron deshechos, yo por quedarme así prefería morir de un tiro, por esto me metí en guerrillas”, explicaba años más tarde el propio Florencio en un documental.

“Este libro es de miles de Pastoras que están por todas partes. De mil silencios. Quiero que sirva de espejo para muchas historias, para alentar a esa gente que tiene ganas de hablar, pero les da miedo”

La historia de Florencio Pla Meseguer es, en palabras de Elena Solanas, la “historia de la Pastora que hay en todas las casas”. “Este libro es de miles de Pastoras que están por todas partes. De mil silencios. Quiero que sirva de espejo para muchas historias, para alentar a esa gente que tiene ganas de hablar, pero les da miedo, no saben por dónde ir, piensan que lo suyo es ridículo o les da vergüenza”, reivindica.

Casi a diario, recibe llamadas de personas que, tras saludarla, le pasan el teléfono a sus padres. Solanas se emociona al relatar que muchos de ellos solo son capaces de darle las gracias. Aquellos que encuentran las palabras le piden que continúe luchando: “Me dicen que soy su voz; que no me deje acobardar; que si alguien me dice que lo que cuento es mentira, no es verdad porque ellos lo vivieron”.

Solanas menciona un caso concreto. El día anterior en que atiende a El Salto por videollamada, le llamó una mujer. “Sigue adelante —le animó—. Yo había dejado de buscar a mi abuelo, porque veía que era inútil, y me has dado fuerzas para no desfallecer». Para ella, “este es el hito de este libro: que esta mujer seguirá buscando a su abuelo”, que, todos aquellos familiares de víctimas de la multitud de herramientas represivas del franquismo, “serán retornados al sitio que les corresponde”. La misma historia que los convirtió en monstruos les devolverá la condición de “personas que se enfrentaron a un momento duro y extraordinario de nuestro pasado reciente”. “Que no gane el silencio y el miedo”, sentencia.

Una malformación genital congénita y el deseo de sus padres de evitarle el servicio militar, por el temor instaurado tras las tragedias de las guerras de Cuba y Marruecos, determinaron que fuera bautizado como mujer

Un monstruo fabricado
 

Florencio Pla Meseguer nació el 1 de febrero de 1917 en el mas de la Pallisa, en el término municipal de Vallibona, con el nombre de Teresa. Una malformación genital congénita y el deseo de sus padres de evitarle el servicio militar, por el temor instaurado tras las tragedias de las guerras de Cuba y Marruecos, determinaron que fuera bautizado como mujer. Condenado a una identidad de género que no era la suya, Florencio aprovechó su adhesión a la guerrilla para cortarse el pelo, adoptar vestimenta masculina y hacerse llamar con el sobrenombre de Durruti.

Sin embargo, poco antes de convertirse en maqui, fue víctima de la crueldad de un grupo de guardias civiles, con el teniente Mangas a la cabeza. Tras acorralarlo en el mas de la Pastora, lo obligaron a mostrarles sus genitales. “Tenían curiosidad por saber cómo una pastora era mitad hombre y mitad mujer. Yo les había vendido zorzales, a los somatenes, y ellos contaron mi anomalía a la guardia civil. El teniente Mangas hizo caso omiso de todas las reglas y me hizo desnudar, hasta que saciaron su curiosidad. Y cuando acabaron, me dijeron: ‘Bueno, a hacer bondad’. Y sentí mucha rabia, mucha impotencia”, relataba Florencio la humillación en una entrevista en El Temps.

Por su parte y desde sus inicios, la lucha de Elena Solanas sobrepasó la mera investigación histórica para convertirse en una batalla a ultranza para “curar una herida abierta” y dignificar la figura de Florencio Pla Meseguer. Para humanizarlo. Para contrarrestar el relato que, con el semanario Por qué y El Caso como insignes propagadores de falsedades, construyó el personaje de la cruel, criminal y monstruosa Pastora, “con rasgos hombrunos” y mujer con una “patológica sed de crímenes”. Para callar, de una vez por todas, a todos aquellos que gritaron “¡Viva la Guardia Civil, que ha atrapado a la Pastora, mujer de bajos instintos, fea, mala y pecadora!”.

“No se puede quedar el relato franquista sobre él que se amplificó durante los años sesenta en medios como El Caso e Interviú en que lo describían como una mujer lésbica cruel, monstruosa. Como un criminal”

Solanas pugna por erradicar el discurso que “lo trató despóticamente como hermafrodita” y “poner fin a la morbosidad que eso comporta”. “Se han dicho muchas mentiras sobre él. No puede ser que de las falacias hagan una realidad que no es. Es mentira que la familia lo rechazó o que su madre lo hizo trabajar con las ovejas para evitar que fuera apaleado por sus dos hermanas. No se puede quedar el relato franquista sobre él que se amplificó durante los años sesenta en medios como El Caso e Interviú en que lo describían como una mujer lésbica cruel, monstruosa. Como un criminal (…). Qué crueldad y cuántas mentiras que ha impuesto el poder. Ni Teresa, ni Teresot, ni Tereseta, ni el terror del Caro. Ya está bien”, denuncia.

Recuperar su figura

En 1960, Florencio fue detenido en Andorra, donde sobrevivía desde 1956 como pastor y dedicado a la compraventa de tabaco. Fue trasladado por la Guardia Civil a la Seu d’Urgell para ser interrogado y, veinte días después, ingresó en la prisión de Lleida y, posteriormente, en la de Tarragona. Finalmente, el 30 de mayo de ese mismo año, lo encerraron a la prisión celular de mujeres de València.

Tras ser sometido a dos consejos de guerra, en Tarragona y València, fue condenado a dos penas de 25 años de prisión por los atracos de l’Ametleral de Paüls y els Reguers, en el primero, y a pena de muerte en el segundo, acusado sin pruebas de 29 asesinatos en las provincias de Castellón y Teruel. Esta última sentencia fue conmutada por 30 años de prisión.

Las garras de la persecución y la represión de la que fue víctima Florencio alcanzaron sin remedio a su familia. Una de sus hermanas, Vicenta Pla Meseguer, fue acusada junto a su marido, Juan José Roig Nadal, de recibir y ocultar en su domicilio “en tres ocasiones distintas” durante diciembre de 1948 a unos bandoleros acompañados por Florencio. A pesar de que años después se demostró la falsedad de estas acusaciones, la falta de pruebas no impidió que fueran condenados a dos años, tres meses y quince días de prisión.

La misma noche que detuvieron a la hermana de Florencio, la Guardia Civil interrogó a su hija de 10 años, que no es otra que la madre de Elena Solanas. Sentada durante toda la noche en una silla en el comedor de casa del alcalde de Castell, por quien habían sido denunciados sus padres, las únicas palabras que los agentes obtuvieron de aquella niña fueron un valiente “no lo sé” repetido hasta quedarse sin aliento.

“Se ha dicho que la familia no queríamos saber nada de él, que lo habíamos repudiado”, se entristece Solanas, pero no tarda en corregir que estas afirmaciones son “absolutamente falsas”

“Se ha dicho que la familia no queríamos saber nada de él, que lo habíamos repudiado”, se entristece Solanas, pero no tarda en corregir que estas afirmaciones son “absolutamente falsas” y han sido formuladas por personas “con pocas ganas de conocer la verdadera historia”, “ansias de protagonismo” y una particular obsesión por “seguir usando las falacias para el interés propio”.

Cuando la sobrina de Florencio comenzó su lucha por dignificar a los protagonistas de su árbol genealógico, nunca antes se había escuchado su versión. Nadie se había preocupado por conocer a la familia de Florencio. Lamenta que están “acostumbrados a recibir”, a sentirse “muy atacados y agredidos”, pero la publicación del libro ha servido para “comenzar a vivir con un poco más de tranquilidad”. “Ya nadie me cuestiona”, celebra su victoria.

Florencio pasó 17 años de su vida en la cárcel, hasta que en julio de 1977 le fue concedido el indulto. Fijó su residencia en Olocau, en la casa de un funcionario de prisiones con quien había forjado una gran amistad. El 1 de enero de 2004 su muerte fue inscrita con el nombre de Florencio Pla Meseguer, pues en la década de los 70 realizó los trámites pertinentes para cambiar su nombre y que se le reconociera legalmente su identidad masculina. 

Dicen que murió feliz, sereno, tranquilo.

Tras abandonar la prisión, Florencio no volvió a ver a su familia. Consciente de su sufrimiento a causa del relato criminalizador construido por la prensa de la época y, para intentar protegerlos, tomó la decisión de evitar cualquier tipo de contacto y pasar desapercibido.

Elena Solanas nunca conoció a su tío. Comenzó a buscar retales de su biografía pensando que había fallecido en 1990. La rabia y la tristeza se apoderan de ella al explicar que la primera pista de su investigación la llevó a descubrir que Florencio había muerto en 2004, precisamente el mismo año que comenzó a trabajar para desvelar su historia. “Cuando supe que nos habían mentido, que nos habían hecho creer que mi tío estaba muerto, sentí, muy metafóricamente, que me arrancaron mi corazón. Se me quedó un dolor. ¿Sabes cuando te dan un puñetazo en el estómago?”, rememora.

Le habían robado su historia. Parte de su identidad. Tenía que recuperarla. Y, aunque Elena Solanas nunca conoció personalmente a Florencio Pla Meseguer, no duda ni un instante qué le diría si lo tuviera delante: “Que le quiero y que estoy muy orgullosa de él, por cómo era, por buena persona, por luchador. Que soy quien soy porque vengo de donde vengo”.


Fuente → elsaltodiario.com

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