Paradojas de las intervenciones en los espacios de memoria democrática
Paradojas de las intervenciones en los espacios de memoria democrática
Josep M. Reniu 

 

Una de las labores más importantes en la recuperación de la memoria democrática tiene que ver con las intervenciones sobre los espacios. Aquellos lugares -sean edificios, plazas, campos o de cualquier otro tipo- que han sido epicentro de violaciones sistemáticas a los derechos humanos más básicos deben ser tratados con un mínimo cuidado para potenciar sus efectos a futuro. Así, es lógico pensar que espacios donde se han producido situaciones de crímenes de lesa humanidad -por ejemplo- nadie sería capaz de emplazar a una franquicia de una cadena de comida rápida. ¿Verdad?

No diré que sea este el caso, pero a raíz de la invitación del Amical de Mauthausen a acompañarles en la visita a los campos del complejo de Mauthausen en este 78 aniversario de la liberación de los campos, quiero reflexionar sobre algunas paradojas que hemos observado en comparación con una visita anterior a otro espacio de memoria suficientemente significativo como es el complejo de Auschwitz-Birkenau.

Pude visitar este último -un enero nevado y se convirtió en una experiencia estremecedora- y hay que reconocer que tanto el cuidado de las instalaciones, como la labor museística y el esfuerzo por transmitir lo que supuso el holocausto se convierte en modélica. La visita al edificio -donde se exponen maletas, zapatos y otras posesiones de los presos que por sí mismo genera un impacto imborrable en el visitante- se complementa con una detallada labor de contextualización y explicación del espacio con paneles informativos. Plafones que no sólo incorporan textos, sino que aportan esquemas, mapas y sobre todo imágenes de ese infierno para el ser humano.

Sinceramente, no se hace indiferente al trayecto por las diferentes salas donde me atrevería a decir que podemos hacer una idea bastante aproximada del calvario que partieron las mujeres, hombres y criaturas de toda condición que pasaron por allí y que en la gran mayoría dejaron allí. la piel. El trabajo museístico con las luces, las reproducciones sonoras y visuales permite transportarnos -desde nuestra condición de cómodos visitantes- a unos escenarios de pesadilla.

Parece evidente pues que este caso puede considerarse una buena práctica, seguro que con una férrea voluntad por parte de las autoridades polacas y también -muy evidente- el hombro financiero de la comunidad judía. Se esperaría en otros espacios un trato si no igual similar, ¿no? Pues cabe decir que la experiencia en los campos del complejo de exterminio de Mauthausen es paradójica. Con más de 40 subcampos, Mauthausen se convierte en el principal destino de los republicanos españoles, apátridas en aquellos momentos y por eso identificados con el triángulo azul con la S en medio.

Visitamos el castillo de Hartheim, los túneles de Ebensee, el campo (sic) de Gusen y el campo central de Mauthausen, acompañando a familiares de asesinatos y supervivientes. La impresión general, que vamos a detallar, es que el contexto político austríaco desde el fin del conflicto ha ayudado muy poco en el cuidado de estos espacios de memoria. Los gobiernos de Waldheim atrás en el tiempo, o de la extrema derecha mucho más recientemente, tanto a nivel estatal como subestatal, han dejado una nefasta impronta en cómo se preserva la memoria en estos espacios.

No tenemos espacio para hacer un repaso exhaustivo, pero como “perlas” tengamos presente que en Ebensee sólo hay medio túnel visitable, con unos paneles informativos casi transparentes sin demasiado contenido; en Gusen, prácticamente todo el recinto del campo se parceló y vendió para la construcción de chalés, que conviven con un espacio donde se pudo preservar el horno crematorio en el que se ha instalado un pequeño memorial; o en Mauthausen, los gobiernos de turno intervinieron para construir un ascensor de dos plantas en el patio de los garajes modificando absolutamente la percepción del recinto así como “arreglaron y acondicionaron” la famosa escalera de la muerte. Donde inicialmente había escalones formados por piedras de la cantera de dimensiones irregulares e incluso de un metro de altura hoy hay 185 escalones uniformes que bien podrían ser la escalera de acceso, por ejemplo, del Park Güell. Añada que en todos los cuatro campos mencionados no aparece casi ni una fotografía de los miles de negativos que salvó Francesc Boix y sus compañeros. A modo de ejemplo se echa de menos la icónica imagen de los prisioneros apretados en la escala de la muerte, o de los que decidían de quitarse la vida arrojándose contra la alambrada electrificada del campo, o incluso las imágenes de la liberación con los republicanos españoles y la pancarta de bienvenida a los liberadores que confeccionaron…, o también la constatación de que en ninguno de ellos hay barracones se ha hecho la tarea de reproducir las condiciones de vida allí dentro… Coincidiremos que el tratamiento museístico y de promoción de la memoria democrática e histórica es más bien escaso.

Parece -y es una opinión personal y si acaso transferible- que los responsables de estos espacios de barbarie en Austria busquen ir difuminando el recuerdo de aquel pasado, sea hurtando a los visitantes -cada vez más jóvenes gracias al trabajo pedagógico a los institutos- de la información contextual necesaria o también fiándose en la evolución demográfica, que hace que cada vez queden menos supervivientes y familiares directos en primer grado vivos.

En resumen, no basta con promover “legalmente” medidas de memoria democrática -como es el caso de la ley de memoria democrática española de octubre de 2022- ni con grandes discursos y proclamas. Hay que arremangarse, asumir el deber que tenemos con nuestros abuelos, bisabuelos, tíos… que les quitaran la vida en la defensa de unos valores de radicalidad democrática, tanto en la Guerra Civil Española como posteriormente en la lucha contra el fascismo en Europa. Se lo debemos, y para hacernos merecedores de su legado lo mejor que podemos hacer es resignificar de manera decidida, clara, diáfana, documentada ya fondo todos aquellos espacios donde lucharon, vivieron y murieron. En todas ellas honor y gloria.


Fuente → realitat.cat

banner distribuidora