II. Los Borbones españoles: psicopatías e imágenes prohibidas
II. Los Borbones españoles: psicopatías e imágenes prohibidas
Nònimo Lustre

Segunda parte (desde María Cristina/Alfonso XII hasta Alfonso XIII)
 

Las psicopatías borbónicas que hemos enumerado y seguiremos enumerando en esta Segunda Parte, ¿tienen su raíz en la endogamia intrínseca del Gotha o extensa familia royal? Sí y no. Sí porque la endogamia propicia la degeneración y no por dos razones: a) porque la endogamia de los Borbones se interrumpe gracias a los adulterios perpetrados sistémicamente por los soberanos [ver en la I Parte el inverosímil árbol genealógico que incluye políticas adulterinas como la del felón Fernando VII casando a su hija Isabel II con un reconocido incapaz de procrear]; b) por una razón biológica: porque la endogamia refuerza, a veces, los genes y, otras veces, los relega a un segundo plano hasta que saltan al primer plano. Pero, por encima de estos detalles, sobrevuela la razón principal de esas psicopatías: que el Poder absoluto desquicia absolutamente.

Sin profundizar en la política genética, podemos intuir que estas psicopatías radican y comienzan su andadura en el Macho Fundador de cada dinastía. No tanto porque sus genes fueran necesariamente los ‘naturales’ (aberrantes diríamos) de cualquier enérgico ambicioso sino, más bien, porque fue el primero que saboreó las mieles del mando absoluto. Y ese sabor sí que es transmitido culturalmente dentro de cada egregia familia y sí que ha demostrado empíricamente que es adictivo a corto y largo plazo -no lo dijo Mendel pero sí multitud de cortesanos pedagogos.

Llegados a estas alturas o bajuras, nos preocupa analizar una cuestión correlativa a la endogámica: en los siglos pasados, se predicó que la religión del Amo era la religión de sus súbditos (Cuius regio, eius religio) Entonces, ¿será que las psicopatías de los Borbones se han transmitido a los españoles? Ya les gustaría a los monárquicos compulsivos pero las rebeliones que nos cuenta la verdadera Historia -antagónica de la Historia Sagrada u oficial- nos demuestran la ponzoñosa falsedad de semejante aserto. Sin embargo, al facherío patrio le encanta propagandear que existe una Psicopatía hispana que se materializa en que los españolitos padecen un supuesto “síndrome del español acomplejado, masoquista, ingenuo y dividido contra sí mismo”. De ahí las actuales polémicas sobre la conquista de las Yndias (humanitaria o atroz) que se prolongan hasta los tejemanejes cortesanos que dominaron la Transacción posfranquista -pero, ayer y hoy, siempre con la aviesa intención de confirmar el citado síndrome. Puesto que es irracional creencia desarrollada incluso entre algunos despistados izquierdistas, hemos de contraatacar: en efeto (sic), parte de la ciudadanía cree en semejante especulación -la misma porción de los que creen en el fútbol o en la transparencia del Poder. Pero, evidentemente, a la mayoría nos cuesta comulgar con ruedas de molino. Somos los que admitimos que estar regidos por unos psicópatas coronados no es bueno para nuestra colectiva e individual salud mental. Y también somos los que colegimos que el poder del Trono dista mucho de ser omnímodo, los que sabemos que el rey está desnudo y, definitivamente, los que somos republicanos a machamartillo.

Dos Regencias, dos Marías Cristinas

María Cristina de Borbón-Dos Sicilias. Regente1833-1840

M.C. Borbón, 1806-1878, en adelante MCB para distinguirla de la segunda Regente Mª Cristina. (En puridad, debería citarse como Mª. C. Dos Sicilias Borbón porque su padre era Dos Sicilias y su madre, Borbón) sus fechos más notorios: desató la primera guerra carlista, acentuó un disparatado expansionismo… y cornamentó a su real marido -gruesa infidelidad que demostró casándose morganáticamente con su espaldero a los tres meses de morir el rey Felón.

 

El braguetazo del guardaespaldas. Aquí, Fernando Muñoz y MCB pero la caricatura sirve para muchos más amores morganáticos.

 

El espaldero guapetón en su madurez -Muñoz no era ningún adonis. MCB tenía un raro gusto estético -como suelen tenerlo los horteras cortesanos.

 

Claro que, disfrazado de húsar-granadero-picoleto de gala, el guardaespaldas parece otro.

Como Regente, MCB ascendió a su espaldero a Duque con Grandeza de España. En cuanto el ‘democrático’ matrimonio asentó sus posaderas en el trono, comenzó a acumular empresas dizque privadas y mil triquiñuelas entre las que destaca sus negocios con negreros y, en Cuba, con la sacarocracia -reina del azúcar. Uno de sus socios principales fue el general Narváez, fundador de la Guardia Civil. Además, MCB tuvo ¡ocho! hijos con su pistolero de cámara. Por ello, en los mentideros de Palacio se decía: La Regente es una dama casada en secreto y embarazada en público.

En 1845, cuando ya no era Regente, participó en un intento de restauración de la monarquía en Ecuador que contemplaba dos partes: en la primera, su hijo Agustín Muñoz y Borbón, se convertiría en Príncipe de Ecuador y, en la segunda parte, sería nombrado rey de Perú y Bolivia conformando un nonato Reino Unido de Ecuador, Perú y Bolivia.

 

1833: lucha por el trono entre Carlos María Isidro e Isabel II. Nace el Carlismo

María Cristina de Habsburgo-Lorena. Regente 1885-1902

En 1885, Alfonso XII murió de tuberculosis asumiendo la regencia su esposa pero la Jefatura del Estado fue desempeñada por su madre Mª.C. Habsburgo -en adelante, MCH para distinguirla de la anterior MCB. Esta segunda regente Mª Cristina comenzó a apropiarse del Trono meses antes de que naciera Alfonso XIII y terminó cuando Alfonso XIII cumplió los dieciséis años, juró la Constitución de 1876 y fue rey.

MCH fue motejada como doña Virtudes. No puede decirse que la suya fuera una Regencia afortunada pues entró en guerra con los EEUU, perdió la Perla de las Antillas (no sólo Cuba sino otras posesiones en el océano Pacífico… pero mantuvo las plazas africanas, desde Ceuta-Melilla-las Canarias hasta Guinea Ecuatorial) y, sobre todo, se enfrentó con cero aciertos y millones de asesinatos al nacimiento del anarquismo y del sindicalismo socialdemócrata. Otrosí, los maquiavelitos de su Corte articularon el Caciquismo a escala nacional. Y, como si no hubiera maquinado suficientes canalladas centralistas, por fomentar imprudente y discriminatoriamente el más reaccionario nacionalismo español, prendió la mecha de los nacionalismos periféricos -especialmente, en Catalunya y en Euskadi.

En septiembre de 1886, solo cuatro meses después del nacimiento de Alfonso XIII, se produjo una (fracasada) sublevación republicana encabezada por el general Manuel Villacampa. Organizada desde el exilio por Manuel Ruiz Zorrilla, fue la última intentona militar del republicanismo.

Alfonso XII (1874-1885)

Nació en 1857 e, instantáneamente, fue conocido como el Puigmoltejo puesto que Francisco Asís de Borbón, primo carnal y marido de su madre Isabel II, padecía una hipospadia que le imposibilitaba sexualmente. Era público y notorio que la reina coqueteaba con cuanto mocetón palaciego tuviera a mano. Nueve meses antes del nacimiento del futuro rey, la reina tenía como amante a uno de sus guardias de corps, Enrique Puigmoltó i Mayans, III conde de Torrefiel y I vizconde de Miranda -ergo Alfonso XII no fue Borbón sino Puigmoltó, precisión genealógica que continuó en los reyes que le sucedieron. Cuando Alfonsito XII cumplió los 11 años, triunfó la revolución Gloriosa de 1868, comenzó el Sexenio Democrático y algunos monigotes palaciegos tuvieron que exiliarse con el riñón bien forrado bajo el ala del ‘emperador’ Napoleón III -un plebeyo imperialista pero útil para mantener la populista tradición borbónica.

Este Borbón, de fama populachera como varios de sus antecesores y de todos sus sucesores, no fue tolerante ni siquiera constitucionalista pese a que, a finales del siglo XIX, proliferaron las Constituciones. Ejemplos: la de 1812 alias La Pepa; la del Trienio Moderado (1837); en la Década Moderada (1845); la que significó el corolario de La Gloriosa (1869); y otra postrera con la Restauración (1876) A estas cinco, podríamos añadir dos nonatas: la de 1856 y la republicana de 1873. Contra casi todas ellas, los Dueños de España inventaron el bipartidismo… y su sustento, el Caciquismo.

Durante el largo reinado de Isabel II (1833-1868), hubo 22 elecciones que se llamaban generales cuando estaban lejos del sufragio universal puesto que eran censitarias, selectivas y, por supuesto, amañadas de antemano. Pero, aun así, en el medio rural representaban un peligro para las élites. Alfonso XII y su pregonada Restauración (1874, un espadón dicta en Sagunto que son obligatorias la monarquía y el bipartidismo) dieron con la solución: que los caciques esclavizaran discretamente a los rústicos.

El caciquismo “era la bisagra entre una población rural desmovilizada y analfabeta y una estructura administrativa lejana y opaca… las votaciones estaban totalmente controladas por la élite local, comarcal o provincial, terratenientes, grandes arrendatarios, comerciantes, prestamistas, abogados, médicos y funcionarios municipales, que conocían a la gente del lugar… ello gracias a un sistema electoral que privilegiaba la representación del ámbito rural, por ser el más manipulable, y en un centralismo autoritario que interpretaba y aplicaba la ley con cierta discrecionalidad… El caciquismo representó la trastienda de la civilizada alternancia en el poder que consolidó el bipartidismo” (anónimo) Y una anécdota ilustrativa narrada por fuentes de Palacio: es fama que, en su lecho de muerte, este rey patrocinador del bipartidismo, aconsejara a su esposa, “Cristinita, si muero, guarda el coño y ándate siempre de Cánovas a Sagasta y de Sagasta a Cánovas”.

Algunos de los caciques provinciales más notorios: Juan de la Cierva y Peñafiel (en Murcia), Eugenio Montero Ríos (Galicia), Francisco Romero Robledo @ el pollo de Antequera (Málaga), Alejandro Pidal y Mon @ el zar de Asturias; José Sánchez Guerra (Córdoba), Germán Gamazo (Valladolid), Fernando León y Castillo (Gran Canaria) y, el más ladrón y famoso de todos, Álvaro de Figueroa, conde de Romanones (en Guadalajara) de quien todavía se recuerda una anécdota: “Tras la enésima seudo-Reforma Agraria, le preguntaron: -Señor, esta reforma, ¿afectará mucho a sus latifundios? -Pues sí, entre los que tengo y los que ahora me regalarán, estaré mejor servido”. Todos ellos, infames apellidos que se perpetúan en la actualidad.

 

El caciquismo desaforado: saldos en la compra de votos y ‘resurrección’ en las urnas de los difuntos afines

El caciquismo tuvo su versión cortesana en el mito de la Infanta castiza y taurina: en 1950, Rafael Duyos (1906-1983; falangista-monárquico [sic], médico, poetastro y sacerdote valenciano) pergeñó impunemente el Romance de la Infanta Isabel -más conocido como La Chata en los toros-, bodrio demagógico que fue apadrinado por el franquismo pero que no sobrevivió popularmente a la Dictadura-dura-dura.

En la andanada de sol, / con popular algazara. / Los morenos se alborotan / y gritan: ¡Viva la Chata! Irritante populismo que alcanza su exasperante clímax al finalizar el ‘romance’: Y un chavea, un raterillo / con la colilla apagada, / por la calle Arrieta arriba / diciendo: “¡He visto a la Chata!

Ah!, sin querer/queriendo se nos olvidaba: el comienzo de este reinado borbónico propició que, durante el franquismo y más acá, se recreara el cursi episodio del rey que se casa con Mª de las Mercedes de Orleans, joven que muere en 1878 de “fiebre tóxica esencial” (tifus) Aquel arquetipo de mito romántico, odiado por que padecimos el tardofranquismo, perpetraba la incesante repetición de insufribles coplas: “Dónde vas Alfonso XII / dónde vas triste de ti” y esta otra aún más mentirosa … “De Madrid, con chistera y patilla, / Vino un real mozo muy cortesano / Que a Mercedes besó en la mejilla / Pues son los niños primos hermanos.” Sin embargo, transcurrido apenas el año de luto, el rey casó con MCH (cf. supra, 2ª Regenta)

[Para olvidar sus penas, el rey se regaló una gira por provincias. A su regreso a la capital, sufrió un atentado en la calle Mayor de Madrid (23.X.1879) El monarca salió ileso pero, para no perder su imagen de viudo desconsolado, instigó en la sombra que el tonelero anarquista Juan Oliva Moncusí, fuera agarrotado dos meses después. Un año después, Alfonso XII sufrió otro atentado a tiros, esta vez protagonizado por el gallego pastelero anarquista Francisco Otero González, de 20 años. También fue agarrotado inmediatamente]

 

Garrote vil a Moncusí

Con quien no guardó el preceptivo año de luto fue con su gran amor, Elena Armanda Nicolasa Sanz Martínez de Arizala Carbonell y Luna (1844-1898; Elena Sanz), contralto famosa en el mundo entero. Para Castelar, era bellísima, con unos “ojos negros e insondables cual dos abismos que llaman a la muerte y al amor”. En 1871, tuvo un primer hijo, Jorge, de padre desconocido. Posteriormente, tuvo dos hijos varones más, con Alfonso XII (Alfonso, en 1880 y Fernando, en 1881) Sus tres hijos llevaron sus apellidos de soltera. El rey nunca reconoció a los suyos.

 

El rey enamorado de la cantante de ópera

Otra de sus amantes fue Adela Borghi, La Biondina, con quien se paseó en 1884 por los jardines del Retiro para escándalo público y dolor de la Reina quien gritó exasperada: Le doy de plazo una semana para que Adela Borghi abandone España… Si no expulsan del país a esa puta, la que se marcha soy yo” -amenazó con fugarse a Viena. Exabruptos como este de puta reflejan fielmente la no-muy-culta-latiniparla propia de la dinastía borbónica. Por ejemplo, María Cristina repetía públicamente lo primero que decía el rey al despertarse, “Hace un viento de la sierra que corta los cojones”.

[Por cierto, Miquel Junyent (1871–1936) fue un personaje importante en aquella Corte alfonsina. Este escurridizo líder carlista catalán fue abuelo de Miquel Roca i Junyent, uno de los ‘padres’ de la Constitución de 1978 -la España cerril se mantiene durante más de un siglo… y la que te rondaré morena]

Alfonso XIII (1885-1902 rey menor de edad / 1902-1931 rey efectivo / 1931-1941, rey exiliado protegido por Mussolini)

En una de las infinitas muestras de servilismo, el presidente del Senado le otorgó el sobrenombre el Africano porque visitó Melilla en 1911, una cobarde provocación que contribuyó a prender -aun más- la guerra contra los Amazigh (bereberes) del Rif. El apodo se olvidó porque esa guerra supuso la inicua matanza de los empobrecidos que no podían pagar las 2.000 pesetas que llegó a costar la exención del secuestro militar, pero quede aquí constancia del innato belicismo de la monarquía.

Alfonso XIII fue tan merecidamente odiado que España decidió en las urnas enviarle al exilio -dorado, gracias al botín que acumuló en sus 29 años de tiranía. No es necesario enumerar sus principales crímenes porque son de todos conocidas. Pero conviene señalar los más graves: a) el genocidio contra los Amazigh, los marroquíes y los jóvenes españoles que supuso las canallescas guerras, primero de Melilla y luego del Rif, genocidio propiciado por su amistad -y complicidad en sus corruptelas- con los generales Berenguer y Silvestre, principales culpables del Desastre de Annual; b) la implantación de la dictadura militar que encargó en 1923 a Miguel Primo de Rivera (filosefardista y, paradójicamente padre de José Antonio, el asesino fascista que Franco denominó el Ausente); c) el pistolerismo patronal que asesinaba impunemente a los proletarios rebeldes; d) el intento de hacer desandar al país hacia un Estado ultracatólico; e) su pecaminoso amor por el joven Franco -fue padrino de su boda asturiana; f) su explícito y práctico apoyo al golpe militar-eclesiástico de Mola y de Franco (pese a haberlo organizado mediante su anfitrión Mussolini y pese a sus declaraciones de que era “falangista de primera hora”, ahora inverosímilmente narrado como dolor regio); g) su irrestricta pasión por los aristócratas -una provocación que se materializó en la entrega de 379 títulos nobiliarios, 83 con Grandeza de España; h) y un interminable etcétera, dicho todo ello sin mencionar sus íntimas demencias.

Una dellas ha sido ampliamente publicada: aquejado, como era costumbre en los Borbones, de una enclenque sexualidad, encargaba a su insigne palanganero el conde de Romanones, la producción de cortometrajes ‘eróticos’ como los picantemente titulados El confesor, El ministro y Consultorio de señoras. Más que Africano, mejor le hubiera caído el mote de Pornógrafo y mejor aún los de Sátiro con avanzada satiriasis, Salido, Verraco o quizá Rijoso porque rimaría con su natural faccioso -equivalentes en ego masculino al ego femenino de Ninfómana.

El 31.V.1906, casó con la británica Victoria Eugenia de Battenberg (1887–1969) Cuando el cortejo nupcial pasaba por la calle Mayor de Madrid, el joven políglota anarquista Mateo Morral (1879-1906), lanzó una bomba orsini que causó una veintena de muertos pero los reyes resultaron ilesos porque el artefacto tropezó con el tendido del tranvía. Por la tarde, Morral pasó por la redacción de El Motín, revista dirigida por José Nakens (condenado sin pruebas a 6 años por haber “ayudado” a que el frustrado regicida huyera) Al día siguiente, fue detenido por un guarda armado del duque de Tovar, dueño de un latifundio cercano a la capital. La excesivamente inconsistente versión oficial afirma que Morral le mató y después se suicidó pero un estudio forense de las cuatro fotografías tomadas a su cadáver indicó que el orificio que se apreció en su pecho era incompatible tanto con un disparo a corta distancia como con la pistola Browning que, presuntamente, llevaba oculta. No es verosímil que Morral se suicidara -¿fue asesinado a sangre fría por el mentado duque?, nunca lo sabremos. El glorioso don Mateo M. era de familia pudiente, tenía trabajo y estaba integrado en los numerosos centros anarquistas de España. Hasta tenía novia -Nora Falk, “una muchacha rusa, nihilista, fugada de la persecución zarista, muy vivaracha”. Durante la II República, el ayuntamiento de Madrid estudió poner una plaza a su nombre, iniciativa que fue descartada. Ricardo Baroja le hizo un retrato y Valle-Inclán le compuso un poema.

Tres años después, la venganza royal se desató en Barcelona. En 1909, Alfonso XIII seguía impertérrito enviando al matadero de la guerra contra Marruecos a los jóvenes que no podían pagar la cuota de exención; ello unido a unas esclavistas condiciones laborales hizo que el pueblo se soliviantara en sumo grado. Continuando la tradición borbónica que inauguró su antepasado Felipe V, Alfonso XIII masacró Barcelona. Fue la Semana Trágica. El Borbón la utilizó como pretexto para asesinar ‘legalmente’ a Francisco Ferrer Guardia (1859-1909), fundador de la Escuela Moderna y pedagogo de fama internacional, quien acababa de regresar de Inglaterra. Seguramente para satisfacer su proverbial rencor borbónico por no haber podido ahorcarle como ‘cómplice’ de Morral, esta vez le acusó de ser el inductor e incluso el director de la resistencia vecinal contra las levas militares. Tras un simulacro de juicio donde la defensa no tuvo acceso al sumario ni pudo mostrar ninguna evidencia exculpatoria -llegándose al extremo de que sus testigos fueron deportados a Alcañiz-, asesinó ‘con todas las de la ley’ (del rey) a aquel sabio al que este hediondo Borbón escogió como chivo expiatorio de sus psicopatías.

Item más, la degradación borbónica y el odio al anarquismo lograron atraer a algunos sicarios de postín. Ejemplo: Unamuno y Azorín justificaron aquel asesinato denigrando a Ferrer e incluso acusándole de promover en la prensa europea una “campaña antiespañola” -viejuno delirio nacionalista/españolista que sigue vigente. El veleidoso Unamuno llegó a calificarle de mamarracho, mezcla de loco, tonto y criminal cobarde y hasta de monomaniaco con delirios de grandezas y erostratismo [= manía que lleva a cometer actos delictivos para conseguir renombre] Deberían conocer estos antecedentes quienes ahora dudan si el ególatra Unamuno era izquierdista o fascista -puede orientarles estudiar el prurito de originalidad que padeció este escribidor de nivolas

Primera Parte: Los Borbones españoles: psicopatías e imágenes prohibidas

[Continuará desde Juan III (1941 jefe Casa Real-1977 abdicación) hasta Felipe VI]


Fuente → loquesomos.org 

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