Homenaje al maestro republicano Agustín Escribano, fusilado en Granada por los franquistas en 1936

Homenaje al maestro republicano Agustín Escribano, fusilado en Granada por los franquistas en 1936


Esta es la historia de un intelectual asesinado, Agustín Escribano Escribano, y de su mujer, María Luisa Pueo y Costa, una familia que el franquismo destrozó para siempre. Simbolizan el aniquilamiento de la Escuela Republicana, y la memoria de los docentes exterminados. Agustín nació en 1892 en Pedrosa del Príncipe (Burgos). Inició su brillante carrera en Granada en el Seminario de Maestros en 1908. En 1914 ingresó en la Escuela Superior de Magisterio de Madrid, y concluidos sus estudios regresó a Granada en 1920, donde tomó posesión por oposición de la plaza de profesor de Geografía en la Escuela Normal de Maestros de Granada.

En 1928 marchó a Francia para ampliar estudios. En 1931 fue nombrado director de la Escuela Normal de Magisterio Primario de Granada. Al frente de ella, asumió el encargo de la República de materializar el Plan Profesional de formación para los maestros, que subrayaba en la consideración del maestro el núcleo de la reforma que necesitaba la enseñanza primaria en España. Agustín Escribano reorganizó la nueva Normal bajo las directrices rectores de los valores y principios democráticos. Bajo su mandato se implantó la coeducación y la enseñanza laica.

El Gobierno Republicano decidió unificar las escuelas Normales de maestros y maestras. En su gestión como Director de La Normal igual que en cualquier faceta de su vida, Agustín Escribano, nunca buscó sacar beneficio ni se dedicó a favorecer los intereses de los prebostes de la ciudad. Lo suyo era otra cosa: Socorrer a las clases humildes y, teniendo conciencia la terrible situación por la que pasaban los gremios de albañiles, ebanistas, obreros de forja, etc. contrató directamente con ellos los trabajos para la construcción de la Escuela Normal de Maestros de Granada. El presidente de la República, Niceto Alcalá Zamora, inauguró la nueva Escuela Normal en 1933.

Su esposa, la también profesora de La Normal Mª Luisa Pueo y Costa, era huérfana desde muy niña, y se educó a la sombra de su tío y protector Joaquín Costa, padre intelectual del movimiento Regeneracionista. Mª Luisa había llegado a Granada como Inspectora de Enseñanza Primaria, y allí conoció a Agustín. Hizo posible que se instalara en Granada la Residencia de Señoritas Normalistas, un hogar y escuela complementaria para las jóvenes sin recursos que venían de los pueblos para estudiar a la capital. La obra que acometió Mª Luisa Pueo Costa fue que las futuras maestras se formaran bien.

Agustín y Luisa, embarazada, vivían con incertidumbre el golpe de estado. A finales de julio de 1936, un vecino falangista le advirtió que iban a por él y que se escondiera. Su mujer le imploró que se marchara, y finalmente, le hizo caso, pero en Septiembre volvió convencido de que su conducta era intachable. Pocos meses antes, una noche, unos exaltados borrachos y pendencieros trataron de abusar y llevarse a la fuerza a una joven de la Residencia de Señoritas. Luisa, secretaria de la Residencia, lo impidió y Agustín, como director denunció al cabecilla. Era José Valdés Guzmán, que tras el Golpe de estado fue nombrado comandante de las fuerzas franquistas que tomaron Granada.

A los pocos días de su regreso, Valdés ordenó apresar a Agustín. La madrugada del 11 de septiembre de 1936 los fascistas se lo llevaron en un camión a las tapias del cementerio de San José de Granada, donde fue fusilado, junto a otras 39 personas, entre ellas, Rafael García-Duarte Salcedo y Manuel Jiménez Zambrano. El vil asesinato sucedió pocos días después de que sufrieran idéntico destino Federico García Lorca o el rector Salvador Vila Hernández. Así se consumó la venganza del “comandante” Valdés.

Lo que verdaderamente lo condujo a las tapias del cementerio fue haber ignorado a los grandes empresarios de Granada en la construcción del edificio de La Normal, le odiaban porque no habían sacado el esperado lucro. Los restos de Agustín Escribano nunca pudieron recuperarse. María Luisa fue represaliada duramente por la dictadura, perdió su empleo como profesora de la Escuela Normal de Maestros y fue expulsada de Granada. También se le enajenaron todos sus bienes y cuentas bancarias.

Su hija, la poetisa Mariluz Escribano, recientemente fallecida, relataba que “..Nadie me lo contó, pero yo sé que mi padre dejó un beso en la almohada. Mi padre se marchó bajo la sombra de oscuros y metálicos hombres.. La madrugada levantó muros de ausencia, una nostalgia grande, honda como un pozo en la infancia. Su voz me llega desde las habitaciones vacías de mi casa. Con un disparo de fusiles empezó mi nostalgia ”.

La profesora Remedios Sánchez, titular de Didáctica de la Literatura y responsable del legado literario de Mariluz Escribano, escribe: “..Que no llegue el olvido, que no se desvirtúe la Historia con mayúsculas, que no se blanqueen ni a los asesinos ni tampoco a los colaboradores necesarios. No cometamos el error colectivo de pensar que los muertos, nuestros muertos, son todos iguales. Hasta en eso, desgraciadamente, hubo clases , ya sabemos que la transición cerró en falso muchas heridas -estamos pagando sus consecuencias- y que esto no debe perpetuarse; como afirmó también Mariluz Escribano, la mejor heredera del ideario de don Antonio Machado, “después de tantas lluvias/ y atardeceres lentos,/ ahora es tiempo de paz,/ de paz y de memoria”

Documentos en El Independiente de Granada (Juan I. Pérez, Gabriel Pozo Felguera,


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