Cartografía de la desaparición forzada en Andalucía

Si hay algo que el sistema hace bien es ocultar. La niebla es el símil que nos sirve para entender como las narrativas oficiales mantienen oculta la verdad sobre los crímenes contra la humanidad que han marcado nuestros tiempos y han atravesado nuestra estirpe. Por eso, desde la colectiva La Vorágine llevamos tiempo colaborando con procesos empeñados en levantar la niebla y visibilizar lo oculto.

Este camino lo recorremos con Human Rights Everywhere (HREV), asociación en la que también siembran algunas de las personas que forman parte de La Vorágine. En 2019, presentamos la Cartografía de la Desaparición Forzada en Colombia, un monumental trabajo que visibilizó el secuestro, tortura, asesinato y desaparición de 80.472 personas. Entonces, nuestro caminar se cruzó con la digna gente de la Casa de la Memoria La Sauceda, en Cádiz, y nos provocaron: ¿Se podría cartografiar la desparición forzada en Andalucía?

Y sí, claro, nos pusimos a trabajar como sabemos: en común, con entusiasmo, con pocos recursos pero mucha imaginación y capacidades colectivas. El resultado es impresionante, aunque siempre será incompleto: un repositorio en el que figuran 798 fosas (13 más que en el mapa de la Junta de Andalucía) en las que, según el cálculo medio, fueron arrojados los cuerpos de unas 43.500 personas que fueron desaparecidas forzadamente entre 1939 y 1951. Con su desaparición forzada se intentó ocultar el delito de lesa humanidad, aterrorizar a sus comunidades y transmitir un mensaje terrible sobre la idea de ‘justicia’ del nuevo régimen dictatorial y colonial. El repositorio es una herramienta poderosa con todas las fuentes e información conocida relacionada a cada fosa.

Toda esta información está en una web (https://desaparicionforzadadeandalucia.org/) que incluye la sección Cartografía, con 67 mapas generales, provinciales y temáticos. Los mapas son coherentes con los Enfoques que hemos querido abrir para seguir investigando y develando. Por eso hay una mirada de género, colonial, temporal (según las etapas del terror instaurado por los golpistas), resistencias populares y exhumaciones. Tanto el repositorio como la cartografía se ha construido siguiendo una lógicas de gestión de datos que os compartimos en el apartado Diccionario de Datos. Adicionalmente, encontraréis secciones de Documentación y Enlaces en toda Andalucía que ponen en valor el tremendo trabajo político, académico y de movilización de familiares y colectivos memorialísticos que han ido llenando los vacíos que el Estado y sus políticas amnésicas han generado.

Andalucía fue uno de los territorios más castigados por la represión franquista. Es indiferente que allá la guerra no fuera intensa. Se trataba de disciplinar a las y los “bárbaros” del sur y los generales africanistas utilizaron todas las técnicas coloniales que llevaban décadas practicando en el norte de África. La ruta de sangre desde el sur fue brutal. Hablamos de decenas de miles de asesinatos cometidos en Andalucía y en Extremadura, que, en general, han sido invisibilizados por las narrativas oficiales.

Antonio Orihuela, prologuista del próximo libro de la Cartografía de la Desaparición Forzada en Andalucía —que editará La Vorágine— nos recuerda que “hay víctimas y hay verdugos, y confundirlos tiene mucho de enfermedad moral. Si se deshumaniza a las víctimas, si se les niega su pertenencia a una comunidad y su condición humana, nos estamos negando una posibilidad ética de poder distinguir entre el bien y el mal. Si queremos seguir siendo seres humanos tenemos que hacernos cargo de la inhumanidad del otro”. Y continúa: “Tenemos un mapa, incompleto, de las fosas, pero de nada nos vale si seguimos sin poder hablar de las personas que desaparecieron, quiénes eran, porqué desaparecieron, en qué momento, quienes los hicieron desaparecer y cómo se tejió la densa red de su olvido. En efecto, estamos en deuda con más de cincuenta mil historias, las historias de las víctimas de desaparición forzada”.

Estamos tristes —porque cartografiar el horror deja huellas— pero también nos sentimos orgullosas de haber trabajado durante más de un año, codo a codo, con las compas de La Sauceda. Su terca resistencia nos humaniza.