Los Crímenes franquistas en Manzanares

Los Crímenes franquistas en Manzanares (Ciudad Real). La Represión (1) / Tulio Riomesta

 

El 28 de marzo de 1939 las bandas armadas franquistas entraron en Manzanares. Muchos responsables políticos Republicanos, en vez de salir del país, prefirieron asumir sus responsabilidades, confiados en las promesas de franco de respetar la vida de aquellas personas que no hubiesen cometido delitos de sangre. La mayoría de ellos fueron detenidos a los pocos días, sometidos a juicios sumarísimos y directamente fusilados. Igualmente, confiados en estas promesas, muchos soldados del Ejército Republicano, agotados, harapientos y desnutridos iban retornando a Manzanares, donde eran detenidos y encerrados en la plaza de toros.

Unos 2.000 prisioneros de guerra permanecieron allí recluidos durante 2 meses en condiciones muy duras. La falta de higiene, escasa alimentación, y las inclemencias, les ocasionaron intensos sufrimientos. Resultaba especialmente comprometedor haber marchado al frente como voluntarios, y aún más habiendo alcanzado algún grado. Mientras tanto los falangistas provocaron una oleada de terror, acosando, amenazando, insultando y maltratando a simpatizantes o miembros de las organizaciones Republicanas. Además, los moros al servicio de los fascistas acosaban y robaban a los indefensos ciudadanos. Muchos franquistas aplicaron el principio de botín de guerra, sin escrúpulos, saqueando cuanto hallaban a su paso.

Tras las denuncias, mercenarios de la guardia civil y falangistas realizaban registros y perseguían a los izquierdistas locales, que eran apaleados antes de ingresar en prisión. No faltaban las denuncias anónimas por intereses particulares o por disputas vecinales. La Prisión del partido judicial se llenó de dirigentes políticos, líderes sindicales, militantes de partidos de izquierda y excombatientes. En un centro penitenciario concebido para alojar a unos 40 internos, los franquistas encerraron a más de 480.

Las condiciones de vida en las cárceles eran absolutamente inhumanas, hacinados en cubículos, pasillos, patios y galerías, sin suelo donde dormir, ni medios higiénicos, se desarrollaron plagas de piojos, pulgas y otros parásitos. La frugal alimentación, coles podridas, zanahorias y cáscaras de haba, pronto generaron enfermedades asociadas a la desnutrición. Sádicos carceleros, o falangistas ebrios vejaban y humillaban a los Republicanos obligándoles a formar desnudos en el patio, firmes, ateridos de frío. Se torturaba mediante palizas y otros refinados métodos inquisitoriales; había reservada una celda a las mujeres, “la celda trágica”. A 70 infortunados los condujeron a las cárceles de Almodóvar, auténticos campos de exterminio que nada tenían que envidiar a los nazis. Allí cada día morían de hambre 5 o 6 prisioneros esqueléticos y harapientos, debilitados por las enfermedades y la inanición.

Los consejos de guerra aceptaban las denuncias anónimas, lo que unido a la violencia de los interrogatorios, hacía posible la inculpación de cualquier Republicano visto con animadversión por los dirigentes fascistas. No se aportaba prueba material alguna ni se podía rebatir ninguna acusación, dándose sistemáticamente por buenas todas las denuncias y delaciones. Los acusados carecían de asistencia letrada, había una incapacidad absoluta para demostrar su inocencia. No existían garantías de imparcialidad y verdadera justicia, los consejos eran una pantomima cruel y despiadada que envió ante el pelotón de fusilamiento a personas que no habían participado en ningún hecho delictivo.

El tribunal aplicaba la acusación de “adhesión a la rebelión”, un mero trámite previo a la eliminación física de personas que el franquismo quería extirpar de raíz. A los fusilamientos la mayoría de los prisioneros iban ya destrozados, sobre todo por las palizas y torturas recibidas. Con las manos atadas eran transportados en camiones hasta las tapias del cementerio. Las balas segaban las vidas de aquellos infortunados que pagaban así el precio de la derrota. Después los cuerpos eran arrojados a fosas comunes. Los fascistas decidieron que había que castigar de forma contundente y ejemplar todo acto por acción u omisión que hubiera contribuido a entorpecer el triunfo del “alzamiento nazional”. Durante 1939 y 1940, en Manzanares los franquistas fusilaron al menos a 271 hombres. Hasta 70 vecinos fueron asesinados o muertos en prisiones fuera de Manzanares.

La cruel y mortal represión ejercida por los fascistas impidió restañar las heridas y acentuó el profundo abismo entre vencedores y vencidos. El “ejército”, la burguesía y el clero, imprimieron sobre el pueblo llano una castración cultural, censura, oscurantismo, terror, que convirtió a España en un país en blanco y negro. La democracia, la libertad y el protagonismo alcanzado por el pueblo durante la República quedaron relegados al olvido. Esto impidió superar los odios contaminando a varias generaciones el antagonismo visceral entre derechas e izquierdas.

Continúa en Las Fosas (2), y Las Víctimas (3)

Toda la información, y la imagen, procede del excelente trabajo de investigación del Historiador Antonio Bermúdez García-Moreno, República Y Guerra Civil, Manzanares, 1931-1939


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