Las mujeres libertarias que dieron su vida para luchar contra el fascismo

Las mujeres libertarias que dieron su vida para luchar contra el fascismo / A. Garci

El pasado 8 de marzo unas 10.000 personas salieron a las calles de A Coruña, tal y como señalan datos oficiales, para reivindicar los derechos de las mujeres. Las activistas herculinas tienen un largo recorrido en la lucha por la libertad y contra el fascismo. Prueba de ello es el recuerdo de la historia de nuestras “Amapolas libertarias” que fueron ejemplo de valor femenino y de insumisión frente a la opresión impuesta.

El golpe de estado de 1936 impactó en A Coruña con crudeza. Nadie podía imaginar la represión nunca antes conocida que sufriría la ciudad y cualquier individuo sospechoso de oposición al bando nacional. Dos días después de la sublevación militar, un ejército asediaba el edificio del gobierno civil, defendido por sindicatos y vecinos. Desde la calle real comenzó a escucharse un canto que elevaba unas voces a favor de la república. Era una manifestación de mujeres que, con el puño el alto, se enfrentaron a las fuerzas golpistas.

Aquel acto de bravura fue el que posicionó definitivamente el papel singular y fundamental que las mujeres tendrían durante la resistencia antifranquista. Pronto ellas serían las protagonistas. El bando nacional las subestimaba, centrando su atención en los hombres opositores. Situación que permitió a las compañeras tener suficiente espacio para organizarse y crear las que se llamarían “casas refugio”.

La mayoría de ellas eran mujeres anarquistas y constituyeron el verdadero núcleo de la oposición al bando nacional. Entorno a aquellos hogares donde se daba cobijo a los perseguidos y represaliados, se fue tejiendo una red que permitió reorganizarse a los grupos que estaban siendo represaliados. Los refugios se transformaron en el centro de operaciones y en los escondites seguros para guardar la propaganda prohibida e, incluso en algunas ocasiones, armamento del bando republicano.

En mayo de 1937 un guardia civil se infiltró como topo en los grupos coruñeses. El enemigo había entrado, disfrazado con la coartada de venir desde Barcelona para organizar un desembarco de armas. Permaneció entre los opositores herculinos alrededor de dos meses, tiempo que le sirvió para hacerse con abundante información que desataría la tragedia.

El 10 de julio comenzaron los asaltos a las casas de las mujeres libertarias de As Atochas. La primera fue la de María Otero, donde los nacionales acabarían con la vida de 4 personas. María fue una de las caídas. Los informes señalan que los anarquistas recibieron a la tropa con cantos a la república. Dos personas también fueron detenidas y torturadas para que declarasen el resto de las localizaciones que ejercían de refugio.

La siguiente en caer fue la casa de Alicia Dorado, panadera anarquista de 25 años. Ella y sus 3 compañeros serían tiroteados también en el asalto. María y Alicia fueron las primeras en ser represaliadas, pero durante los días siguientes la persecución sería enconada y sangrienta. Adela Corales de 41 años fue una de las pocas que consiguió escapar y sobrevivió escondiéndose durante más de un año en los bosques cercanos.

Un compañero militante, Luis Chamorro, fue quien las bautizó como las Amapolas libertarias, en un artículo que les dedicó en homenaje a su lucha: “ Hay muchos casos de heroísmo y sacrificios, en donde, saltando los obstáculos que el fascismo impone, siguen aliviando la situación de los trabajadores que están perseguidos; muchas han caído en el camino; pero, por una que cae, se levantan cien para cubrir el puesto (...) y con nuestro pensamiento os mando un manojo de amapolas (rojas y negras), como vosotras hacíais cuando caía un galeote de la Libertad; que muy pronto a las caídas en la lucha pondremos en sus tumbas.”


Fuente → entrenosdigital.com

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