Las manos de Fraga, manchadas de la sangre de Julián Grimau
Las manos de Fraga, manchadas de la sangre de Julián Grimau
Angelo Nero

43 años después del asesinato de Grimau, 30 años después de la muerte del dictador, quedaba bastante claro que este último había dejado todo “atado y bien atado”, ya que el franquismo seguía presente en las instituciones políticas y judiciales

 

Una leve tensión invadió ayer a los presentes en la Comisión Constitucional del Senado cuando debatió y votó un texto para rehabilitar la figura de Julián Grimau, fusilado por el régimen franquista en 1963. Un miembro del Gobierno que llevó a cabo el asesinato se sentaba entre los senadores.

En la moción, presentada por IU, se pide al Gobierno «la rehabilitación ciudadana y democrática de la figura de don Julián Grimau, víctima de la represión franquista». Grimau era un líder comunista detenido en 1962, torturado, condenado a muerte y ejecutado. En el Consejo de Ministros que le negó el indulto se sentaba Manuel Fraga, hoy senador del PP y miembro de la comisión. Fraga y todo el Grupo Popular se opusieron a la moción, aprobada con los votos de los demás.”

Así comenzaba el artículo escrito por el periodista de El País, Pablo Xímenez de Sandoval, publicado en ese diario el 15 de noviembre de 2006. El dirigente comunista había sido asesinado 20 de abril de 1963, por un pelotón de soldados que dispararon contra él 27 balas, hicieron falta 3 tiros de gracia más para acabar con su vida, después de un juicio farsa, en el que fue condenado a muerte por “rebelión militar continuada”. Antes había sufrido terribles torturas, e incluso había sido arrojado por una ventana, una práctica policial en la que perdería la vida, seis años después, Enrique Ruano.

A pesar de la presión internacional, de los cientos de miles de telegramas pidiendo que no se ejecutara la pena de muerte, entre los que estaban los del dirigente soviético Nikita Jruschov, del papa Juan XXIII, del presidente norteamericano John Fitzgerald Kennedy, del primer ministro italiano Aldo Moro, del alcalde de Berlín Willy Brandt, o del líder laborista británico Harold Wilson, a pesar de las manifestaciones en París, en Roma, y en otros lugares del mundo, el consejo de ministros franquista, en el que estaba Manuel Fraga, entonces ministro de Información y Turismo, negaron la petición de indulto y ratificaron la sentencia que llevaría a Julián Grimau delante de un pelotón de fusilamiento.

43 años después del asesinato de Grimau, 30 años después de la muerte del dictador, quedaba bastante claro que este último había dejado todo “atado y bien atado”, ya que el franquismo seguía presente en las instituciones políticas y judiciales, también, hay que señalar, en las militares, religiosas y en los poderes económicos, gracias a una transición que había blanqueado las camisas azules, y había regalado trajes de demócratas para todos. Pero, como señala la crónica de Pablo Xímenez, nadie quería renegar de su pasado:

El senador que proponía la moción, Eduardo Cuenca, hizo un relato pormenorizado de los hechos que llevaron a Grimau al paredón. Tras describir el truculento interrogatorio en la Dirección General de Seguridad (Grimau fue suicidado por una ventana y sobrevivió) la intervención tenía un momento calculadamente tenso: «Durante aquellas fechas se llevó a cabo una campaña de propaganda falaz por el responsable de información del régimen, que pretendía identificar a Grimau como un criminal». El ministro de Información era Manuel Fraga. Estaba sentado a dos metros del senador Cuenca, quien añadió que debería pedir perdón. Fraga no intervino.”

Hasta 2019 no le retiraron el título de Hijo Adoptivo en Ferrol y A Coruña -pero todavía es hijo adoptivo de Santiago, Ferrol, Cedeira, Pontedeume, Verín, Tui y Cervo, y predilecto de Vilalba-, aunque el líder de la oposición, el popular Alberto Núñez Feijóo, que sería su vicepresidente en la Xunta de Galicia, sigue reivindicando su legado, un legado manchado de sangre, como el de todos los que participaron en la maquinaria represiva de la dictadura. El Partido Popular, heredero de los postulados políticos de Manuel Fraga, es por lo tanto heredero también de un pasado franquista que conviene recordar cuando se invoca el recuerdo de luchadores antifascistas como Julián Grimau. La crónica de El País, no podía ser más clara: “Fraga vota en el Senado contra la rehabilitación de Julián Grimau”. Terminaba con estos párrafos que no dejan lugar a equívoco:

El portavoz del PP, Carlos Gutiérrez, aclaró su rechazo a la pena de muerte y su «respeto» a Grimau como persona. Pero, tras invocar la concordia de la transición democrática, justificó su voto en que no es competencia del Legislativo, sino del Tribunal Supremo, revisar un caso ya juzgado.”


Fuente → nuevarevolucion.es

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