Fútbol y franquismo como síntoma de desmemoria histórica

Fútbol y franquismo como síntoma de desmemoria histórica
Carles Viñas

La polémica generada a raíz de la difusión de un vídeo desde las redes sociales oficiales del Real Madrid en el que se vinculaba al FC Barcelona con el régimen franquista ha servido, además de relegar otros debates relevantes a un segundo plano, para constatar cómo uso de prácticas como la divulgación de las falsas verdades permiten reescribir la historia.

 

Paradójicamente, en el mundo actual el acceso a la información, mayor que nunca, convive con el abombamiento de fake news dirigidas a reconstruir y modelar relatos o, directamente, negar la realidad. Pero lo más preocupante del caso no es que el vídeo, basado en medias verdades y falsedades, trate de hacer pasar buey por bestia gorda, sino que el club lo haya difundido, consciente de su contenido, por sus canales oficiales, hecho que le otorga una pátina de veracidad a ojos de sus millones de seguidores. Así es cómo se construye la post verdad. Sin embargo, todo ello evidencia nuevamente el tratamiento y uso que se hace del pasado y cómo éste se puede modular gracias a la desmemoria colectiva ya la banalización de la dictadura. Esto es lo realmente preocupante. Una vez más, el fútbol se convierte en una metáfora de la sociedad.

De la misma manera que los partidos que difunden discursos de odio tratan de desmenuzar y poner en entredicho derechos y consensos sociales que creemos totalmente asentados en sociedades democráticas avanzadas, en el caso del fútbol explotado por el franquismo necesario, de nuevo y en pleno siglo XXI, realizar un ejercicio de recuperación de aquella memoria histórica que entendíamos incuestionable. Parece mentira que a estas alturas sea necesario volver a explicar según qué, pero ante el alud de desinformaciones y manipulaciones sólo nos queda documentar los hechos.

Josep Sunyol, presidente del FCB, fusilado en 1936, con Lluís Companys, presidente de la Generalitat, fusilado en 1940 
 

La asunción del poder por parte de los nacionales después de la Guerra Civil supuso la extensión de los mecanismos de control social y político en todos los ámbitos de la sociedad, incluido el deporte . Así, las nuevas autoridades, mediante la Delegación Nacional de Deportes (DND) presidida por el general Moscardó, iniciaron una campaña de depuración encaminada a ahuyentar cualquier signo de disidencia y situar, en los cargos dirigentes de clubs, federaciones y entidades deportivas a personas afines al régimen, mayoritariamente falangistas o militares. Todos los clubs pasaron por el aro, pese a que los procesos fueran desiguales. Así, aquellos equipos que se habían significado política o socialmente en el pasado, tanto por su identificación con el catalanismo y el republicanismo como fue el caso del FC Barcelona sufrieron investigaciones policiales, sanciones y todo tipo de tropiezos, mientras que otros, que no se percibían como «desafectos» pudieron reanudar la actividad de forma rápida. Pesaban todavía demasiado hechos como la adhesión a la campaña en favor del Estatut, el silbido a la Marcha real en 1925, la colectivización del club por parte de sus empleados durante la guerra, la gira por tierras americanas (que va comportar sanciones de dos años sin jugar por los futbolistas participantes) o, incluso, que su fundador fuera un extranjero protestante integrado en la sociedad catalana y que se había suicidado (motivos por los que se impidió dar su nombre al Camp Nou ). Por todo ello, la depuración en el caso del Barça duró 14 meses. Además, a la entidad barcelonista, como también soportó el CE Júpiter, le impusieron un cambio en el diseño del escudo (las cuatro barras eran un exceso por el régimen) e, incluso, en algún momento desde el diario Marca llegó a proponerse un cambio de nombre (CF España). El Barça para muchos seguía siendo la quinta esencia del separatismo y el anti-España , no en vano la obsesión del régimen era descatalanizar el club.

Al frente del mismo se colocó en febrero de 1940 a Enrique Piñeyro, Marqués de la mesa de Asta, ayudante de campo del general Moscardó durante la guerra y antiguo militante de Renovación Española, la formación monárquica derechista liderada por Calvo Sotelo. Entre los directivos de la época encontramos también al guardia civil Manuel Bravo Montero, socio del Espanyol y jefe del Rondín Antimarxista, un grupo paramilitar formado por policías y falangistas dedicado a detener y torturar a diestro y siniestro al margen de las autoridades. De hecho, Piñeyro acabaría dimitiendo harto de las arbitrariedades y coacciones que sufría el Barça (como por ejemplo la derrota por 11 a 1 ante el Real Madrid en la vuelta de las semifinales de Copa del Generalísimo jugada en 1943 en que en el descanso las autoridades presionaron en el vestuario a los jugadores barcelonistas).

La dictadura, aislada a raíz de la derrota del Eje en la Segunda Guerra Mundial, acabó instrumentalizando el fútbol de una forma dual: como herramienta diplomática y como vehículo de cohesión interna en clave patriótica . Sin embargo, hay que decir que la apuesta inicial del régimen en cuanto al fútbol era promover al Atlético Aviación, el equipo de los militares, que es quien de hecho ganó las dos primeras ligas después de la Guerra Civil. Sin embargo, el más que controvertido fichaje de Alfredo Di Stefano en los años cincuenta y los logros deportivos alcanzados entonces por el conjunto blanco provocaron que, finalmente, fuera el Real Madrid el que disfrutes de las simpatías del régimen. Este hecho fue hábilmente explotado por el presidente madridista del momento, Santiago Bernabéu, persona bien conectada con las altas esferas de poder de la dictadura y los círculos militares más cercanos a Franco. De hecho, Bernabéu, ex jugador blanco, había simpatizado con la CEDA, la formación derechista liderada por Gil Robles. Poco después del Golpe de estado de julio de 1936, ya con 41 años, se enroló como voluntario en el bando nacional, y se encuadrará en la División 150 del Cuerpo de Ejército Marroquí comandada por el general Muñoz Grandes quien, a banda de liderar la División Azul de voluntarios españoles que combatieron junto a los nazis en el frente oriental, posteriormente fue vicepresidente del gobierno español y Ministro del Ejército. Con esta unidad, Bernabéu entró desfilando triunfalmente en Barcelona con las tropas nacionales en enero de 1939.

Sin embargo, paradójicamente, la historia siempre nos depara giros sorprendentes, como es que los presidentes de ambos clubes, FC Barcelona y Real Madrid, fueron ejecutados durante la Guerra Civil. Josep Suñol, el empresario azucarero que presidía el Barça fue fusilado al inicio del conflicto en la Sierra de Guadarrama, mientras su homólogo blanco, Antonio Ortega, coronel del Ejército Popular y miembro del Partido Comunista de España ( PCE) fue ejecutado en Alicante en 1939. Lejos de ser evocadas sus figuras fueron silenciadas y su recuerdo enterrado durante la dictadura. No fue hasta muchos años después de la muerte de Franco cuando grupos de socios barcelonistas empezaron a hacer ruido para recuperar la memoria del llamado «presidente mártir». Por último, tras varios actos y demandas, la figura de Suñol fue rehabilitada y recibió el reconocimiento por parte del club, que dio su nombre al Palco del Camp Nou . En cambio, y ésta es una diferencia bastante significativa, el Real Madrid ignora la figura de Ortega, hasta el punto de que no aparece en la nómina de presidentes que se reproduce en la página web oficial del club blanco bajo la excusa de que no fue escogido por los socios (como el idolatrado Bernabéu). Una invisibilización lo suficientemente ensordecedora por un equipo que ahora vindica, de forma interesada y subliminal, su pasado republicano. Ya que se ponen… ¿Veremos nunca aplicar la ley de memoria histórica en relación al nombre actual del estadio madridista?

En síntesis, el franquismo explotó el fútbol en su beneficio (diplomático y patriótico) y controló a todos los clubs a través de sus directivas y los procesos de depuración. Por tanto, es innegable que el FC Barcelona contó con presidentes afines al régimen ya Falange, como también lo es que glorificó la figura del dictador y enalteció a los caídos por España. Obviedades aparte, también es notorio que, mientras el Real Madrid siempre se adaptó al contexto sociopolítico del momento (monarquía, República, dictadura, Transición…) —como evidencian las declaraciones del directivo Raimundo Saporta: «El Real Madrid es y ha sido político. Ha sido siempre tan poderoso por estar al servicio de la columna vertebral del Estado. Cuando se fundó en 1902 respetaba a Alfonso XIII, en el 31 en la República, en el 39 en el Generalísimo, y ahora respeta a Su Majestad Juan Carlos. Porque es un Club disciplinado y acata con lealtad a la institución que dirige la nación»—, el FC Barcelona —más allá de sus dirigentes— se mantuvo vinculado a una identidad marcada por el catalanismo (de ahí el «Más que un club») en oposición al régimen, no en vano para muchos antifranquistas se convirtió en la antítesis del club del poder.


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