1º de Mayo: La guerra imperialista impone la vida cara y destruye las conquistas sociales

1º de Mayo: La guerra imperialista impone la vida cara y destruye las conquistas sociales


¡Alto a la guerra, subida general de salarios y pensiones, reversión de todas las privatizaciones!

¡Referéndum Monarquía-República!

La fiesta internacional de los trabajadores nos invita a reunir los elementos principales de la situación política y social. El Primero de Mayo se estableció en 1889 para celebrar la unidad internacional de los trabajadores, por acuerdo del movimiento socialista europeo en solidaridad con los de los Estados Unidos, por la jornada de ocho horas.

La guerra y la vida cara, la pérdida de los derechos históricos conquistados se han impuesto. Entre los dirigentes sindicales pegados a los intereses del Estado domina la tendencia a huir de la realidad. Tal es el caso de los dirigentes de CCOO y UGT: ante el bloqueo de la negociación colectiva, que impide a los trabajadores recuperar su nivel de vida frente a la subida de los precios y la persistencia de la guerra como telón de fondo de la crisis, los dirigentes prefieren amagar con movilizaciones inexistentes y hablar -como cortina de humo- del próximo ciclo electoral. Mientras tanto, los bancos y grandes empresas declaran la multiplicación de sus beneficios, al tiempo que son dopados por el gobierno con miles de millones de préstamos de la Unión Europea para la “recuperación de la actividad económica”. El incremento de los tipos de interés, y la falta de liquidez de las entidades financieras sigue amenazando la estabilidad bancaria y dificulta el pago de las hipotecas. Las promesas repentinas de pisos sociales por parte del Gobierno no se pueden entender sino como parte de la campaña electoral anticipada en la que vivimos; promesas que se diluyen en cifras que no se corresponden con la realidad, y que no resuelven los obstáculos a los que se enfrentan las familias trabajadoras y sectores populares a la hora de lograr el derecho a la vivienda. De otro lado, la sequía evidencia la falta de un Plan Hidrológico Nacional que proteja la vida vegetal, animal y humana, y se suma a los problemas estructurales abandonados por la casta política, como la gota que desborda el vaso de la crisis.

Los dirigentes oficiales se han puesto de espaldas a los principales movimientos reivindicativos del personal sanitario, de los funcionarios de justicia y los abogados del turno de oficio; de la huelga de los trabajadores de Inditex que, por cierto, han conseguido una subida salarial de 382 euros. El divorcio entre los dirigentes sindicales y las reivindicaciones de los trabajadores se ha extremado, como ha sido el caso de la huelga de los trabajadores de Navantia (Cádiz), o el largo conflicto de los de Tubacex. Dicho divorcio afecta directamente a la afiliación sindical, que pasa por sus peores momentos históricos, mientras aumenta la explotación con jornadas de trabajo interminables, con el carrusel de los despidos y la precariedad. Como consecuencia de todo ello las condiciones de vida y de trabajo han empeorado sensiblemente.

Los Estados han emprendido un nuevo giro antisocial contra las pensiones y los salarios, contra la sanidad y la educación…, que pretenden un retroceso generalizado en un contexto de guerra, como el que representa el primer conflicto militar entre grandes potencias desde la Segunda Guerra Mundial, con el empleo de enormes recursos financieros que se retraen de gastos sociales. Los dirigentes sindicales oficiales obvian la ofensiva capitalista y obvian la guerra, por lo que sus discursos quedan vacíos de contenido real, y se reducen a recitar tópicos del consenso y del pacto social. La falta de principios, que fueron los que constituyeron en la historia al movimiento obrero en la lucha por la emancipación de los trabajadores, se expresa en el silencio cómplice de los efectos de la guerra y en la pasividad ante la pérdida de derechos y conquistas sociales y democráticas. La bandera de los trabajadores y de sus organizaciones independientes de este 1º de Mayo no puede ser otra que la de la lucha intransigente contra la guerra imperialista, por las reivindicaciones obreras y populares, entre las que hay que señalar como reivindicación la necesaria independencia económica y política de los sindicatos del Estado, la patronal y la Iglesia.

La crisis y la ofensiva contra trabajadores y pueblos tiene dimensión internacional. Macron y su contrarreforma de las pensiones en Francia se ejecuta, como él mismo declara, en el marco del “fin del dividendo de paz”, mientras que en los grandes centros de trabajo se habla de la necesidad de convocar una verdadera Huelga General hasta ganar. La guerra es una amenaza constante en África, como ponen de manifiesto los acontecimientos de Sudán, donde las potencias occidentales, encabezadas por los EEUU, intervienen en el país poniendo como excusa la instalación de una base naval rusa. La crisis financiera anida también en los presupuestos de los Estados. En EEUU se ha sobrepasado el límite legal de endeudamiento de 31,4 billones de dólares, cuando el mercado del Tesoro de este país es la base del mercado financiero y especulativo internacional, y del mismo dólar como moneda decadente del comercio mundial.

La elevación del techo de la deuda no puede sino conllevar tremendos recortes sociales en todas partes. El senado de Iowa (EEUU) acaba de aprobar una ley que vuelve a establecer la legalidad del trabajo infantil, animando a otros Estados a autorizarlo, y a las empresas a establecer para los niños turnos de tarde y noche. El país de la “democracia” y de “los derechos humanos” no puede esconder sus pretensiones esclavistas para mantener la dominación mundial. El gobernador del Estado afirma “que esto les enseña mucho a los niños y, si tienen tiempo para hacerlo, pueden ganar algo de dinero adicional”. Y esto, en un país que gasta anualmente un billón de dólares en armas y que prepara el reclutamiento masivo de jóvenes para sus guerras, amenazando directamente la soberanía de China. Medidas contra las conquistas sociales de los Estados, con las que se establece una política de guerra cada vez más general. El futuro de la juventud pasa por levantar sus propias organizaciones acabando con el trabajo infantil.

La Unión Europea, enfangada en la guerra detrás de la OTAN, prepara la reforma del Pacto de Estabilidad, para volver a las reglas de disciplina fiscal suspendidas desde la pandemia y prolongadas con la guerra de Ucrania. Reglas basadas en el techo de gasto público neto, en las prestaciones de desempleo y en los intereses de la deuda. Y en muy poco tiempo, Sánchez ocupará, por turno, la presidencia de la Unión Europea… La sangría social afecta a las grandes economías europeas. Pero la destrucción del poder de compra de las rentas del trabajo en España es de las más altas de la OCDE, señalando oficialmente un retroceso del 5,3% de los sueldos reales de los trabajadores.

En la fiesta internacional de los trabajadores, venimos a reclamar el fin de la guerra, el aumento general de salarios y pensiones para hacer frente a la insoportable carestía de la vida, con el establecimiento de un salario y pensión mínima de 1.400 euros, con subidas automáticas según la subida de los precios. Por una jornada real de 8 horas y semanal de 40. Por la defensa de todos los servicios y empresas públicas, que contemple la reversión de todo lo privatizado, comenzando por la sanidad y la educación.

Todas y cada una de las reivindicaciones sociales y democráticas que se formulen ante el 1º de Mayo han de plantearse en qué marco político, qué cambio político e institucional hay que promover, en el que tengan cabida las demandas que se defienden. Las aspiraciones al cambio político y social se concentran en la demanda de un referéndum legal y vinculante que permita a los pueblos decidir sobre Monarquía o República.


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