España, España, España
España, España, España
Ángel Viñas

 

Ruego a los amables lectores que no se desanimen al leer el título de este post y puedan, incluso fugazmente, pensar que he pasado a engrosar las filas, recias, prietas, marciales, de los historiadores que dan soporte al PP y/o a VOX. Estoy encerrado tras cinco candados en el ático de mi casa. Soy presa tardía, pero presa al fin, de la COVID. Me entretengo leyendo algunas novelas creo que no traducidas al castellano sobre la posguerra en Hamburgo de 1946 a 1948. Tienen una impresionante descripción de la corrupción y el estraperlo durante la ocupación británica. Fue en Hamburgo donde me inicié en los misterios del alma germana diez o doce años después y siempre he sentido cierta debilidad por la ciudad hanseática.

De vez en cuando también ojeo trabajos antiguos. Entre ellos, me llamó poderosamente la atención un artículo del profesor, y buen amigo, Juan Sisinio Pérez Garzón (elpais.com) sobre un libro que entonces obtuvo el Premio Nacional de Historia.

No lo leí. Señalo simplemente que me pareció ser un pasito más hacia adelante en la hercúlea pugna por hacer pasar, en tiempos del nunca olvidado, pero tampoco deseado, Sr. Rajoy por las tragaderas de una sociedad libre, desacomplejada, pluralista, abierta al mundo e incrustada en la Unión Europea un puré intelectual emanado, cocido y desarrollado en gran medida de épocas pasadas. La labor continúa, soterradamente.

Épocas pasadas, sí pero también vigentes en la actualidad (2023), como puede observarse día tras día leyendo los articulitos sobre historia de la República, la guerra civil y el franquismo que aparecen en medios impresos -y también digitales- de ciertas cadenas.

Siempre me ha irritado el nacionalismo, español y no español. Nunca fui simpatizante de François Mitterrand, pero me sentí al cien por cien detrás de su conocida afirmación: nacionalismo = guerra. Me escapé de los dogmas franquistas tan pronto tuve oportunidad y por una serie de circunstancias que expondré en un próximo libro terminé escribiendo historia como vi que se hacía en Alemania, Francia, Gran Bretaña y, algo menos, en Estados Unidos. Es decir, no tomar ninguna idea, ningún enfoque, ninguna interpretación que no estuviera basada en o corroborada por evidencia primaria relevante de época debidamente encuadrada.

Tal condición es necesaria, pero no suficiente. Hay que añadir la capacidad de interpretación del historiador. Afortunadamente, no todos somos iguales. Incluso hay algunos que son malos y/o bastante malos.

En ocasiones he afirmado que para mí el pedazo de historia que merece más atención en el caso español es la que se inicia en 1931. Esta aparente boutade es simplemente el reflejo del hecho que las evidencias documentales sobre la misma han estado secuestradas hasta bien avanzada la actual etapa democrática (algunas continúan así). Tal circunstancia no permitió resolver numerosos problemas históricos con el adecuado aparato primario

En contra, asistimos al renovado énfasis en los siglos del Imperio, del descubrimiento de América, de una “Reconquista” de pata coja que duró la friolera de casi siete siglos, la romanización en la que la inexistente España dio a Roma tres emperadores y así hasta llegar a la prehistoria “protohispánica”. Siempre llena de gloria inmarcesible.

Se olvidan cosas. España fue uno de los primeros Estados modernos (como también Francia e Inglaterra, “enemigos” seculares) pero su Imperio no fue español estrictu senso. Fue más bien el de la rama hispánica de la Casa de Austria. Adalid de la Contrarreforma -y por consiguiente en el lado para muchos incorrecto de la Historia. Evitó en su suelo las batallas de religión, sí, pero a costa de otorgar privilegios extraordinarios a una Iglesia que para varios millones de europeos tampoco se encontraba en el lado bueno. Las guerras de religión en Europa central y occidental tuvieron su correlato en la exportación de los tesoros de la explotación de las Indias. Murieron menos “españoles” sí, pero los que no murieron no lo pasaron demasiado bien.

Inmune, merced a una férrea disciplina impuesta por la Iglesia y la Corona y alineada con el espíritu y la espada menendezpelayista de Trento, tampoco fue aquella España uno de los focos de los que irradiaron las semillas y flores de la Ilustración. No fue una casualidad que crecieran potentes en países no católicos (Holanda, Inglaterra, Escocia, Prusia), en partes de la católica pre-Italia y, tras una serie de guerritas internas, en Francia como eterno rival de España.

Tampoco es de extrañar que la historia nacionalista española, producto en gran medida del siglo XIX, sublimara, tras la pérdida de las colonias, una supuesta virtud especial de la “raza hispánica” y que llegara a su paroxismo en el primer tercio del siglo XX, con numerosos “pensadores” inculpando a los rosacruces, carbonarios y masones, transmutados después por arte de magia en anarquistas, socialistas, comunistas, librepensadores, etc, es decir, en la “Anti-España”. Muchos continúan siendo reverenciados. Da cierto pudor mencionar nombres.

La Corona, la aristocracia vieja y nueva, la Iglesia se abroquelaron ante los efluvios emanados de las revoluciones burguesas europeas y de una muy incipiente industrialización. España se desgarró en sus carlistadas y en los caprichos de dos de sus soberanos más estúpidos de su historia, Fernando VII e Isabel II. La distancia con Europa no se mitigó demasiado. La revolución industrial quedó para después. Y llegó la República.

En un libro que saldrá próximamente y que me cabe el honor de prologar, un estimado colega, el profesor Francisco Sánchez Pérez, abordará el todavía, para algunos, no cerrado tema de cómo y por qué llegó. Sólo hay que echar un vistazo a algunos artículos de los eminentes periodistas, “especializados”, que han aparecido últimamente en ABC.

Fue un paso prometedor, pero ….la República fue vencida merced a la ayuda de Dios, de Nuestra Señora y del apoyo de ángeles y arcángeles, de la Santa Madre Iglesia Católica, Apostólica y Romana y la virilidad de una raza (Franco dixit) que no se resignaba a morir. ¿El masivo apoyo nazi-fascista? Sólo son las izquierdas quienes siguen hinchándolo….

Todavía hoy está por ver que los historiadores patrióticos, desde la extrema derecha a la derecha tibia, asuman la importancia de la doble conjunción que hizo inevitable aquella victoria, ya anunciada en el otoño de 1936. No fue nada sobrenatural: fueron la no intervención (de la SdN ha afirmado recientemente un conocido escritor en un artículo en ABC) y la colosal ayuda de los camaradas de camisas negras y pardas. En paralelo se ha exagerado hasta el delirio la soviética como correlato de la estupidez, todavía viva, de que la República se encaminaba a una revolución pro-soviética.

¿Y de Franco, qué? Ya no se estilan las preces en favor de que el Vaticano instruya un proceso de beatificación. Sin embargo, están por ver los historiadores españoles “patrióticos” que hayan impugnado, con EPRE, los camelos que esmaltan el expediente militar del dictador (al alcance de todos en el AGMS), sus embustes sobre su inigualable valor en una mini-acción en África para que le dieran la Laureada de San Fernando, sus lloros ante S. M. el Rey (a quien luego traicionó vilmente), sus manejos para hacerse con una fortunita durante la guerra y la postguerra y su aportación para proyectarse en el relato oficial como el líder indiscutible de la sublevación contra la República.

Por no hablar de su galaica sabiduría a la hora de “engañar” a los norteamericanos con su autoproyección como la primera (sic) espada en Europa que venció al comunismo, ocultando eso sí las cesiones de soberanía que costó dios y ayuda reajustar. O los mitos sobre el plan de estabilización y liberalización.

Teóricamente existen alternativas. Pero para defender estas es necesario aportar la evidencia primaria imprescindible. Si no se exhibe quedan en lucubraciones, sueños, deseos o, en el peor de los casos, estupideces. No sorprende que España, todavía en 2023, no haya sido capaz de ajustar las cuentas con su pasado, mediato e inmediato.

Claro que este último es menos sanguinolento que el de las potencias fascistas y de los gobiernos títeres de la Europa ocupada. Todos han sabido lidiar con su pasado. Una parte de la España de nuestros días, no. Se refugia en el Imperio y desdeña el pasado reciente. Con eminentes historiadores de la talla de los líderes de Vox y del PP, sigue agarrada a supuestas verdades eternas. Incluso pareciera que algunos echan de menos la Santa Inquisición. Vivir para ver.

Con este post desearía despedirme de los amables lectores durante una temporada. He aguantado, con solo una pequeña interrupción, casi diez años. Mi intención la anuncié en diciembre de 2013 y empecé a elevar posts en enero de 2014. Mis intenciones las expliqué en angelvinas.es

Casi diez años después no he parado de publicar libros, buenos o malos, pero siempre con la intención de revelar a los lectores algunas facetas muy distorsionadas del pasado. La COVID me ha dado un toque de alarma. Conviene que me concentre en finalizar mi tarea. El libro terminado saldrá el año que viene. En el curso de este daré con un amigo un repasito a uno de los factores más distorsionados en la historiografía española y extranjera pero que contribuyó lo suyo a la victoria de Franco (¿el mayor genio militar y político español de todos los tiempos?). No sé adónde llegaremos y por dónde. Decidirá el análisis de la EPRE que vamos acumulando.

NO SE TRATA DE UN CIERRE TOTAL Y ABSOLUTO. AL BLOG CONTINUARÉ ELEVANDO REFERENCIAS A TRABAJOS PROPIOS Y EXTRAÑOS. MANTENDRÉ EL DIÁLOGO CON LOS LECTORES. SUBIRÉ ARTÍCULOS DE OTROS HISTORIADORES. SEGUIRÉ EMPERRADO EN BATALLAR POR LA HISTORIA. Y TAMBIÉN HARÉ CRÍTICA. LO QUE CONSEGUIRÉ ES MÁS TIEMPO PARA PENSAR.


Fuente → angelvinas.es

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