46 anys, finals de 1977
46 anys, finals de 1977
Domènec Martínez García 

 

Si el eco de su voz se debilita, pereceremos.
Paul Éluard

Ya han pasado 46 años. Muchas de las personas nacidas en un sistema de libertades y democracia (sin duda mejorable, pero también amenazado con retrocesos), desconocen que sucedió esa noche del 24 de enero de 1977 . El alumnado y el profesorado de los institutos y de las escuelas que tenemos la suerte de visitar cuando nos invitan a ilustrar fragmentos de la dictadura franquista, quedan mudos cuando comentamos algunas historias de la transición. “Nadie nos había contado nada”, afirman unos y otros. Un déficit democrático que debe corregirse, urgentemente, con la aplicación en las aulas de la nueva Ley de Memoria Democrática. Ley 20/2022.

Por esta razón he querido recuperar y actualizar algunas de las cosas que escribí en 2017, con motivo del 40 aniversario. También he añadido otros elementos de este hilo de la memoria y la lucha contra el olvido en Terrassa.

[Fa 40 anys la història es va accelerar. En aquella època em va tocar viure a Madrid les manifestacions, vagues i lluites populars contra la dictadura. Formava part del nucli de direcció de la UJCE. Veníem d’un 1976, cabdal en la lluita per les llibertats. La darrera setmana de gener va ser tràgica, com ho va relatar Juan Antonio Bardem a la pel·lícula “Siete días de enero”. El dia 23 havia estat assassinat a trets pels grups d’ultradreta l’estudiant Arturo Ruiz García, que participava en una manifestació pro amnistia. El dia 24, i en la manifestació de protesta per aquest atemptat, Mari Luz Nájera moriria per l’impacte d’un pot de fum de la policia. El pitjor va arribar a les 22,30 d’aquell dia. Tres ultradretans entren al despatx d’Atocha, 55 i disparen contra les nou persones que troben. Luis Javier Benavides, Serafín Holgado, Ángel Rodríguez, Javier Sauquillo i Enrique Valdelvira, cauen morts. Miguel Sarabia, Luís Ramos, Dolores González y Alejandro Ruíz-Huerta (la única persona que encara viu d’aquella massacre), van ser greument ferides.]

Commoció, incredulitat i molta incertesa. En una crònica de la transició vam escriure això:

Enero negro de 1977. En democracia todo es posible, pero la libertad está aún por llegar, y nada será fácil. El domingo día 23 de enero de 1977 los pistoleros de Fuerza Nueva habían atacado a unos manifestantes que pedían libertad y amnistía. Arturo Ruíz, un estudiante de 19 años cayó muerto de un disparo en la cabeza. El día después María Luz Nájera, estudiante de sociología caía al suelo con la cabeza destrozada por un impacto de bomba de humo disparada por la policía antidisturbios. Pero lo peor está todavía por suceder. La noche del 24 de enero de 1977, nos encontrábamos en Madrid un grupo de jóvenes del Secretariado de la UJCE (Rafael Carmona, Concha Fondo, Domènec Martínez, Víctor Viñuales, José Vázquez…), el ambiente era muy tenso en la capital. Ruido de sables en los cuarteles militares y provocaciones constantes de la ultraderecha en la calle. La noche sería muy larga. Una persona del Comité Provincial del PCE en Madrid nos informa de lo sucedido en Atocha 55. Han disparado a sangre fría y a cara descubierta contra los presentes en el despacho de abogados. Las cinco personas muertas y las cuatro gravemente heridas, son militantes de CCOO y del PCE. (Años más tarde José Luís Gallardo, dirigente de la JC de Canarias nos explicó que llegó al piso de madrugada y se encontró un armario detrás de la puerta, era todo nuestro sistema de blindaje). Al día siguiente se rinde homenaje a las víctimas en el Colegio de Abogados presidido en aquella época por Antonio Pedrol Rius. Emociones contenidas y consignas para evitar cualquier tipo de provocación.

La multitudinaria manifestación del día 26, silenciosa, serena, responsable, organizada por el Colegio de abogados, y con servicio de orden de la militancia de CCOO y PCE, fue determinante para hacer posible la transición democrática. Con todas las insuficiencias, dificultades, amenazas y condicionantes sangrientos, como es hoy notorio y conocido.  

Tal y como he comentado al inicio, en 2017 y con motivo del 40 aniversario, tuve ocasión de revivir (con Consol Hernández, que también vivió en Madrid, aquellos tiempos de revuelta), aquellos hechos que nos marcaron por siempre. (Javier Sauquillo era uno de nuestros abogados que presentó denuncias contra las torturas durante los días que pasamos en la DGS en abril de 1976).  

[Homenaje y reivindicación de esta memoria combativa que, este año, 2017, la Fundación Abogados de Atocha, ha querido reconocer en el Colegio de Abogados de Madrid, y en el artista plástico Juan Genovés. Uno de los momentos más entrañables fue el reconocimiento a ese artista vitalista y comprometido con las libertades democráticas. Autor de El abrazo, que se convirtió en un cartel emblemático por la Amnistía. Se vendieron más de 500.000 copias para recoger fondos por los presos y la lucha contra la dictadura. Él mismo sufrió detenciones por su edición e impresión clandestina. El abrazo inspira también la escultura ubicada en Antón Martín, a 20 metros del atentado, que estos días se ha cubierto de claveles y flores rojas. Consol recuerda que ella y Concha Fondo acudieron a su estudio en 1977. Para pedirle una pintura por la UJCE. Es la que se reproduce en una de las portadas de Horizonte, febrero de 1977.

Pero este aniversario ha tenido la virtud de reunir en la misma tribuna del Auditori a Marcelino Camacho, tres mujeres protagonistas excepcionales. Cristina Almeida, Manuela Carmena y Paca Sauquillo, tres abogadas laboralistas, que vivieron muy intensamente aquellas jornadas. Manuela Carmena se salvó, por azar, de ser asesinada, cambió el lugar de reunión previsto a última hora. Las tres eran titulares de los despachos laboralistas más activos de Madrid de los años 70, espacios y profesionales que acogían a los trabajadores y trabajadoras en huelga, oa las personas represaliadas por la dictadura. Se conocieron en la Universidad (cuando muy pocas mujeres accedían), estudiaron Derecho, y tomaron partido activamente por las libertades democráticas y la justicia, en tiempos en que no era fácil de hacerlo. Con trayectorias políticas y profesionales distintas, pero siempre vinculadas a las causas de la igualdad, son ahora, igualmente, un referente de la ética y el compromiso militante con nuevos proyectos de emancipación social. Cristina Almeida, aportando sus conocimientos y energía como jurista implicada en la memoria democrática, contra los crímenes del franquismo. Manuela Carmena, como alcaldesa de Madrid, poniendo rostro y experiencia en las nuevas esperanzas recuperadas con los ayuntamientos por el cambio. Paca Sauquillo, con una dilatada experiencia en el campo de la cooperación, la paz y el desarme, colaborando, junto a la alcaldesa de Madrid, como Comisionada de la Memoria Histórica. Un magnífico ejemplo de esta memoria indómita, con rostro de mujer, tan ignorado y silenciado en el relato de la transición.

Por esta razón el libro Cristina, Manuela y Paca , escrito por Irene Díaz, José G. Alén y Rubén Vega, y editado por Ediciones Península, que se presentó la jornada del día 24 de enero en Madrid, constituye un verdadero monumento a la lucha por la libertad, la justicia y el compromiso militante. Un libro que se gestó hace un par de años, en el marco para recuperar la memoria de los abogados y abogadas que se la jugaron durante la dictadura, constituyendo un referente ético ante la ignominia de los tribunales represivos. Es por tanto un libro indispensable para entender de dónde venimos, y útil para valorar el coste de la libertad y la conquista de los derechos sociales. También para renovar hoy los compromisos militantes y sociales (la democracia no nos la regaló nadie), ante los discursos racistas, xenófobos e insolidarios que cotizan al alza, como el discurso fascista que encarna al nuevo presidente de EEUU, y que aplaude la extrema derecha en Europa. Las tres protagonistas citadas (Cristina, Manuela y Paca) que se definen como voluntaristas, comprometidas y afortunadas, han reivindicado el camino a seguir: el del movimiento de las mujeres ( La marcha de Mujeres de Washington ) y las movilizaciones en todo el mundo contra las medidas y decisiones del gobierno, racista y ultranacionalista, de Trump. ¡No nos rendimos!, afirmaron ante un auditorio hasta los topes.

Un libro de memoria, como recordó Alejandro Ruiz-Huerta, presidente de la Fundación Abogados de Atocha , que nos ayuda a entender la necesidad de perseverar en el conocimiento de la lucha obrera, por los derechos de las mujeres, por la justicia y los movimientos por la paz y la solidaridad. Sin memoria no tenemos futuro.

Quiero hoy añadir, en este 46 aniversario, otras dos referencias entender mejor de dónde venimos. La primera es una aportación en forma de un libro extraordinario que publicó Javier Padilla en 2019. A finales de enero. La historia de amor más trágica de la Transición. Describe el compromiso en el combate por las libertades democráticas de la generación de los años 60 y 70. Y el alto precio que tuvieron que pagar por atreverse a cuestionar un régimen corrupto y dictatorial que castigaba sin piedad los anhelos de democracia y libertad de la gente joven. Es la historia de Enrique Ruano, un joven estudiante de Derecho fallecido en enero de 1969 durante un interrogatorio. La de Dolores González y Javier Sauquillo, ambos abogados laboralistas y víctimas de la masacre de Atocha del 24 de enero de 1977. “Ella resultó gravemente herida y él murió a causa de los disparos recibidos. Mientras la protegia con su cuerpo”. Cuando voy a las escuelas siempre me gusta mencionar este episodio, intento no emocionarme, y decir la edad que tenía mi abogado, Javier Sauquillo, cuando le asesinaron, 30 años.

Hemos tenido la suerte de contar con la presencia de Alejandro Ruiz-Huerta Carbonell, presidente de la Fundación Abogados de Atocha, en Cataluña en distintas ocasiones. Una de ellas fue con motivo del acto que tuvo lugar el día 11 de febrero de 2019 delante de la sede de CCOO de Terrassa. Ese día se puso una placa de recordatorio y de homenaje a las víctimas del atentado fascista en el despacho laboralista de Atocha. La jornada estuvo presidida por el propio Alejandro Ruiz, el único superviviente de la masacre; de Javier Pacheco, Secretario general de CCOO de Cataluña; y por Alfredo Vega, alcalde de Terrassa. El pasado mes de octubre Ivan Ramos, Secretario de CCOO del Vallès Occidental, nos hace saber "nos han robado la placa de homenaje a los abogados de Atocha, estamos indignados, haremos denuncia y la reemplazaremos". Quienes practican la cultura de la violencia, amenazan los derechos y libertades de las mujeres y las conquistas sociales, nos quieren acallar y volver a los tiempos dictatoriales, nos quieren robar la memoria. No lo permitiremos. Por imperativo legal (aplicación de la Ley de memoria) y por imperativo democrático.

Consuelo Hernández, Alfredo Vega, Javier Pacheco, Domènec Martínez, Alejandro Ruiz-Huerta, Enric Cama
Consuelo Hernández, Alfredo Vega, Javier Pacheco, Domènec Martínez, Alejandro Ruiz-Huerta, Enric Cama



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