El Tribunal Supremo español ha rechazado el recurso presentado por
Iratxe Sorzabal y ha confirmado la pena de 24 años de prisión a la que
fue condenada el año pasado. En 2001 fue detenida e incomunicada por la
Guardia Civil. Durante cinco días fue brutalmente torturada hasta el
punto de que tuvo que ser ingresada para tratar las heridas que le
habían provocado, lo que propició que quedara constancia gráfica de las
señales que habían dejado los golpes y los electrodos en todo su cuerpo.
A
pesar de esas evidencias y de los informes del Comité para la
Prevención de la Tortura del Consejo de Europa y de Amnistía
Internacional que presentó la defensa, el tribunal se ha limitado a
señalar que las torturas no se han probado judicialmente y que eso es lo
único que tiene valor. En este caso, como en la inmensa mayoría, no hay
sentencia que corrobore el uso de la tortura, pero existen datos
suficientes que explican por qué no concurren condenas de ese tipo.
Básicamente, porque no se investigaban. Así lo ha confirmado el Tribunal
Europeo de Derechos Humanos en sus distintas condenas al Reino de
España por no investigar las denuncias. Y no eran casos aislados, como
se quiere hacer creer. Los informes encargados por instituciones vascas
confirman al menos 5.000 casos de personas torturadas, lo que da cuenta
del carácter sistemático del uso de la tortura contra la disidencia
vasca. Y por si no fuera suficiente, existen también declaraciones
públicas de exministros españoles que señalan que se trataba de una
práctica habitual en comisarías y cuarteles. Pero la práctica de los
malos tratos, además de ser sistemática, sigue impune en el Estado
español. Incluso cuando las denuncias llegaban a juicio, los victimarios
eran absueltos; y si resultaban condenados, pronto eran indultados y
ascendidos.
Las pruebas de la utilización sistemática de la
tortura en el Estado español resultan abrumadoras y deberían ser
suficientes para que la Administración de Justicia comenzara de oficio
la revisión de todas las condenas en las que existiera la mera sospecha
de su uso. Sería una gran aportación a la resolución de las
consecuencias del conflicto violento.
Fuente → naiz.eus
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