Largo Caballero ante la racionalización de la producción en los años veinte
Largo Caballero ante la racionalización de la producción en los años veinte
Eduardo Montagut
 
El secretario general de la UGT dio una conferencia en la Casa del Pueblo madrileña, dentro de un ciclo de conferencias que había organizado la Federación Local de la Edificación, a raíz de la ponencia que el ministro de Trabajo había llevado a la Asamblea Nacional (estamos en la Dictadura de Primo de Rivera) sobre la racionalización de la industria. 
 
Largo temía que, al final, se diera al sistema de racionalización una aplicación irracional, es decir que se procurara nada más que el aumento de la producción para obtener beneficios, pero a costa de los trabajadores. Y ahí estaría, a nuestro juicio, la raíz de la preocupación del movimiento obrero organizado sobre este nuevo fenómeno. Largo explicó que no era lo mismo racionalización que el perfeccionamiento de la maquinaria, porque podían darse casos de fábricas que contando con maquinaria modernísima tuvieran mal organizada la producción. 
 
Racionalizar era, siempre según Largo, organizar el trabajo. Organizar era estudiar y reglamentar las relaciones entre el obrero y el útil del trabajo, y estudiar los distintos engranajes y escalones humanos de la producción con el fin de hacer ésta en la forma más perfecta, es decir, producir con el menor esfuerzo en el menor tiempo y a bajo coste. La producción racionalizada debería tener como objetivo la simplificación, unificación, normalización y tipificación. 
 
Pero la racionalización también tenía otra faceta, la del aumento del consumo, con un mayor nivel de vida para todos. 
 
En este sentido, el secretario de la UGT recordó que Albert Thomas había llegado a tres conclusiones sobre la racionalización. En primer lugar, se trataba de la organización científica del trabajo en el sentido norteamericano del mayor rendimiento del factor humano, con estudio de la fisiología del trabajo, de la fatiga, del automatismo, de la monotonía, etc. Los norteamericanos se habían dedicado al estudio científico del trabajo, ligando a la investigación de las relaciones industriales, las diversas formas de remuneración, la duración del trabajo, y la determinación de salarios. 
 
En segundo lugar, Thomas había planteado que la racionalización tenía que ver con la organización científica del trabajo en las fábricas o en el sector servicios con vistas a mejorar la producción en general, incluyendo los métodos de organización, dirección y administración. 
 
La tercera conclusión tenía que ver con la organización científica del trabajo en el sentido más amplio de una industria determinada y de la economía nacional: estandarización, anulación del desperdicio, concentración empresarial y comercial, producción y distribución en masa, etc.. 
 
Para Largo, en conclusión, se trataba de obtener por un aprovechamiento racional de los diferentes factores de producción un rendimiento máximo. Pero no se trataba, como pensaban algunos empresarios, de que los obreros produjeran más. 
 
Largo habló de que para que fuera eficaz la racionalización el consumo debía aumentar para facilitar la salida del aumento de producción, pero eso solamente se lograría con un aumento salarial, como habían entendido los capitalistas norteamericanos. En este sentido, hemos podido comprobar en las páginas de El Socialista que este fue un asunto que se trató en las mismas (sacamos algún trabajo en El Obrero, que se puede consultar en las páginas de la hemeroteca de este medio). 
 
Largo quiso ofrecer su propia sistematización de los criterios para la racionalización de la producción, en cinco puntos: 
 
-Dar al trabajo un máximo de eficacia con un mínimo de esfuerzo. 
 
-Facilitar el estudio y la fabricación de piezas en serie. Evitar el despilfarro de las materias primas (“primeras materias”) y de la energía. 
 
-Simplificar la distribución de las mercancías. 
 
-Evitar los transportes costosos, aligerar la industria de las cargas financieras y suprimir los intermediarios. 
 
Si se aplicaban estos criterios los resultados serían los siguientes: 
 
-Ofrecer a la colectividad una mayor estabilidad y un mayor nivel de vida. 
 
-Facilitar a los consumidores precios más bajos y productos más adaptados a las necesidades. 
 
-Ofrecer a los productores la remuneración más amplia y segura. 
 
Largo también pensaba que los gobiernos debían implicarse legislando sobre la racionalización de la producción. 
 
Pero, además de teorizar sobre la racionalización, el verdadero objetivo de Largo era intentar concienciar a los trabajadores de la importancia de esta cuestión por las consecuencias que se pudieran derivar en materia salarial, paro, duración del trabajo, aspectos relacionados con la salud laboral y con la calificación profesional. 
 
Para Largo el capitalismo atravesaba una difícil etapa, aunque reconocía que no había llegado a la última etapa de su evolución. Trataba de adaptarse a las circunstancias adoptando una transformación que le acercaba a la economía socialista. 
 
Entre las tendencias de la racionalización de la producción estaba Taylor que, a principios del siglo XX se había limitado al estudio científico de la labor del individuo con el fin de intensificar el rendimiento eliminando todo movimiento inútil en el trabajo, y reduciendo el tiempo para las operaciones elementales. Pero había sido criticado por las organizaciones obreras norteamericanas porque se habían opuesto a que el trabajador se convirtiera en un autómata mecanizado. 
 
Por otro parte, los científicos habían estudiado la fatiga, la higiene industrial, la protección del obrero contra los accidentes de trabajo, las enfermedades profesionales, etc. Estos estudios tendrían una doble finalidad: el aumento de la producción y la mejora de los obreros. 
 
Largo citó a Fayol, que se había dedicado a investigar la modernización de los métodos de dirección. 
 
También aludió a la Administración norteamericana y su preocupación por la desaparición de los desperdicios y el despilfarro de materiales, por la estandarización para favorecer la fabricación, por el perfeccionamiento de las herramientas, y, por fin, por la baja de precios de venta de los productos. Por fin, no pudo dejar de hablar de Ford. 
 
Largo quería dejar claro que había que estar con la racionalización de la producción, pero en clave obrera, ya que tenía que ir junto con una política de elevación salarial, como hemos indicado. 
 
Por otro lado, no dejó de lado el hecho de que la racionalización podía traer paro, pero principalmente en las industrias peor organizadas. Para evitar que las crisis de trabajo que al principio originase la implantación de sistemas productivos racionalizados causasen los menos problemas para los trabajadores aludió a la importancia de la organización sindical, como freno para los intentos de los empresarios de apropiarse de todos los beneficios. Por otro lado, consideraba que no tenía fundamento el temor a que la racionalización supusiese un aumento de la jornada laboral, y ponía el ejemplo norteamericano, con alusión a la campaña por la semana de cinco días de Ford, y a la fuerza de las organizaciones obreras en sus demandas sobre la semana de cuarenta y cuatro horas. 
 
La cuestión salarial debía resolverse en los comités paritarios. 
 
Sobre el agotamiento físico y la monotonía del trabajo Largo Caballero opinaba que debía ser una cuestión que movilizase a los trabajadores porque a los capitalistas no interesaba mucho, ya que podían renovar constantemente la mano de obra. Las organizaciones obreras debían estar muy atentas para que en los centros de trabajo se aplicasen las mejoras en esta materia y que se iban inventando, sin olvidar la responsabilidad de todos los obreros en formarse y en acceder a la cultura como medios para combatir el embrutecimiento, y para la propia emancipación. Hemos empleado como fuente el número 5960 de El Socialista de 16 de marzo de 1928.
 

Fuente → eduardomontagut.es 

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