Y así lo comentaba una de las supervivientes de la Desbandá, Ana Pomares, a sus 95 años: “Lo que allí hicieron fue un crimen. Y si dijeran, bueno, sólo masacraron a la salida de Málaga o a la entrada de Almería, podría entenderse, si es que se puede entender algo de aquello, pero no, nos persiguieron desde el principio hasta el final.” Entre 150.000 y 300.000 civiles y, un reducido número de milicianos, sin posibilidades de defenderse, salieron desde Málaga a Almería por la carretera de la muerte: la actual N340 que conecta la costa andaluza. Un éxodo masivo de refugiados que no ha tenido la trascendencia de otros eventos como pudiera ser el bombardeo de Gernika. No fue una guerra civil, fue un complot fascista internacional contra la población civil y su legítimo régimen republicano. Carmen Negrín insiste en no llamarlo guerra civil sino guerra de España. ¿Cómo es posible que un genocidio de estas magnitudes se haya ocultado hasta hace unas décadas? Tanto el bando fascista como el republicano ocultaron los hechos. Unos por genocida, otro por dar prioridad a otras ciudades como Madrid, la capital. Málaga quedaba en manos de milicianos de diferentes partidos y sindicatos, sin organización ni unidad. La poca ayuda que recibieron esos civiles fue la del ‘Socorro Rojo Internacional’ de mano de figuras como Matilde Landa, Tina Modotti o el médico canadiense Norman Bethune. Esto demuestra, una vez más, el abandono sistemático de Andalucía. Una nación de la que conocemos nuestra historia por la valentía de sus supervivientes. Y no de mano de nuestras instituciones y educación. Y esa es una de las vivencias más importantes de esta Marcha: escuchar a quienes padecieron esa masacre.
Una masacre que se alargó hacia el exilio y la represión. “Si la guerra fue mala, la posguerra fue peor.” Una frase que se repitió constantemente durante las jornadas informativas. Ana Pomares Ruíz, de 95 años, Maria Amparo Sánchez Monroy de 85 años, Manuel Triano de 86, María Hidalgo de 91 y Carmen Negrín, nieta del ex-presidente del gobierno de la II República, Juan Negrín, han estado presentes en los diferentes actos que han organizado desde La Desbandá. Actos que se han trasladado a los institutos públicos andaluces. Todos los profesores y alumnos se han volcado con la iniciativa. Llevar la voz de la Memoria a los más jóvenes es el mejor mecanismo de romper con el falso relato impuesto sobre ‘las dos Españas’, el ‘cainismo’ y, sobre todo, el silencio que lleva sepultando a todas las víctimas del bando faccioso durante más de 80 años. Nuestra labor como becarios de la Asociación ha consistido en empaparnos de los relatos de los supervivientes, así como la recogida de su material en audio, vídeo y fotografía que darán al nacimiento de una memoria colectiva para el futuro. Estoy seguro de que las próximas Marchas serán todo un éxito y, que su gran participación y popularización, supondrá un impulso para acabar con la impunidad del régimen franquista gracias a leyes como la Ley de Amnistía de 1977. Como soberanista andaluz, quería añadir un dato muy clarificador: toda persona participante que ha portado una bandera andaluza durante la Marcha 2023 ‘La Desbandá’, son personas emigradas. Y es que no hay que olvidar que de aquella desbandá se sigue padeciendo un exilio endémico promovido por la precarización, la no reforma agraria, la no industrialización y una economía extractivista y de sector servicios que condena a miles de andaluces y andaluzas a abandonar su nación desde muy jóvenes. Es de extrema necesidad, como decía el cura jornalero, Diamantino García, que el soberanismo andaluz esté presente en eventos memorialistas y marchas como la Desbandá. No podemos olvidar nuestro pasado si queremos construir nuestro futuro. La Memoria forma parte de la columna vertebral de nuestro proyecto. La juventud lleva la batuta de la sociedad que quiere construir.
Fuente → elsaltodiario.com
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