Febrero, Frente Popular y hegemonía
Febrero, Frente Popular y hegemonía 
Miguel Usabiaga
Junto a la huelga general de octubre de 1934, hubo otros factores de trabajo unitario en la izquierda: la creación de la JSU y de la Federación Cultural Deportiva Obrera, confluencia popular, desde abajo, importante en la formación de Frente Popular

 

En mi casa celebramos cada año dos fechas, el 14 de abril por la proclamación de la República, y el 16 de febrero, día del triunfo electoral del Frente Popular. Son nuestros hitos, el recuerdo de las conquistas y sueños arrebatados, y ambas las vemos ligadas, entrelazadas, unidas. La República no se admira tanto “per se”, como porque fue el escenario que permitió el ascenso de las clases populares al gobierno, para realizar un programa de transformación social, que germinó en el Frente Popular. Guiando la reforma agraria y laboral, la educativa, el laicismo verdadero, sin ambages. Todavía tenemos mucho que aprender de aquellas lecciones. Especialmente de su gestación, ahora que estamos abrazando de nuevo un proyecto de avanzar con otras fuerzas, de sumar. Porque aquella conjunción sumó mucho. Y lo hizo porque recogió un proceso unitario en el que las fuerzas populares venían trabajado tiempo atrás. Principalmente desde el acceso de la derecha al gobierno en 1933, el llamado bienio negro, que detuvo los avances sociales y democráticos que había abierto la Republica; frenando el desarrollo de las autonomías de Euskadi y Catalunya; rectificando la reforma agraria, anulando las conquistas laborales. Y obstaculizando la vida de las organizaciones obreras, el hecho de que no pudieran realizar ninguna reunión sin la presencia de la policía, indica hasta dónde se llegó. Ésas fueron las razones para la huelga general de octubre de 1934, que en Asturias tomó un cariz insurreccional, poniendo el poder en manos de los obreros, de sus organizaciones, UGT y CNT. Una insurrección unitaria de la clase trabajadora, organizada desde abajo en comités revolucionarios que se formaron espontáneamente en cada pueblo, y que recordaba aquella de la Comuna de París de 1871. Uno de los líderes de la llamada segunda fase de la Revolución, fue el luego diputado comunista Juan José Manso. La República, gobernada por la derecha, envió al general Franco para sofocar la revuelta, donde se fogueó para lo que luego representaría su dictadura.

La amnistía para los 30.000 presos de octubre galvanizó la unión de las izquierdas. Manuel Azaña, exjefe de gobierno, líder de Izquierda Republicana fue uno de los presos. Se convirtió en un mártir político, en un símbolo de los represaliados, un puente entre la izquierda moderada y la izquierda obrera. Fue liberado el 28 de diciembre de 1934, e inmediatamente reunió en su casa madrileña a los líderes de su partido que no estaban presos, para indicarles la necesidad de no cometer los errores de 1933 y propiciar una alianza de la izquierda, principalmente con los socialistas. Era reacio a la presencia comunista pues pensaba que podía restar apoyos en el flanco más moderado. A mediados de enero de 1935 formuló esta idea al PSOE, que vivía dividido en dos alas, la más moderada de Indalecio Prieto, que asumió la tesis de Azaña de no contar con el PCE, y la más izquierdista de Largo Caballero, que exigió que en tal proceso unitario estuvieran los comunistas, sino, ellos no participarían. Quería fortalecer el componente obrero de la conjunción electoral, de manera que se hicieran inexorables los cambios sociales. Finalmente, Azaña y Prieto acceden a que esté el PCE. Todos vieron en Azaña un símbolo de los oprimidos de octubre, y un enorme atractivo para conectar con las masas descontentas, con todo el espectro de la izquierda. Y Azaña se lanzó en una campaña de grandes mítines. Era tal el entusiasmo, que se tuvieron que elegir estadios de futbol, o el campo abierto, a pesar de que se cobraba la entrada. En Valencia, la previsión inicial de hacerlo en la plaza de toros se vio desbordada al agotarse las entradas y tuvo que trasladarse al campo de Mestalla. En Madrid, en Comillas, el 20 de octubre de 1935, en un descampado, dicen que se juntaron 400.000 personas. El PCE hizo un llamamiento público para acudir a ese mitin: “Todos al mitin de Azaña”, proclamó en sus carteles. Azaña, con ese potencial, fue empujado a capitanear el amplio movimiento que se estaba gestando, y esos mítines de masas lo encumbraron como el líder de una izquierda potencialmente victoriosa. El 15 de enero de 1936, resuelta claramente la participación del PCE, se firmó la coalición electoral del Frente Popular, formada por Izquierda Republicana, Unión Republicana, PSOE, juventudes socialistas y comunistas, PCE, Partido Sindicalista, POUM, que en Catalunya tuvo el nombre de Front d´Esquerres e incorporó a ERC; en Valencia también tomó ese nombre sumando a Esquerra Valenciana y Partit Valencianista d´Esquerra; en Euskadi a ANV, Acción Nacionalista Vasca; y en Galicia al Partido Galeguista.

La juventud socialista y comunista se une en la JSU

Junto a la huelga general de octubre de 1934, hubo otros factores de trabajo unitario en la izquierda que facilitaron la llegada a ese compromiso electoral. Uno fue la creación de la JSU, la unión formal de la juventud socialista y la comunista, que llevaban mucho tiempo trabajando juntas en la base, habiendo creado comités de enlace entre ambas organizaciones en la mayoría de los pueblos. Y en ese proceso habían limado todos los prejuicios y asperezas. Una unión que se hizo bajo la égida de la Internacional Juvenil Comunista, pues la nueva JSU suscribió sus 21 puntos de pertenencia. La prevalencia de las ideas izquierdistas de Largo Caballero sobre las de Prieto, en la organización juvenil socialista, facilitó este proceso.

Otro fue la construcción de un espacio común para el deporte obrero, donde también coexistían socialistas y comunistas. A fines del siglo XIX se fundó el movimiento deportivo obrero, muy parecido en su estructura a la variante neutral o burguesa. Sin embargo, de forma relativamente rápida tras su fundación, el movimiento comenzó un proceso de fijación de su propio perfil ideológico, bajo la premisa de que el deporte no era un sistema para ganar dinero o gloria, sino para mejorar la salud y las condiciones de vida. Entre los deportistas burgueses la variable económica desempeñaba un papel significativo, mientras que entre los deportistas obreros reinaban otras reglas: no se buscaba la competición en forma extrema, sino el espíritu de superación; se rechazaba la comercialización del deporte y se promovía el amateurismo de los deportistas; el deporte debía servir al pueblo, lo que significaba que todas las personas debían tener la posibilidad de practicarlo; por medio del deporte y de los consiguientes contactos internacionales se deseaba alcanzar la paz mundial. La Internacional Comunista abrazó estos principios, creo la Internacional Deportiva Roja, e instó la creación de células, en los distintos países, de este otro deporte, que en España fue la FCDO, Federación Cultural Deportiva Obrera. Que durante la segunda fase de la República, tras la entrega, en 1931, de la organización los Juegos Olímpicos de 1936 al Berlín nazi, tuvo en España una enorme popularidad, especialmente en el despliegue para organizar en Barcelona unas Olimpiadas Populares alternativas a las de la Alemania fascista.

JSU, FCDO, son momentos de confluencia popular, desde abajo, que tuvieron mucha importancia en la forja del Frente Popular, para la conquista de la hegemonía en el imaginario colectivo, la hegemonía en los sueños, la hegemonía en el terreno de la fantasía, necesaria para sacudir a los oprimidos y hacerles ver que su victoria no sólo era justa sino posible. Y el 16 de febrero de 1936, con el estandarte de la amnistía para los presos de octubre, ganó las elecciones.


Fuente → mundoobrero.es

banner distribuidora