Cultas, críticas, muchas de ellas feministas y transgresoras
Elana Cabrera
El amanecer feminista en la Segunda República
En
cinco años trepidantes, las mujeres consiguieron derechos civiles como
el matrimonio civil, el divorcio y el voto. Para terminar de conquistar
la igualdad, habrían necesitado más tiempo del que tuvieron.

Mujeres de las
Juventudes Socialistas en las jornadas de las primeras elecciones con sufragio
universal en 1933, EFE. elDiario.es.
Todas
las crónicas recuerdan que el día en el que se declaró la Segunda
República era soleado. No se conocían entre ellos pero, a juzgar por sus
respectivas memorias, la aristócrata comunista Constancia de la Mora y
el periodista catalán Josep Pla, coincidieron al mismo tiempo —entre las
tres y las tres y media de la tarde— en la plaza de Cibeles de Madrid,
una en un taxi y el otro a pie derecho, mirando embobados los balcones
del segundo piso del Palacio de Correos y Telégrafos. Había tanta gente
agolpándose en la calzada, que el chófer que llevaba a la joven
Constancia a su casa tuvo que frenar en seco. Ella sacó la cabeza por la
ventanilla para enterarse de lo que sucedía y pudo ver, con el don de
la oportunidad, cómo el personal de la casa desplegaba en el balcón
central una bandera de colores rojo, amarillo y morado. Constancia y el
taxista salieron del coche y se mezclaron con la multitud, que no paraba
de crecer. En el resto de nobles edificios públicos que rodean la
fuente de la diosa griega, descendían las banderas monárquicas y “entre
aplausos frenéticos de la muchedumbre” se alzaba la tricolor.

Josep Pla i
Casadevall, también citado como José Pla (Palafrugell, Gerona, España, 8 de
marzo de 1897 - Llufríu, Palafrugell, Gerona, España, 23 de abril de 1981), fue
un escritor y periodista español en lenguas catalana y española. Fecha de la
imagen: 1918. Autor: Amadeu Mariné Vadalaco - Photo's owner is Arxiu Fotogràfic
de Barcelona. (...). Saber más... WIKIPEDIA.
En
esa tarde “clara y magnífica”, escribe Pla, “una gran cantidad de
gente, más bien pasmada, mira la bandera izada”. Podría haber llovido,
algo plausible un 14 de abril en Madrid, pero que se recuerde siempre
con tanta viveza el clima de aquel día tiene que ver, para algunas
historiadoras, con la identificación del sol como símbolo de luz,
renacimiento y sabiduría, una escenografía entusiasta para el
apasionante momento histórico que oficialmente se decretaba aquel día.
Constancia, que vivía arrullada por el mundo de la alta burguesía del
barrio de Salamanca, nieta de ministros, emparentada con los Maura
—conservadores hombres de gobierno—, casada con un antirrepublicano,
gracias a la República se desclasó como pudo y se divorció en cuanto
pudo, aprovechando la primera ley que lo permitió en España, poco menos
de un año después de la soleada mañana. La Segunda República fue un
periodo de cambios significativos para la vida de las mujeres, tanto en
el ámbito público como el privado, en la cuestión del acceso a la
igualdad legal y a la ciudadanía política. Pero “debido a lo corto del
periodo y a la lentitud con la que cambian las mentalidades y las
relaciones de género”, según afirma la profesora de la Universidad de
Valencia Vicenta Verdugo, no dio tiempo a que estas transformaciones
llegaran a todas las mujeres. Entre mayo de 1931 y el verano de 1933, el
Gobierno socialista promulgó 17 textos legales que hacían referencia
específica a la igualdad entre hombres y mujeres y los derechos cívicos
de estas, aunque encontrarían limitaciones posteriores en la práctica.
Clara Campoamor
1888-1972. Clara Campoamor 1888-1972. Diputada por Madrid en las Cortes
Constituyentes, fue una de las tres que consiguieron escaño cuando las mujeres
podían ser elegidas pero todavía no podían votar, un derecho que Clara tomó por
bandera y del que convenció a gran parte del hemiciclo. Ilustración. María
Hesse. elDiario.es.
Lo
que aparece en los años 30 es una élite femenina que ha podido
disfrutar de estudios superiores, desde el 8 de marzo de 1910 las
mujeres estaban autorizadas para matricularse en las universidades
públicas. Son cultas, críticas, muchas de ellas feministas y
transgresoras. No surgen de la nada: vienen del intenso asociacionismo
anterior, como la Asociación Nacional de Mujeres Españolas (ANME),
creada ya en 1918 por la directiva y concejala María Espinosa de los
Monteros y la periodista y enfermera —conservadora y católica— Consuelo
González Ramos para luchar por el sufragio femenino, la educación y el
trabajo digno. La Unión de las Mujeres de España, presidida por la
marquesa Lilly Rose Schenrich o la valenciana Liga Española para el
Progreso de la Mujer, presidida por Ana Carvia Bernal, se constituyeron
también en la década de los diez. En el manifesto fundacional de la ANME
ya llamaban a “la unión de todas las mujeres para formar un partido
feminista capaz de imponer el debido respeto a nuestros ideales”. “El
feminismo de hoy —explica la profesora de Historia Contemporánea de la
Universidad Carlos III Rosario Ruiz Franco— es deudor no solo del de la
Segunda República sino de todas aquellas iniciativas, propuestas y
reivindicaciones históricas anteriores. Durante la Segunda República lo
que ocurre es que el contexto histórico favorece que se concreten
demandas e impulsen medidas”.
Lucía Sánchez
Saornil 1895-1970. Feminista anarcosindicalista, fue una de las líderes de la
influyente organización y revista Mujeres Libres. Antes de eso y mientras
trabajaba en Telefónica, Lucía estudiaba pintura y publicaba poesía en revistas
del movimiento ultraísta. Ilustración. María Hesse. elDiario.es.
Esta
élite femenina intelectual, muy presente en la opinión pública, estaba
ligada al institucionismo, un proyecto pedagógico que tuvo en la
Institución Libre de Enseñanza su máxima expresión. Formaba parte de él
la Residencia Internacional de Señoritas, creada por la Junta de
Ampliación de Estudios, que ayudaba a los universitarios a estudiar
fuera de España, como un Erasmus de la época. Estaba dirigida por María
de Maeztu, quien había tenido una formación universitaria tanto en
España como en el extranjero, de donde se trajo la idea del 'college'
anglosajón. Por la Residencia pasaron las abogadas Victoria Kent y Clara
Campoamor, la escritora Margarita Nelken, las pintoras Maruja Mallo y
Deli Tejero, la periodista Josefina Carabias, la química Dorotea Barnés
González o la meteoróloga Felisa Martín Bravo, por citar solo algunas de
las muchas mujeres destacadas que convivieron compartiendo una
educación integral que definió el espíritu del momento. De Maeztu
dirigía también el Lyceum Club Femenino desde 1926, un espacio de
libertad, encuentro y discusión del que formaban parte algunas de las
anteriores y muchas otras intelectuales del momento, como María
Zambrano, Carmen Conde, Elena Fortún, Ernestina de Champourcin, Zenobia
Camprubí o Rosa Chacel. Tres de esas mujeres residentes se convirtieron
en las tres primeras diputadas de las Cortes en España: Kent, Campoamor y
Nelken, elegidas gracias al derecho de sufragio pasivo pero en unas
elecciones con sufragio universal únicamente masculino. El Congreso
constituyente del que formaron parte tuvo la encomienda de aprobar o no
el derecho al voto para las mujeres.
María Teresa
León 1903-1988. Escritora de la Generación del 27, María es hija de la
Institución Libre de Enseñanza y licenciada en Filosofía y Letras. Durante la
República, escribió numerosos cuentos y un drama proletario de apoyo a las insurrecciones
obreras. Ilustración. María Hesse. elDiario.es.
Es
conocida la opinión contraria de Victoria Kent: “creo que no es el
momento de otorgar el voto a la mujer española”, dijo dirigiéndose a sus
señorías, “no es cuestión de capacidad, es cuestión de oportunidad”,
defendiendo por parte del Partido Radical Socialista una estrategia
política por el miedo a que las mujeres volcaran su voto hacia las
derechas. Al poco, Alcalá-Zamora le dio un cargo en su Gobierno
Provisional, ejerciendo durante un año la Dirección General de
Prisiones, materializando así el proyecto de humanización de las
insalubres cárceles españolas que ya había iniciado Concepción Arenal.
Desarmando el pensamiento en clave electoral de Kent, Campoamor le
contestó que no dar el voto a las mujeres sería “un gravísimo error
político” y que ella había constatado cómo los mítines congregaban a más
mujeres que a hombres. Tras el intenso debate político, las Cortes
aprobaron el sufragio activo universal por 161 votos a favor, pero con
121 en contra y 188 abstenciones. Dos años después, las derechas ganaban
en las elecciones de 1933. La historiografía posterior adjudicó a la
participación electoral —y en particular su abstención— de las mujeres
el triunfo de la derecha y no fue hasta el año 2000 que estudios más
rigurosos analizaron el comportamiento por sexos y concluyeron que la
izquierda hubiera perdido aunque las mujeres no hubieran votado.
Ideologías aparte, el reconocimiento del derecho a voto de las mujeres
no supuso, en cualquier caso, ni su plena integración en la vida
política ni la consecución de la igualdad real, sino un primer paso
truncado por culpa de la sublevación militar y la dictadura posterior.
María de la O
Lejárraga 1874-1974. Maestra y dramaturga, publicó gran parte de sus libretos
con el nombre de su marido, Gregorio Martínez Sierra. Fue la autora de “El amor
brujo”, con música de Falla. Además, se dedicó al activismo feminista y fue
diputada por Granada. Ilustración. María Hesse. elDiario.es.
En
el mundo laboral, lo que realmente representó un revulsivo no fue la
presencia de una amplia mayoría de mujeres trabajadoras de las clases
populares, porque ya existía de antes; la novedad fue la incorporación
de las mujeres de clases medias al sector servicios, un acontecimiento
que según explica Verdugo en su conferencia 'La República de las
mujeres', suscitó la opinión entre el sector conservador de que “tendría
consecuencias funestas como la desaparición de la familia y la pérdida
de la feminidad”. Según las estadísticas oficiales, que por supuesto no
visualizan, al igual que hoy en día, la ingente cantidad de trabajo
sumergido, en especial en el servicio doméstico, tenían un empleo
remunerado solo el 9% de la población femenina. En general, las mujeres
suponían el 12% del total de trabajadores y trabajadoras, que en su gran
mayoría realizaban el trabajo productivo fuera del hogar y el
reproductivo dentro. Las condiciones laborales eran peores para las
mujeres que para los hombres. Aunque en 1931 se estableció la jornada
laboral de ocho horas, esta tenía algunas excepciones, como por ejemplo
en el trabajo doméstico. Y, por supuesto, los salarios también eran
inferiores, pues las mujeres ocuparon primero los empleos no
cualificados. Otro de los avances del Gobierno Provisional fue el seguro
de maternidad. Isabel Oyarzábal, candidata socialista a las cortes,
periodista y primera mujer inspectora de trabajo en España, fue de las
que lo defendió firmemente, así como la UGT. He ahí otra de las
desinformaciones habituales sobre la Segunda República: las mujeres no
se sindicaron. No es así, en el año 32 la UGT vió un notable incremento
de afiliadas, en parte debido a la efectiva propaganda sobre el seguro
de maternidad; en ese año eran casi 42 mil las ugetistas y el sindicato
había visto subir sus inscripciones de 277.000 a casi un millón en el
primer año de la República. Mientras se normalizaba la presencia
femenina en la esfera pública, la sociedad se preguntaba cómo debería
ser una mujer, qué es ser una mujer.
Maruja Mallo
1902-1995. Poderosa, divertida, atrevida, apasionada, gustosa del maquillaje
vistoso y extravagante, como buena pintora surrealista, “Marúnica” es una
figura de culto internacional a la que Dalí definió como "mitad ángel,
mitad marisco". Ilustración. María Hesse. elDiario.es.
El
Gobierno podía laicizar las relaciones familiares pero el patriarcado
tiene sus propios tiempos y maneras. Para Rosario Ruiz es “el ámbito
privado y la vida cotidiana la gran desconocida” en los estudios sobre
la historia de las mujeres en la Segunda República —o historia de las
relaciones de género, como prefiere llamarla la profesora Luz Sanfeliú—,
“por dos razones: la falta o dificultad de las fuentes y el interés
prioritario por lo público y la participación política como novedoso de
esa época”. El cuestionamiento amoroso es otro pequeño paso en la
emancipación de las mujeres de los años 30. Desde el “amor plural”
enraizado en el anarquismo y que ya había propuesto Teresa Claramunt,
como una predefinición del poliamor, a la discusión en torno a una nueva
idea de maternidad como la que expuso públicamente la anarquista Lucía
Sánchez Saornil: “antes que la madre, debe estar la mujer”. El debate
sobre los entornos no mixtos ya estaba sobre la mesa durante la Segunda
República. Mientras Federica Montseny era contraria a ellos, la poeta,
activista y empleada de Telefónica Sánchez Saornil se separó de la CNT
para crear la muy reivindicada —en la actualidad— asociación y revista
Mujeres Libres, que alcanzaría las 20.000 afiliadas tras la sublevación
militar. Saornil, junto a la abogada Mercedes Comaposada y la médica
Amparo Poch, recogieron el legado cultural del movimiento libertario y
lo reformularon para abordar el tema central de la autonomía de las
mujeres. Saornil fue expulsada de la Compañía Telefónica por sus
actividades anarcosindicalistas en 1931, puesto que fue una de las
impulsoras de las huelgas que tuvieron lugar en la empresa en los años
anteriores. A partir de ahí, se dedicó a la militancia, a la lucha de
clase con una decidida defensa de la emancipación femenina, diseñando
espacios para la capacitación laboral, y la organización de las mujeres
de la clase obrera.
Margot Moles
1910-1987. Atletismo, natación, esquí, capitana del Athletic Club (actual
Atlético de Madrid) de hockey, campeona de España de lanzamiento de disco y
plusmarquista mundial de martillo. Fue la primera española en acudir a unos
Juegos Olímpicos invernales. Ilustración. María Hesse. elDiario.es.
La disidencia política y sexual
La
reconocida historiadora de origen irlandés Mary Nash se ha dedicado a
estudiar a las mujeres de este periodo durante toda su carrera. De muy
joven, en los años 70, localizó la documentación de Mujeres Libres en un
infierno, las salas donde se escondían los materiales prohibidos por el
franquismo. A partir de ahí, tuvo la oportunidad de entrevistarse con
algunas de las mujeres que habían participado en esta organización
feminista. Tuvo que ser el lenguaje corporal de ellas, y no la palabra,
lo que le dio a entender cuál era la orientación sexual de Lucía Sánchez
Saornil. El lesbianismo era un tema absolutamente tabú. Desde 1919,
Lucía publicaba poemas en las mejores revistas de la vanguardia
literaria, en los que hablaba del deseo sexual lésbico, pero lo hacía
oculta tras el pseudónimo masculino Luciano de San-Saor. No era raro que
las escritoras de la época se escondieran tras la máscara de la
masculinidad, como María de la O. Lejárraga tras la creación teatral
firmada con el nombre de su esposo, Gregorio Martínez Sierra. La
investigadora Laura Vicente, experta en Mujeres Libres, dice que Lucía
nunca ocultó su lesbianismo ni la relación con su pareja, América
Barroso, en la organización que dirigía.

Profesora Titular del Área de Literatura Española. Universidad de Vigo. Vigo. España. Universidad de Vigo.
Aunque
el silencio sobre ello se impuso hasta los años 80, porque la historia
de las lesbianas está “marcada por los silencios, la marginación y los
eufemismos” como dice María Jesús Fariña, profesora de la Universidade
de Vigo. Una de las socias del Lyceum madrileño fue la escenógrafa
Victorina Durán, quien dejó constancia del Círculo Sáfico, un grupo de
lesbianas entre las que estaba Victoria Kent, quien a diferencia de
Victorina ocultaba su orientación celosamente, y la propia María de
Maeztu, a quien se suponía amante de la chilena Gabriela Mistral. Ni
siquiera en tiempos de la República es fácil la disidencia sexual para
las mujeres: “en general la mirada sobre la homosexualidad en esos años
ya era complicada y desfavorable, no se veía con normalidad, a pesar de
los círculos modernos y liberales como el del Lyceum Club”, explica Luz
Sanfeliú. Victoria Kent y el socialista Luis Jiménez de Asúa impulsaron
que en la reforma del Código Penal de 1932 se eliminara la
homosexualidad como agravante de la delincuencia. Un año después, la Ley
de Vagos y Maleantes eliminó las relaciones entre personas del mismo
sexo como delito, excepto entre militares. Quienes siguieron siendo
consideradas criminales fueron las prostitutas. Las fuerzas políticas y
sociales más progresistas del momento eran abolicionistas. En los
primeros meses de República se sustituyó el Patronato para la Trata de
Blancas por el de la Protección de la Mujer. “La ley no puede
reglamentar un vicio”, declamó Clara Campoamor en el hemiciclo durante
el debate sobre la abolición de la reglamentación de la prostitución,
que imperaba en España desde mediados del siglo XIX.
Fotografía de
Clara Campoamor realizada por Virgilio Muro en 1930. Foto coloreada. Carmen
Eulalia Campoamor Rodríguez, conocida como Clara Campoamor (Madrid, 12 de
febrero de 1888- Lausana, 30 de abril de 1972), fue una abogada, escritora,
política y defensora de los derechos de la mujer española. Durante la Segunda
República Española, creó la Unión Republicana Femenina y fue una de las principales
impulsoras del sufragio femenino en España, que se incluyó en la Constitución
republicana de 1931 y fue ejercido por primera vez en las elecciones de 1933. A
causa de la Guerra Civil tuvo que huir de España y murió exiliada en Suiza (...).
Saber más... WIKIPEDIA.
Para
la diputada, uno de los argumentos era que “las víctimas de la
prostitución son, en un 80 por ciento, mujeres menores de edad” y
carecía de sentido ser garantistas con la protección del menor por un
lado y, por otro, permitir que ejercieran trabajo sexual. Finalmente, la
abolición se consumó en 1935 aunque la República procuró defender los
derechos de las prostitutas suavizando durante ese tiempo “el sesgo
misógino de la reglamentación”, como señala la profesora de la
Universidad Rey Juan Carlos Mercede Rivas: eliminando la prohibición de
las mujeres prostitutas de frecuentar espacios públicos y la inscripción
forzosa en el registro de las prostitutas, así como el desarrollo de
numerosos programas sanitarios de difusión de propaganda antivenérea y
de educación sexual. La genealogía —la fuerza de tiempos pasados con la
que los seres colectivos dominamos nuestro presente— es importantísima
para entender la mirada que desde hoy tenemos a la historia de las
mujeres y en especial a la exhaustiva atención que se le ha puesto para
reparar los olvidos históricos de este periodo del siglo XX. Aunque no
está todo dicho. Para Luz Sanfeliú, “ningún periodo está nunca
suficientemente estudiado. Hay mucho aún por conocer del siglo XX y, por
supuesto, de la Historia de las Relaciones de Género (que comprende un
análisis de los contextos, de las ideologías, de las identidades
masculinas y femeninas, de todo el aparataje cultural, símbolos,
imágenes, ritos, etc). Hay millones de mujeres que se implicaron en la
construcción de su tiempo, también mujeres obreras o de clases
populares, de las que estamos ahora empezando a saber alguna cosa”.
Luz Sanfeliu
Gimeno. Es Profesora Titular del Departamento de Educación
Comparada e Historia
de la Educación de la Facultad de Filosofía y Ciencias de la Educación
de la Universidad de Valencia e integrante del Institut Universitari
d´Estudis de la Dona de dicha universidad donde imparte docencia en el
Máster: "Género y políticas de igualdad". Es miembro de la junta
directiva de AEIHM (Asociación Española de Investigación de Historia de
las Mujeres). Forma parte del Comité de Redacción de la revista:
Dossier Feminista que edita el Seminari d´Investigació Feminista,
Universitat Jaume I de Castelló. Es miembro del grupo de Excelencia
Prometeu de la Universidad de Valencia que centra sus estudios en la
Democracia y las culturas políticas de Izquierdas en la España del siglo
XX. Seguir leyendo... Universidad de Malaga.
FUENTE. ELENA CABRERA. Publicado por elDiario.es el 13-04-2021. Ver enlace.
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