Conservando su memoria – La Desbandá

Conservando su memoria – La Desbandá

Hace ahora 86 años, entre los días 8 y 17 de febrero de 1937, se produjo en Málaga un éxodo masivo cuantificado entre 150.000 y 300.000 personas.

Salieron de sus casas, huyendo, con lo puesto, a pie, en su mayoría, y en burro o vehículo, los más afortunados. Todos ellos dirección Almería por la carretera N340, la carretera “de la muerte”. Doscientos kilómetros de miseria y hambre.

Fueron los protagonistas de la mayor diáspora de la Guerra de España. Fue un suceso tan inhumano, que llegó a abochornar hasta al propio ejército rebelde que intentó, y en parte consiguió, ocultarlo. De hecho, es muchísimo menos conocido que otras matanzas que hicieron los sublevados, como la de la plaza de toros de Badajoz, en las que el número de muertos fue sensiblemente inferior, o de los bombardeos a ciudades como Gernika, Alicante, Madrid etc. Estoy hablando de LA DESBANDÁ.

Pero, ¿qué fue lo que provocó que una gran parte de la población de una ciudad recoja lo que pueda y se lance a pie a una aventura tan incierta como peligrosa? Es algo que siempre me he preguntado. Sólo hay una respuesta, el instinto de supervivencia, pero sobre todo el PÁNICO COLECTIVO.

La ciudad más importante del sur en territorio republicano era Málaga, los frentes cayeron enseguida y la gente salió huyendo de manera despavorida sin saber realmente dónde iban: la única salida que tenían desde Málaga era hacia Almería, era el único pasillo republicano que les quedaba. Es difícil establecer cuánta gente huyó en esos días: había, al menos, un mínimo de 150.000 personas y en su mayoría mujeres. Queipo de Llano estaba anunciando que iba a entrar en Málaga a sangre y sexo, decía: “malagueñas vais a saber muy bien quiénes son los hombres”. Fueron ellas, las mujeres, quienes animaron a salir de Málaga a toda prisa.

La “Desbandá” es un preludio de las grandes persecuciones humanas y los genocidios que sacudieron el siglo XX. Hasta mediados de los ochenta poco se supo de este Gernika andaluz. 

‘La Desbandá’ tampoco tuvo relevancia internacional. Solamente un médico canadiense Norman Bethune y su equipo compuesto por Hazen Size y Thomas Worsley. se encontraron lo que estaba sucediendo. Fueron ellos quienes lograron sacar las únicas fotografías que se conservan del terrible episodio, pero no eran periodistas, eran médicos, por lo que la difusión no fue tan grande como la vivida en Gernika, cuando un día después las fotografías de aquella matanza protagonizaron diarios internacionales.

Desde hace siete años más de un centenar de personas caminan, caminamos, los kilómetros que recorrieron aquellas gentes que huían de las tropas de Franco y que, a día de hoy, no se sabe exactamente cuánta gente murió allí ni se han buscado a las víctimas en las cunetas ni en el fondo del mar, ni del río Guadalfeo a su paso por Salobreña.

Este año hemos tenido la suerte de tener, y de hablar con ellas, a varias supervivientes de aquellos hechos. Nos comentaba Annie Flores Pareja, una de las supervivientes, que su propia madre: «Me decía que no había nada que comer, que sólo encontraban caña de azúcar al lado de la carretera y que andaban mucho de noche para evitar los bombardeos«. Anne vive en Francia y ha venido a la marcha porque le da mucha emoción, piensa que sus padres le han pasado el testigo de hablar y hacer memoria de lo ocurrido para que no se olvide. Manuel Triano Simón, otro de los supervivientes, estuvo en los brazos de su madre durante la verdadera Desbandá, pero no lo recuerda: sólo tenía seis meses. Sus padres le contaron que hubo «crímenes a montones». Los bombardeos mataban a muchísimas personas, los cadáveres se tapaban con piedras o ramas y a continuar porque te mataban a ti también, nos explicaba Manuel, que aseguraba que él siente “una emoción enorme» al rehacer su camino y que «mientras pueda», acudirá a dicho homenaje.

En los 260 kilómetros que separan Málaga de Almería hay muy pocos monumentos que reconozcan la masacre. Uno de ellos es el agujero de un obús franquista. Tampoco hay demasiados supervivientes, pero aquellos que sobreviven no dudan en levantar la voz.

Es el caso de Ana Pomares, que estaba en una casa de campo cuando su padre les insistió en correr «con lo que tenían» para huir de las tropas franquistas. «Vino mi padre con un coche porque nos acompañaba otra familia. Queríamos ver por las ventanillas y eso fue un machaque. Los aviones ametrallaban, los barcos de guerra tirando cañonazos, sangre por todas partes… fue una carnicería», ha expresado.

«Esas cosas no se olvidan«, ha recordado Ana, que ha asegurado que no se lo ha contado a sus hijos porque en su casa «no se hablaba de eso«. Por eso, sus hijos se enteraron hace solo dos años: «Eran cosas que no se hablaban«. «Parece que nos lavaron el cerebro«, ha explicado la superviviente, que ha asegurado que «no hay que olvidarlo, sino saberlo». «No vamos a estar ahora con rencores, pero ni olvido ni perdono, porque a la gente de mi edad le robaron la niñez«, ha lamentado. Por eso, ha dicho, le «calmaría que los gobiernos lo dieran a conocer y que todas las personas que asesinaron fueran sacadas de las cunetas«.

He tenido el placer y el orgullo de caminar con y junto a ellas durante diez días, diez etapas, con una media diaria de 18/20 kilómetros, y sus historias son fascinantes. Ya el hecho de que te lo cuente gente que lo ha vivido en persona, es bestial. Recuerdo, en una de las etapas, en un recoveco de la propia carretera original, al pasar un puente de piedra, nos señalaban al horizonte donde se veía el mar, y nos decían “allí estaban los tres barcos disparándonos” y teníamos que correr, descalzos, a escondernos entre las rocas y rezar para que no se nos cayeran encima, porque disparaban al alto de las montañas para que se desprendieran encima de la pobre gente” Estremecedor.

Siempre recomiendo hacer esta marcha, este recuerdo, al menos una vez en la vida. No es necesario hacerlo completo, aunque yo lo recomiende, se pueden hacer el número de etapas que uno quiera (o aguante) una, cuatro, siete… Igualmente puedes elegir entre dormir en los polideportivos que nos ceden gratuitamente los ayuntamientos con tu saco y colchoneta, como es mi caso, o bien dormir en un hotel que la organización, previamente, ha previsto (las inscripciones te las tienes que ir haciendo tú).

Lo mejor que tiene para mí esta marcha homenaje, es la camaradería, el buen número de amigos que vas haciendo sobre el camino, ya que, al cabo del día puedes hablar con más de cincuenta o sesenta personas durante un buen rato mientras caminas un par o tres de kilómetros. Además hay momentazos que luego recordarás siempre por las risas y carcajadas que te vas echando “metiéndote” de buen rollo con los demás (y ellos contigo), yo, las dos veces que he ido, he traído un buen número de amigos en mis alforjas.

Durante el camino vas recorriendo Málaga, en La Alcazaba, donde empieza todos los años; Cala del Moral-Rincón de la Victoria, donde el hundimiento del submarino C-3 cuyos marineros siguen en el interior de él, la ley del mar es así de dura; Torre del Mar, con la historia del farero Anselmo Vilar;Calaceite; Nerja, El bombardeo del autobús lleno de niños…, el balcón de Europa y su foto de grupo obligada; Salobreña, con su comida solidaria y más de 700 personas este año; Castell del Ferro, una de las etapas difíciles y duras; La Rábita; Adra y Vícar para llegar el sábado a Almería entrando por el centro de la ciudad y que nos visualicen bien. Podría estar escribiendo y hablando horas acerca de La Desbandá que atrae y enamora pero prefiero que vengáis un año y la disfrutéis y luego me
contáis.

LUIS S. FERNÁNDEZ
presidente de la Asociación de Memoria histórica del distrito de la Latina.
 
El autor del artículo con Rozalén que participó este año en la marcha

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