Asturies, el pacto federal galaico-asturiano y la olvidada Primera República
Asturies, el pacto federal galaico-asturiano y la olvidada Primera República / Diego Díaz

Las ciudades asturianas acogieron con entusiasmo un republicanismo federal que sobrevivió y creció como movimiento cultural durante la Restauración

El verano de 1872 Amadeo I viajaba a Asturies en mitad de una gran indiferencia popular. El “monarca democrático”, que durante su estancia asturiana visitó la Universidad de Oviedo y la fábrica de armas de Trubia, no levantaría grandes pasiones en el Principado. La fría recepción del rey por parte del pueblo asturiano no era excepcional, sino sintomática de un país en el que el joven príncipe italiano seguía siendo considerado un extranjero. Apenas quedaban siete meses de reinado al primer y último Saboya en ocupar el trono español.

Amadeo de Saboya: el fracaso de la monarquía democrática

Escogido por el Parlamento español tras La Gloriosa Revolución de 1868, el movimiento cívico-militar que en nueve días de septiembre puso fin al reinado de Isabel II, Amadeo I nunca pasó de ser una solución de compromiso buscada por el ala derecha de los antiisabelinos para enfriar el contenido más rupturista y socializante de la revolución democrática iniciada en España con la expulsión de los Borbones. 190 votos a favor del príncipe turinés, frente a otros 62 votos a favor de la República y algunos pocos más favorables a otros pretendientes al trono, le convertirían en el único monarca escogido por votación en la historia de España.

Situado en tierra de nadie y desprovisto del aura mágica de la tradición y el abolengo, el hijo de Víctor Manuel II de Saboya, de talante liberal, pero extraño al país y casi rey por accidente, no gozaría ni del apoyo de los monárquicos, que le veían como un intruso en el Palacio Real, ni de la transigencia o el beneficio de la duda de los republicanos, que no renunciaban al ideal de profundizar en la revolución democrática sustituyendo definitivamente la monarquía por una república. Tras sobrevivir a un atentado que casi acaba con su vida, hastiado de unos y de otros, falto de apoyos políticos y consciente de que su designación había sido un experimento político carente de base social alguna, el 11 de febrero de 1873 Amadeo I se despediría de los españoles con una de las cartas de dimisión más lúcidas y elegantes de nuestra historia política:

“Estad seguros de que al desprenderme de la Corona no me desprendo del amor a esta España tan noble como desgraciada, y de que no llevo otro pesar que el de no haberme sido posible procurarle todo el bien que mi leal corazón para ella apetecía”.

La proclamación de la Primera República en Asturias

Ese mismo 11 de febrero de 1873, ante el vacío de poder dejado por “el primer rey en huelga”, como diría irónicamente Friedrich Engels sobre la abdicación de Amadeo I “el Breve”, las Cortes españolas proclamaban la I República por una holgada mayoría de los votos. En Oviedo/Uviéu y Xixón las noticias serían recibidas con un día de retraso, pero con un enorme entusiasmo por la República, que contrastaba con la indiferencia de la mayoritaria Asturies rural y campesina, donde más allá de los cambios políticos que se produjeran en la villa y corte, caciques y curas seguían siendo la verdadera autoridad de unos pueblos y aldeas a los que apenas llegaba el Estado.

Los concejales ovetenses, obrando por su cuenta y riesgo, decidirían proclamar la República Federal

En la capital asturiana, la proclamación de la República se produciría a las 12 del mediodía y tendría lugar desde el balcón del Ayuntamiento. Aunque los diputados madrileños no habían alcanzado un acuerdo con respecto al carácter centralista o federal de la República, los concejales ovetenses, obrando por su cuenta y riesgo, decidirían proclamar la República Federal Española. No sería un fenómeno aislado. Así sucedería en otras ciudades en las que la tendencia republicana federal era mayoritaria, como en Xixón, donde también se celebraría el final de la monarquía con manifestaciones populares de júbilo. En la capital asturiana el entusiasmo llegaría hasta el punto de que una masa de republicanos federales literalmente asaltaría la Fábrica de Armas de La Vega para aprovisionarse de armas y así organizar en los barrios ovetenses milicias para defender al nuevo régimen.

La emergencia de una sociedad civil democrática

Las ciudades asturianas no se habían acostado monárquicas y levantado republicanas. Desde 1868 el republicanismo federal había ido ganando peso en Asturies y era la corriente hegemónica tanto en el Círculo Republicano de Oviedo como en el republicanismo gijonés, tal y como ha estudiado Sergio Sánchez Collantes, autor de la monumental obra de investigación El pueblo a escena. Republicanismos y tradición democrática en la Asturias del siglo XIX. Tomando el modelo del Pacto de Tortosa firmado por los republicanos de los territorios de la antigua Corona de Aragón (Aragón, Catalunya, Balears y Valencia), en junio de 1869 los republicanos del Principado y de las cuatro provincias gallegas firmaban en A Coruña, la principal ciudad del noroeste peninsular, el Pacto Federal Galaico-Asturiano, un documento por el que se comprometían a trabajar juntos por una República Democrática Federal que debía lograr la reunificación de la península ibérica en una entidad común que agrupase los territorios de España y Portugal.

A pesar de ser un fenómeno muy limitado a Oviedo/Uviéu, Xixón, Avilés y a algunas villas de cierto tamaño, los años del Sexenio Democrático van a ser tiempos de expansión de las ideas republicanas en toda la geografía asturiana. Gracias a las nuevas libertades democráticas de las que se goza en España se desarrollan periódicos como La Joven Asturias y La República Española, circulan otros de ámbito nacional en calles, cafés y otros espacios de sociabilidad, florecen los círculos republicanos y las logias masónicas, e incluso se fundan en 1871 secciones locales de la Asociación Internacional de Trabajadores en Oviedo/Uviéu, Sama y Mieres.

Florecen los círculos republicanos y las logias masónicas, se fundan secciones de la AIT

Una sociedad civil democrática comienza a emerger, y en ella toman ya parte no solo los varones ilustrados de clase media, sino también sectores del artesanado y de la incipiente clase obrera, jóvenes e incluso mujeres, como dejaría constancia el escritor ovetense Leopoldo Alas “Clarín” en un texto satírico y costumbrista de la época titulado “Y la casa por barrer”, sobre una mujer que desatiende las “labores del hogar” para participar en la política republicana, y que saluda al llegar a casa a su marido, encargado del trabajo de cuidados, con un “Salud y fraternidad, ciudadano”.

Desde los ayuntamientos republicanos, de tan corta vida como la propia República, las nuevas autoridades pondrán en marcha algunas reformas sociales como medidas de higiene y salud pública o de extensión de la educación a niños y niñas. En Xixón, donde el médico humanista Eladio Carreño, cofundador del Partido Republicano Democrático Federal, será primero concejal y más tarde alcalde, se implantarán también disposiciones laicistas como no seguir financiando desde las arcas públicas los cultos y las festividades religiosas de la Semana Santa y San Pedro.

Una República amenazada

El nuevo régimen, al frente del que se colocarían los republicanos federales, no tendría ni un momento de paz. En un periodo de tiempo inferior a un año confluirían la insurgencia carlista, los intentos de golpe de Estado por parte de las derechas y de sectores del Ejército, el regreso de la guerra colonial en Cuba y la revuelta cantonalista promovida por los sectores más radicales del republicanismo federal. La Primera República nacía amenazada y bajo el signo de la violencia.

Para defender al régimen de sus enemigos, y dada la desconfianza que existía en la lealtad de buena parte del Ejército y de la Guardia Civil, las autoridades republicanas promoverían un cuerpo armado afín, los llamados ‘Voluntarios de la Libertad’, que ya había existido durante la revolución de 1868. Estas milicias ciudadanas, posteriormente también rebautizadas como ‘Voluntarios de la República’, llegarían a contar con 300 hombres armados en Asturies. Artesanos, obreros y miembros de las clases medias, se alistarían dispuestos a defender con su vida la causa de una República federal que durante el gobierno de Pi i Margall adoptaría un ambicioso programa de reformas políticas y sociales como la implantación de la educación universal y obligatoria para niños y ñiñas, la jornada laboral de ocho horas, la abolición del trabajo infantil, medidas para el acceso a la propiedad de la tierra del campesinado, el reconocimiento legal del incipiente asociacionismo obrero o la completa separación de la Iglesia y el Estado.

A medida que la República colapsaba, los ataques carlistas se harían cada vez más frecuentes

De las actividades de los voluntarios republicanos sabemos que participaron en la persecución a las partidas de guerrilleros carlistas que operaban sobre todo en la montaña central asturiana. Bajo el mando del caudillo lavianés José Faes, el carlismo asturiano lograría organizar en los montes del concejo de Aller a algunos centenares de campesinos descontentos con la República, católicos integristas y otros rebeldes de variada procedencia social, demostrando una notable capacidad militar, que se traduciría en una multitud de ataques, secuestros, atracos y acciones de sabotaje perpetrados por todo el territorio asturiano y el norte de León.

A medida que la República colapsaba, estas acciones se harían cada vez más frecuentes e irían desde ataques a las vías de tren y cortes de las líneas de telégrafo, a incursiones bélicas de mayor envergadura como el incendio a la estación de Lena y del Ayuntamiento de Sama o el asalto a la villa de Llanes.

El colapso de la República en Asturies

En Asturies, como en todo el norte de España, asolado por la insurgencia carlista, no tendrá lugar la revuelta cantonalista. Mientras en Cartagena, Castellón, Málaga, Cádiz y otras localidades del este y el sur se proclamaban cantones independientes a partir del verano de 1873, con vistas a la construcción de la República federal “desde abajo”, partiendo de la soberanía de los municipios, en Oviedo/Uviéu y Xixón el republicanismo federal asturiano se mantendría fiel al Gobierno y optaría por la vía legal e institucional, tal y como Pi i Margall había pedido a sus partidarios: esperar a la proclamación de la Constitución federal y no adelantar acontecimientos.

El republicanismo federal asturiano se mantendría fiel al Gobierno y optaría por la vía legal e institucional

Cuando el presidente catalán cae y es sucedido por Emilio Castelar, la protesta de los republicanos federales se limitará a presentar su dimisión en los ayuntamientos asturianos. Tan solo algunos voluntarios republicanos responderán en 1874 con las armas al giro autoritario y conservador de la República. Un grupo de ellos, fundamentalmente avilesino, será apresado por las autoridades y acabará deportado en Cuba.

Asediada por sus enemigos, debilitada por sus contradicciones internas, el 3 de enero de 1874 el golpe de Estado del general Pavía ponía de facto fin a la República, que nominalmente duraría algunos meses más bajo la dictadura del general Serrano. La restauración monárquica con la coronación de Alfonso XII, hijo de la depuesta Isabel II, llegaría a finales de año. Se iniciaba una larga travesía por el desierto. Más de medio siglo. Ninguno de los protagonistas asturianos de la Primera República llegará a ver la Segunda República.

Republicanos sin República

El republicanismo asturiano sobreviviría a la muerte de la Primera República, e incluso crecería como movimiento al calor de los procesos de urbanización e industrialización que reducían el peso del conservadurismo rural en la sociedad asturiana.

El republicanismo asturiano sobreviviría a la muerte de la Primera República, e incluso crecería como movimiento

En las catacumbas de la restauración monárquica, los republicanos asturianos seguirán trabajando por la democratización del país, e incluso bajo otra denominación, la Unión Democrática, en una fecha tan temprana como 1876 lograrían alzarse con la mayoría de concejales ovetenses en las elecciones locales de ese año, si bien esto valía de muy poco, ya que, en el centralista y corrupto sistema de la Restauración, los ayuntamientos apenas tenían competencias y los alcaldes de las capitales de provincia y ciudades de más de 30.000 habitantes eran designados directamente por el Gobierno, sin pasar por las urnas, en las que no se restablecería el sufragio universal masculino hasta 1890.

Muy limitado para operar a nivel político, el movimiento republicano daría una gran centralidad al trabajo social y cultural. Es decir, a crear conciencia cívica y alentar los valores republicanos, aunque la República todavía estuviera muy lejos de ser una posibilidad política real. Eladio Carreño, el exalcalde gijonés, seguiría alimentando esa sociedad civil democrática y antagonista a la oligarquía y el caciquismo que no dejaría de crecer a pesar de las trabas puestas por el régimen monárquico. De su iniciativa y de la de otros entusiastas republicanos nacerían periódicos como El Productor Asturiano y La Región Asturiana, así como entidades culturales tan importantes como el Ateneo Obrero de Gijón, fundado en 1881 y que perduró hasta 1937 y la victoria franquista. Todo un ejemplo de ilustración popular, con sucursales en varios barrios populares de Xixón y una biblioteca con más de 20.000 volúmenes. En el plano político, Carreño tampoco se quedaría quieto. Participa en la reorganización a nivel nacional del Partido Republicano Federal, que vuelve a estar liderado por Pi i Margall, y defenderá desde 1883 la constitución de un Estado Asturiano de la República Federal Española. El proyecto constitucional para Asturies, aprobado por 800 personas en una asamblea en el Teatro Jovellanos de Xixón, establecía el sufragio universal masculino, la separación de Iglesia y Estado, la educación pública obligatoria y gratuita, un poder ejecutivo, un parlamento y un tribunal superior de justicia asturianos, así como la cesión de soberanía al Estado federal español en campos como la sanidad y la educación obligatoria, los ferrocarriles, las relaciones diplomáticas, la fabricación de moneda o las aduanas y el comercio exterior.

Mientras en Oviedo/Uviéu el republicanismo tendrá una composición política más variada y diversa, con presencia de todas las corrientes, en Xixón la hegemonía del republicanismo federal apenas tendrá competencia. Los republicanos federales animarán todo tipo de iniciativas cívicas, campañas y organizaciones afines: desde una Fiesta Cultural Antitaurina en 1914 a una Agrupación Femenina Anticlerical en el barrio del Natahoyo. Sobrevivirán a la crisis de ese espacio político, y todavía en la Segunda República, el partido, que se había vuelto a refundar, mantendría algunos concejales en el ayuntamiento gijonés. Serían los últimos pimargallanianos asturianos, herederos de una larga tradición republicana y federal.


Fuente → ctxt.es

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