
EL próximo día 11 de febrero se cumplirán 150 años de la proclamación de la República Española.
Fue un acto necesario, sin
solemnidad, por decisión del Congreso y el Senado reunidos en Asamblea
Nacional, para cubrir el vacío de poder dejado a consecuencia de la
abdicación y apresurada huida del rey Amadeo I de Saboya. Es una fecha
histórica, que los republicanos actuales debemos conmemorar todos
unidos, en primer lugar para rendir homenaje a nuestros correligionarios
de 1873, y además para demostrar al reino y al mundo entero nuestra
fuerza.Llegó la Niña Bonita cuando nadie la esperaba, y en un pésimo
momento histórico. Los republicanos, siguiendo una arraigada costumbre
suicida que todavía perdura, se hallaban divididos en dos corrientes
principales opuestas y enemigas: la de los partidarios de la República
unitaria y la de quienes preferían una República federal.
Pero entre los federales también existían discrepancias entre los
partidarios de aprobar un pacto sinalagmático entre las antiguas
regiones ahora denominadas estados, y los que opinaban que los pactos
son apropiados para los estados que se confederan, pero no para los
federados. La teoría del pacto se convirtió así en causa de separación
irreconciliable entre esas dos opciones republicanas desde el mes de
mayo de 1870, separadas por el muro del pacto convertido en todo lo
contrario.
En junio de 1871 se originó otro enfrentamiento entre los
republicanos, al surgir dos tendencias respecto a la actitud que el
partido debía mantener ante el Gobierno radical. Fueron denominadas
estas tendencias benevolente e intransigente, dedicadas a hacerse la
guerra dialéctica como enemigos implacables. Olvidaron voluntariamente
el ideal que debiera unirlos, que era el republicano, y se produjo el
grave error de considerar enemigos acérrimos a los republicanos de otras
tendencias. Debe de ser el pecado original del republicanismo español,
puesto que todavía hoy no somos capaces de superar las discrepancias
sobre detalles mínimos.
Siguiendo esta deriva suicida se llegó a la mayor escisión como
consecuencia de las interpretaciones dadas a un discurso pronunciado en
el Congreso el 15 de octubre de 1872 por Francisco Pi y Margall,
presidente del Directorio Federal. Se opuso a las insurrecciones porque
al estar garantizada la libertad de opinión dejaban de ser un derecho
para convertirse en un delito. Algunos republicanos le llamaron traidor y
abandonaron el partido para constituir un Consejo Provisional de la
Federación Española. Con la intención de unir a los discrepantes Pi
convocó una Asamblea Federal en noviembre de 1872, disuelta sin
avenencia y con un distanciamiento total entre las diversas facciones
consideradas republicanas.
Así se hallaban cuando inesperadamente abdicó Amadeo I y debió
constituirse la Asamblea Nacional el 11 de febrero de 1873. Ni siquiera
entonces fue posible convencer a todos los defensores del ideario
republicano sobre la conveniencia de unificar sus criterios
discrepantes, y demostrar su capacidad para presentar un frente común.
Toda la tarde la pasaron discutiendo los asambleístas. Se hallaban de
acuerdo en que la única solución para cubrir el vacío de poder provocado
por la abdicación de Amadeo I consistía en proclamar la República, pero
discrepaban respecto al apellido que debía añadirse a ese nombre
respetado por todos. En consecuencia, se redactó un acuerdo generalista
que Pi leyó a las doce de la noche:
La Asamblea Nacional reasume todos los poderes y declara como
forma de gobierno la República, dejando a las Cortes Constituyentes la
organización de esta forma de gobierno. Se elegirá por nombramiento de
las Cortes un Poder Ejecutivo que será amovible y responsable ante las
Cortes mismas.
De modo que se proclamó una República amorfa,
aplazando el conocimiento de sus características hasta que las futuras
Cortes Constituyentes las decidieran. Fue una fórmula de compromiso para
salir del vacío de poder, que los republicanos no pudieron aprovechar
por hallarse enfrentados entre sí. Perdieron la oportunidad de
presentarse como un partido unido capaz de encargarse de organizar y
dirigir el nuevo régimen político.
Esta historia debiera servirnos de
lección. Hemos de ser capaces de presentar a la nación un Partido
Republicano firme en sus ideales, con un programa de acción único, capaz
de mejorar la herencia dejada por las dos experiencias republicanas
para tomar el poder y limpiarlo de la corrupción dejada por los
borbones, gritando de nuevo “¡Viva España con honra!”
Fuente → extremaduraprogresista.com
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