Sin sombrero y sin falda
Ruth Toledano
Ruth Toledano
En Madrid han coincidido en estos tiempos dos voluntades antagónicas: por un lado, la del enésimo intento por reconocer a aquellas creadoras conocidas como las Sinsombrero con la exposición comisariada por Tània Balló; por otro, la de perpetuar hasta la náusea la dominación del macho sobre las mujeres, en forma de humillante selección para tripulación de cabina en Kuwait Airways
Si a las mujeres nos hacen desnudarnos para darnos trabajo es porque aún hoy en día hace falta una exposición para reivindicar a mujeres artistas y pensadoras de hace un siglo. Ni entonces ni ahora -en las primeras décadas del siglo XX, en las primeras del siglo XXI- se respetaron los derechos humanos de las mujeres, sus vidas y sus obras. El patriarcado esclaviza con la invisibilidad del intelecto y con la cosificación de los cuerpos. En Madrid han coincidido en estos tiempos dos voluntades antagónicas: por un lado, la del enésimo intento por reconocer a aquellas creadoras conocidas como las Sinsombrero, con la exposición que puede verse hasta el próximo domingo 15 de enero en el Centro Fernán Gómez, comisariada por Tània Balló; por otro, la de perpetuar hasta la náusea la dominación del macho sobre las mujeres, en forma de humillante selección para tripulación de cabina en Kuwait Airways, proceso llevado a cabo por la empresa Meccti.
Las vidas y las obras de las Sinsombrero, mujeres en su mayoría
desconocidas para quien no tenga una formación o un especial interés
cultural, coincidieron con las vidas y las obras de los integrantes de
la conocida como Generación del 27, hombres en su mayoría celebérrimos y
de quienes casi cualquier persona ha oído su nombre. Baste para
entender el alcance de esta diferencia original recordar el hecho de que
ese nombre, Sinsombrero, surgió durante un paseo por la Puerta del Sol
que dieron en los años 20 Maruja Mallo, Margarita Manso, Federico García
Lorca y Salvador Dalí. El nombre de la gran Maruja Mallo empezó a
recuperarse en las últimas décadas del siglo XX y puede que algo suene.
El de la pintora Margarita Manso es solo para personas iniciadas. Hay
poca gente, sin embargo, que no conozca o haya oído mencionar a Dalí y a
García Lorca. Por una simple y llana razón: mientras ellos están en los
libros de texto, en los manuales, en los catálogos, en los reportajes,
en las antologías, en los museos, en las enciclopedias, en los
documentales, ellas salen lentamente a la luz como una suerte de
arqueología humana: a fuerza de excavar en las cunetas del patriarcado.
Aunque las Sinsombrero sean personalidades de tanta relevancia
intelectual como la filósofa María Zambrano, por mencionar solo a alguna
cuyo nombre pueda sonar un poco. ¿A que suena bastante, sin embargo, el
nombre de Ortega y Gasset? Por ejemplo.
A las mujeres que se presentaron al proceso de selección para
formar parte de la tripulación de vuelo de Kuwait Airways les pidieron
que se quitaran la falda y se quedaran en bragas y sujetador. Las
humillaron haciendo que mostraran los dientes y les hicieron comentarios
vejatorios sobre sus sonrisas y sus cuerpos. A algunas les dijeron que
tenían que adelgazar, o que engordar. Todo esto sucedía en el Hotel
Meliá Barajas de Madrid y con la complicidad de otra mujer, que formaba
parte del equipo seleccionador. El machismo crea cómplices. Las
rechazaban por llevar gafas, por llevar brackets, por tener lunares en
la cara, porque no les gustaba el tono de su piel. Entre las chicas que
descartaban había una con una cicatriz en la ceja. Los de Meccti dijeron
que no cogen “gente con cicatrices”. Como si ese machismo no fuera
dejando cicatrices, cuando la herida no es mortal.
La herida ha sido mortal para las cuatro mujeres asesinadas por
violencia de género en los pocos días que han pasado del año 2023. La
herida fue mortal para las 1.185 mujeres asesinadas por violencia de
género desde 2003. Es la consecuencia extrema de ese machismo que
cosifica los cuerpos de las mujeres, de ese patriarcado que condena al
ostracismo sus vidas y sus obras. Tània Balló recuerda que aquellas
artistas e intelectuales vanguardistas de principios del siglo XX, que
ella misma nombró como Las Sinsombrero en su documental de 2015, eran
“mujeres modernas y autónomas, con un sueño de libertad e igualdad que
pudieron lograr con la llegada de la Segunda República”. Esos atisbos
fueron asesinados también por el franquismo, pues en las dictaduras
fascistas encuentra el patriarcado sus mejores aliados. Los mismos
aliados que hoy niegan la violencia de género, cómplices del crimen
descomunal que se ha cometido y se comete contra todas las mujeres. Los
mismos que hoy escupen desde los escaños un odio que corre hasta las
urnas como un reguero de sangre. Los conocemos. Lo que parece mentira es
la cantidad de odio que está vertiendo el feminismo, con la cantidad de
odio que vierte el machismo.
Fuente → eldiario.es
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