Sellos, memoria y proyecto
Sellos, memoria y proyecto
Miguel Usabiaga 

Gran parte de la labor de la memoria democrática no consiste en recordar, sino en desvelar lo sucedido

El reciente escándalo sobre el sello emitido por Correos conmemorando el Centenario del nacimiento del PCE, ha puesto de manifiesto la agresividad de la derecha de este país, desde el PP hasta Ciudadanos, y el fango donde hunde sus raíces parte de la judicatura, que paralizó inicialmente la emisión aceptando la denuncia presentada por el grupo ultra “abogados cristianos”. Una judicatura ligada dinásticamente, en muchos casos, con el régimen franquista. No hay más que seguir el rastro de algunos apellidos.

El intento de impedir que se emitiera el sello, evidencia el desprecio de la nueva derecha española respecto a la democracia, olvidando que fue este partido, el PCE, quien más luchó por ella. Desde el primer día del golpe franquista; durante toda la guerra; con el maquis tras la derrota, hasta mitad de los cincuenta; y finalmente con la lucha pacífica, obrera, estudiantil, ciudadana. Dejando aparte muchas aspiraciones propias en interés del entendimiento general, mediante la política de reconciliación nacional impulsada en 1956. Un partido que, hay que decirlo bien alto, es el que más precio pagó en la lucha por la libertad, un partido que es el de los presos y los fusilados. Ese desprecio muestra hasta dónde están dispuestos a llegar, falsificando la historia. Defender la memoria democrática significa impedirlo, porque lo que pretenden al neutralizar el recuerdo, no solamente es impedir el homenaje, sino ocultar la verdad.

La memoria es posible sólo cuando se conocen los hechos, por tanto, la verdad es su origen. Sin ésta no hay memoria, y gran parte de la labor de la memoria democrática no consiste en recordar, sino en desvelar lo sucedido, sepultado en las décadas de silencio de la dictadura. Y esto es lo que principalmente quiere evitar el revisionismo en el que anda envuelta la derecha, la orgánica y la cultural, su frente ideológico, algo constatable en los estantes de cualquier librería, donde asusta el número de títulos recientes que quieren reescribir la historia, ocultando nuestro papel, o directamente mintiendo, demonizándonos.

El comunista italiano Berlinguer, de quien escribíamos recientemente con motivo de su centenario, nunca admitía un examen democrático a su partido, y cuando algún periodista sacaba este tema, lo consideraba una provocación y saltaba indignado, enarbolando todas las pruebas de democracia que había superado el PCI, el primero en la lucha contra el fascismo, en la lucha partisana, y en la construcción democrática del país tras la guerra.

Cada pueblo debe guardar su memoria, nosotros respondemos de la nuestra, no de la de otros aunque usen nombres similares, la nuestra es impecable. Cuidémosla, exhibámosla, paseémosla con orgullo por todas las plazas. Al sepultar la verdad, se quiere impedir el ejemplo, que puede resultar contagioso. Porque nuestro ejemplo, el de miles y miles de militantes, sacrificados, condenados, que, sin embargo, miraron después de sus penas sin rencor al porvenir, que dieron la mano hasta a sus carceleros, no lo aguantan, porque deja su participación en la historia, indecorosa, cobarde, servil, como realmente fue.

Pasado y proyecto son elementos unidos por los ejemplos de vida que decía Berlinguer. Como escribió Gabriel Celaya, cuyos versos nos retratan tan bien que no debemos olvidarlos: “Nosotros somos quien somos/¡Basta de historia de cuentos!/No vivimos del pasado/Ni damos cuerda al recuerdo/Somos, turbia y fresca, un agua que atropella sus comienzos/Somos el ser que se crece/Somos un río derecho/ Somos el golpe terrible de un corazón no resuelto/De cuanto fue nos nutrimos/Transformándonos crecemos/y así somos quienes somos golpe a golpe y muerto a muerto.” Eso, con todos los honores y pese a quien pese.


Fuente → mundoobrero.es

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