Mauthausen, un horror compartido por judíos y republicanos
Mauthausen, un horror compartido por judíos y republicanos
Henrique Mariño
Un recorrido por la exposición 'Mauthausen: memorias compartidas', en el Centro Sefarad-Israel de Madrid, de la mano de su comisario, Josep Calvet.

 

"Llegó al campo un grupo. Había hombres, mujeres, niños muy chicos. Eran treinta o cuarenta [...]. Pasaron delante de nosotros y una niña pequeña me sonrió… La pequeñita, la pobre, ignorante, no sabía que iba directa a la cámara de gas. Y eso me hizo mucho daño […]. Aún ahora por las noches me acuerdo mucho de ella".

Juan Romero trabajaba en el edificio de la lavandería de Mauthausen, en Austria, por lo que veía a los nuevos prisioneros entrar en el campo de concentración. Sin embargo, como relataba a Carlos Hernández de Miguel en Deportados, nunca se olvidó de aquella cría condenada a morir. Él cree que se salvó porque en las ropas de los bolsillos de quienes llegaban solía encontrarse algún bocado que llevarse a la boca.

El testimonio de este soldado del Ejército rojo y último superviviente español figura en la exposición Mauthausen: memorias compartidas, organizada por el Centro Sefarad-Israel y la Secretaría de Estado de Memoria Democrática, que enlaza la experiencia paralela de los judíos y los republicanos en el campo de concentración a través de fotografías y objetos. Recorremos la muestra de la mano y la palabra de Josep Calvet, comisario e historiador.

Sala uno. "El 75% de los deportados españoles, entre 7.500 y 10.000, acabaron en Mauthausen, donde también fueron encerrados unos 50.000 judíos. Aquí se explica cómo llegaron hasta este lugar, después del exilio a Francia, el internamiento en campos de prisioneros, su paso por compañías de trabajadores extranjeros y la detención por los alemanes, así como el papel del Gobierno franquista, que se desentendió completamente de ellos y los dejó a merced de la maquinaria concentracionaria nazi".

Expositores con objetos reales de Mauthausen en la exposición ‘Mauthausen: memorias compartidas’, organizada por Centro Sefarad-Israel y la Secretaría de Estado de Memoria Democrática. A. Pérez Meca / EUROPA PRESS
 

La gran fotografía que preside la sala debería ser el colofón de la muestra. Son los supervivientes aclamando a los soldados estadounidenses que los liberaron en mayo de 1945 bajo una pancarta que reza: Los españoles antifascistas saludan a las fuerzas liberadoras. "Además de la liberación, también simboliza su compromiso de contar al mundo lo que sufrieron allí. Y algunos dedicaron toda su vida a ello".

Sala dos. "Entramos en el universo concentracionario nazi y, específicamente, en los trabajos de los prisioneros con el uniforme, el triángulo (​​judíos, prisioneros políticos, homosexuales, gitanos, testigos de Jehová, etcétera) y el número de deportado, señal de la deshumanización que sufrieron al llegar al campo. Perdieron su identidad y su nacionalidad: eran simplemente un número".

En una vitrina, los objetos personales de Eliseu Villalba: unas gafas, una placa con su número de matrícula, una navaja, un cubierto de las SS y dos cajas metálicas fabricadas por él mismo. También fotografías del castillo de Hartheim, donde se gaseaba y se realizaban experimentos médicos, y de la cantera en la que trabajaron y murieron los españoles. "Enrique Calcerrada describe en sus memorias cómo era su jornada laboral, cargando bloques de granito y subiendo 186 escaleras hasta llegar a la cantera".

Sala tres. Testimonios personales de españoles y judíos. Fichas de los prisioneros. Y las listas de fallecidos que Joan de Diego, tercer secretario del campo, elaboró cuando fue liberado del campo. "Su labor fue muy importante porque, al revelar sus identidades, sus familiares supieron que habían muerto", explica Josep Calvet, quien señala que "la experiencia de los judíos fue todavía más dura, pues sufrieron tratos vejatorios y muchos fueron gaseados nada más entrar en el campo".

Expositores con objetos reales de Mauthausen en la exposición ‘Mauthausen: memorias compartidas’, organizada por Centro Sefarad-Israel y la Secretaría de Estado de Memoria Democrática. A. Pérez Meca / EUROPA PRESS
 

La de los españoles fue, en cambio, "una muerte más lenta", afirma el comisario, quien señala una tabla con los fallecidos por nacionalidades. Murió un 65% de los 7.300 españoles que pasaron por Mauthausen. El porcentaje de los 14.000 judíos fue superior.

"Algunos republicanos españoles, comunistas y anarquistas, fueron miembros de los movimientos de resistencia que hubo en el interior del campo". También figura el testimonio de Alfonso Maeso —quien trabajó en la cantera, en la fragua y en la construcción de los garajes—, recogido en el libro Mauthausen. Memorias de Alfonso Maeso, un republicano español en el holocausto (Ediciones B), de Ignacio Mata Maeso, que ilustra el momento de la liberación.

"Dos tanques americanos, procedentes de la 11ª División Acorazada, entraron majestuosos por el gran arco que presidía Mauthausen. Aunque venían de liberar otros campos de concentración, el pavor que expresaban sus caras, en las que vimos reflejado, como en un espejo, el horror que habíamos vivido, mostraba que jamás habían sido testigos de algo ni remotamente similar. Antes sus ojos desfilaban una sórdida procesión de hombres diezmados por años de sufrimientos que se agolpaban ante ellos, chillando unos, sollozando sin consuelo otros. Algunos paralizados por la emoción del momento, otros abrazados, nadie indiferente" (Alfonso Maeso).

Sala cuatro. "Estas son las historias personales de los judíos, incluidos los brigadistas internacionales, como ​​Arthur London y su mujer, Élisabet Ricol, hija de emigrantes españoles". También la de Saturnino Navazo, quien adoptó a un niño huérfano judío, Siegreid Meir, luego Luis Navazo.

Curiosamente, aunque todos los republicanos eran hombres, también hubo seis mujeres españolas. "Cuando los aliados estaban a punto de llegar al campo de concentración de Ravensbrück en 1945, las mandaron en una marcha de la muerte hacia Mauthausen. En realidad, habría que sumar a una judía francesa que decía que se consideraba española porque Juan Negrín le había concedido la nacionalidad por su participación en las Brigadas Internacionales". Allí, dos de ellas se reencontraron con sus maridos, caso de los anarquistas Josep Ester y Alfonsina Bueno​​, presentes en la exposición.
Expositores con objetos reales de Mauthausen en la exposición ‘Mauthausen: memorias compartidas’, organizada por Centro Sefarad-Israel y la Secretaría de Estado de Memoria Democrática. A. Pérez Meca / EUROPA PRESS
 

Sala cinco. "La hemos titulado El deber de recordar, porque hay que recuperar la memoria de la deportación". Josep Calvet muestra un stolperstein, como muchos de los que hay en Madrid. Es decir, un adoquín con una placa en la que están grabados los datos de la persona que estuvo en Mauthausen. "Un proyecto del artista Gunter Demnig que comenzó con los judíos en Alemania y se ha extendido por Europa".

"No todos quisieron volver a Mauthausen, pero algunos deportados, más beligerantes, quisieron explicar sus historias y recuperar la memoria. Por eso los stolpersteine son tan importantes, pues ayudan a concienciar de que la deportación no afectó solo a los judíos, sino también a los españoles".

En Mauthausen: memorias compartidas se refleja, concluye el historiador y comisario, "cómo los republicanos observaron —desde el otro lado, porque estaban separados— la deportación de los judíos, así como la memoria compartida de ambos". Para ello, han incrustado "pequeñas historias de vida", que son el hilo conductor de la exposición, y a algunos personajes clave, como el fotógrafo Francesc Boix, "cuyas imágenes permitieron dar a conocer al mundo lo que había pasado dentro y juzgar a los nazis en los juicios a los que fueron sometidos".

Mauthausen: memorias compartidas. Centro Sefarad-Israel (calle Mayor 69, Madrid). Hasta el 17 de junio.

Fuente → publico.es 

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