Los reyes teñidos de sangre de Felipe Baz González
Los reyes teñidos de sangre de Felipe Baz González
Angelo Nero

El 6 de enero de 1979 un Citroën GS ocupado por cinco jóvenes fue detenido en un control de la Guardia Civil por la carretera que sube de Sopuerta hacia San Esteban de Galdames, a 250 metros de pasar el puente de la Iseka, en la vía que comunica Galdames y Gueñes, ambas poblaciones de la provincia vasca de Bizkaia

Era un seis de enero, el día señalado por la tradición cristiana (y por el consumismo capitalista) para celebrar la festividad de los Reyes, en el que se nos antoja la ilusión de un aluvión de felicidad y buenos deseos para todos, aunque sabemos que tan solo es una tregua, y que el mundo sigue girando después de abrir los regalos y agradecer los presentes. En 1979, cuando se produjeron los hechos que vamos a relatar aquí, en España se había ratificado, justo un mes antes, en referéndum, la Constitución que sigue rigiendo los destinos del reino borbónico, aunque con una fuerte abstención -votó solo el 59% de los electores-, que alcanzó sus cotas máximas en País Vasco, con 55,3% de abstención, y en Galicia, donde a punto estuvo de alcanzar el 50%. Algunos políticos de la época llegaron a hablar de la nueva Constitución como “un regalo al pueblo español”. Comenzaba una Transición, de “ley a ley”, manteniendo las estructuras judiciales, militares y policiales intactas, también las económicas, las grandes empresas que todavía hoy en día forman el IBEX 35, forjaron sus fortunas a la sombra del franquismo, en algunos casos utilizando mano de obra esclava con los prisioneros republicanos para poner los pilares de su poder económico.

Pero volvamos a ese 6 de enero de 1979, cuando, poco antes de las dos de la tarde, un Citroën GS, ocupado por cinco jóvenes fue detenido en un control de la Guardia Civil, por la carretera que sube de Sopuerta hacia San Esteban de Galdames, a 250 metros de pasar el puente de la Iseka, en la vía que comunica Galdames y Gueñes, ambas poblaciones de la provincia vasca de Bizkaia, sospechando que el coche había sido robado el día anterior en Barakaldo. Los agentes de la benemérita detuvieron a los cinco jóvenes, dos de ellos menores de edad, y encañonándolos con sus fusiles, los distribuyeron en dos Land Rover de la Guardia Civil, para trasladarlos a la casa-cuartel de Galdemes. Uno de esos jóvenes era Felipe Baz González, de 19 años de edad, que fue introducido en uno de los Land Rover con otra joven menor de edad, y dos guardias. Los jóvenes protestan, y los guardias amenazan con sus armas. Cuando uno de los agentes subía al vehículo sonaron dos disparos, que impactaron en la mano, en el pecho y en la cara de Felipe, que murió en el acto. El guardia civil declaró que se le había escapado un tiro de su fusil de asalto Cetme, reglamentario.

Un informe posterior del Gobierno Vasco recoge que “cuentan los amigos presentes en el Land Rover, camino al cuartel de Sopuerta la víctima se tapó los oídos ante los improperios que le estaba lanzando uno de los guardias civiles, y esta reacción provocó al parecer la ira del agente, que le disparó dos tiros, en el pecho y en la cabeza.”

El cadáver de Felipe Baz fue trasladado al depósito del cementerio de Galdames, a donde se viajó su padre para identificarlo, algo que tuvo que hacer por un anillo y una cadena que llevaba, ya que su cara estaba destrozada por el disparo. El padre declaró: “mi hijo no era un delincuente. Era un buen muchacho. No quiso estudiar, pasando de pinche a aprendiz, y a oficial de mecánica”. Trabajaba en la empresa Succión de Asua. Era también militante de Comisiones Obreras. Y añadió: “me ha dicho la guardia civil que se debió a un arma defectuosa, y a un casquillo torcido.”

Al día siguiente a su asesinato, se celebró su funeral en la parroquia de la Sagrada Familia de Portugalete, donde su familia era muy conocida, para ser enterrado en el cementerio de esta localidad. Unas dos mil personas acudieron a su funeral, y posteriormente hubo enfrentamientos con la policía. Nadie fue detenido ni juzgado por la muerte de Felipe Baz, fue otro de los crímenes de la violencia institucional de la Transición que quedó en la más absoluta impunidad.

Como señala el historiador David Ballester, autor de “Las otras víctimas. La violencia policial durante la Transición (1975-1982)”, en su cuenta de twitter @DavidBalles60: “El mismo día y en parejas circunstancias fallecía José L Muñoz Pérez, de 15 años, en Navalcarnero. Eran, respectivamente, las víctimas 42 y 43 por gatillo fácil cobradas durante la Transición. En total, los excesos policiales costaron 134 víctimas mortales durante este periodo.”


Fuente → nuevarevolucion.es

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