Arrojar luz sobre la presencia de los nazis en Nafarroa es lo que ofrece el libro ‘Los años olvidados. Navarra, los nazis y la II Guerra Mundial’, obra de Manuel y Miguel Ángel Torres Mateos y que, a través de 123 fotografías, se adentra en un episodio histórico que se procura sepultar en el olvido.
En su momento fue un hecho que se llegaba a celebrar y promocionar,
pero tras la derrota de Hitler en 1945, se corrió un tupido velo sobre
la presencia nazi en Nafarroa. Un vacío que ahora intenta cubrir el
libro ‘Los años olvidados’, obra de Manuel y Miguel Ángel Torres Mateos,
y que ha sido editada por el Gobierno de Nafarroa.
Y lo hace a
través de 123 fotografías a las que los autores incorporan información
que sitúa lo que se puede ver en la correspondiente imagen y sobre el
contexto en la que pudo ser tomada. Representan el testimonio gráfico de
un «controvertido periodo histórico» que fue arrinconado «en el desván
de la memoria por razones políticas y también estéticas», señalan sus
autores. De hecho, como ponen de relieve, «apenas existe material
gráfico o documental que acredite» esa presencia, «a no ser que se
indague fuera de nuestras fronteras».
Esas imágenes recopiladas
nos narran la historia de una presencia alemana en Nafarroa que arrancó
principalmente a raíz de la Primera Guerra Mundial. El frente de batalla
europeo de esa gran conflagración terminó llegando al África colonial,
donde Alemania ocupaba entonces Camerún. La presión militar francesa,
británica y belga hizo que alemanes que vivían en esa colonia se
refugiaran en la Guinea española.
Madrid tuvo que acoger a un
millar de aquellos expatriados, de los que 217 terminaron instalándose
en Iruñea, donde formaron una próspera comunidad de comerciantes y
obreros especializados.
A esta colonia se debe el nombre del paseo
de los alemanes, el tramo del río Arga entre el barrio de La Magdalena y
Capuchinos donde estos refugiados practicaban la natación incluso en
pleno invierno.
A partir de la llegada al poder de Hitler en Alemania en 1933, esta
colonia habría ayudado a difundir en Nafarroa los idearios nazis, aunque
no se sabe hasta qué punto todos sus integrantes comulgaban con los
acólitos del Führer, ya que se ejercía sobre ellos un control a través
de figuras como Hans Thomsen, jefe nacional del Partido Nazi en el
exterior.
El contacto de Thomsen en el herrialde era Alfred
Müller-Thyssen, gauleiter o líder del Partido Nazi (NSDAP) en Nafarroa,
presidente de la colonia alemana y agente de la Abwehr, la agencia de
inteligencia de la Alemania de Hitler.
Curiosamente,
Müller-Thyssen no procedía de la colonia alemana llegada de Camerún a
Iruñea. En realidad, Alfred y su hermano Walter eran hijos de Walter
Müller-Thyssen y Ruth Leonhardt Maescher, que se habían instalado a
finales del siglo XIX en Donostia, donde crearon una empresa de
manufacturas de cuero y pieles.
Tras terminar la guerra del 36,
Walter se dedicó al contrabando de wolframio, mineral especialmente
codiciado por la Alemania nazi para su industria armamentística,
mientras que Albert ejercía su influencia sobre los alemanes asentados
en Nafarroa desde su despacho del hotel Yoldi, donde también radicaba su
domicilio.
Consulado y centro de cultura alemanes
Sin
embargo, la verdadera representación de su patria se encontraba en el
Consulado Alemán de Iruñea, ubicado en el segundo piso del número 1 de
la calle Estella. El cónsul era Enrique Schülz y esta delegación en
principio se dedicaba a tareas burocráticas. Sin embargo, desde 1935 y
por orden del entonces ministro de Asuntos Exteriores nazi, Constantin
von Neurath, como el resto de legaciones del Tercer Reich en el
extranjero, debía funcionar como base de la red de espionaje local
creada por el almirante Canaris, responsable de la Abwehr.
Asimismo,
esta colonia germana contaba con el Centro Alemán de Cultura,
localizado en el número 21 de la calle Leire y donde se impartía cursos
de lengua, cultura y folklore de ese país. Al frente del mismo estaba
Otto Jörder, al que la OSS, antecedente estadounidense de la CIA,
consideraba sospechoso de promover la cultura nazi en Iruñea.
De lo que no existe constancia es de la implantación de las
Juventudes Hitlerianas en Nafarroa, algo que sí ocurrió en otros lugares
del Estado, y que puede deberse a la fuerte presencia del Frente de
Juventudes, la organización juvenil de Falange, según destacan los
Torres Mateos.
Base de operaciones de la Legión Cóndor
Esta
colonia alemana en suelo navarro recibió una visita muy particular a
raíz de la guerra del 36. Los militares sublevados contra la II
República española consiguieron contar con el apoyo de la Alemania nazi,
que se plasmó especialmente a través de la unidad aérea denominada
Legión Cóndor y que llegó a contar con 5.000 efectivos.
Parte de
esta unidad utilizó Nafarroa como base para realizar vuelos de
reconocimiento desde los aeródromos desplegados en Erribera, sobre todo a
pocas fechas de iniciarse la Campaña del Norte en marzo de 1937.
Así,
el aeródromo de Buñuel era utilizado por fuerzas mixtas de la Escuadra
Hispana y la Legión Cóndor y el de Ablitas estaba destinado a la
Aviación Legionaria Italiana. El primero de ellos, ubicado en el paraje
El Montecillo, a cinco kilómetros de la localidad, incluso contaba con
cañones y ametralladoras antiaéreas, y las fuerzas asentadas en esta
instalación estaban integradas por una escuadrilla de reconocimiento de
doce aparatos Heinkel 46 C.
Incluso es posible que una
escuadrilla operativa utilizara como aeródromo el lugar que actualmente
ocupa el aeropuerto de Noain, ya que hubo mandos de la Legión Cóndor que
se alojaban en el chalet de la familia Muguiro, un palacete situado
junto al antiguo campo de Osasuna en el barrio iruindarra de Donibane.
Según
se recoge en ‘Los años olvidados’, otros lugares en los que estuvieron
asentados los efectivos de la unidad aérea nazi fueron Cintruénigo,
Cortes o Fitero, con su Estado Mayor hospedado en el Balneario Nuevo
desde principios de 1937 hasta la primavera de 1938. De hecho, a partir
de ese año, los asentamientos anteriormente citados fueron abandonados,
aunque la despedida oficial de la Legión Cóndor de tierras navarras se
produjo en 1939 con un desfile en la capital amenizado por su banda de
tambores y pífanos.
No tardaron mucho en regresar las tropas nazis a Nafarroa. Sin
cumplirse un año del inicio de la Segunda Guerra Mundial con la invasión
de Polonia, el 27 de junio de 1940 la Wehrmacht llegaba al Bidasoa y se
presentaba en la muga.
A partir de ese momento y hasta su
repliegue en 1944, las visitas a Nafarroa de los soldados nazis
acantonados en Ipar Euskal Herria iban a ser una constante,
especialmente entre 1940 y 1942. En la mayoría de los casos, tenían un
componente turístico, aunque no faltaron otros motivos más oscuros.
El
primer aluvión de soldados nazis en Iruñea se registró relativamente
pronto y tuvo como escenario los sanfermines de 1940. Con el objetivo de
agasajar a sus nuevos vecinos del norte, el comandante en jefe de la 62
División de Nafarroa y el Ayuntamiento de la capital invitaron a los
alemanes a las fiestas en el mismo año en el que se instituyó el
lanzamiento del Txupinazo desde el balcón de la Casa consistorial para
dar inicio a las fiestas.
Por las calles de la festiva Iruñea se
pudo ver ese año a unos trescientos alemanes destacados en Hendaia,
entre los que figuraban un general, 50 jefes y oficiales, junto a 200
soldados. El 7 de julio acudieron a la corrida de la plaza de toros,
donde el diestro Curro Caro les brindó un toro, con los espectadores
puestos en pie, mientras sonaba el himno alemán, el ‘Deutschland Über
Alles’. Un coronel alemán regaló al torero un Mercedes Benz.
Unos
pocos meses mas tarde, concretamente el 19 octubre de 1940, tuvo lugar
el efímero paso del jerarca nazi más destacado que se acercó a Nafarroa.
Se trataba del líder de las SS, Heinrich Himmler, quien, durante un
viaje al Estado español, hizo en Altsasu una parada para comer en el
desaparecido parador Mendia, antes de seguir ruta hacia Burgos.
En el otoño de ese mismo año, pasaron por Iruñea varios mandos de
la 3ª SS-Panzerdivision Totenkopf, a los que se puede ver en el libro
‘Los años olvidados’ en algunas imágenes en el bar Sevilla de la plaza
del Castillo, que hacía poco había abierto sus puertas.
Esa
unidad pertenecía a las Wafen SS y fue la máxima expresión del terror
que desató Hitler en Europa, ya que estaba compuesta por los guardias de
los campos de exterminio.
Entre los oficiales que pasaron por la
capital navarra figuraban Kurt Brasack, general de Brigada, y Matthias
Kleinheisterkamp, teniente general. Su visita pudo tener un carácter más
militar que turístico, ya que esa división formaba parte, junto a otras
unidades acantonadas al norte de los Pirineos, de la denominada
Operación Félix, que planeaba la invasión del Estado español con el
objetivo de hacerse con Gibraltar para cerrar el Mediterráneo a los
británicos.
Las rutas de penetración pasaban por Nafarroa y es
posible que esos mandos estuvieran inspeccionando el terreno. Y se daba
la circunstancia de que el destino de la 3ª SS-Panzerdivision Totenkopf
en esa operación era la ciudad de Sevilla, así que incluso sacarse la
foto ante el bar homónimo de Iruñea podía ser un guiño cómplice.
La
invasión italiana de Grecia sin previo aviso y los problemas de
Mussolini para hacerse con el país heleno hicieron que Hitler tuviera
que centrarse en ese teatro de operaciones y olvidarse de Gibraltar y de
la Operación Félix. Posteriormente la Totenkopf fue enviada al frente
ruso.
El atractivo de Orreaga
En cualquier
caso, las visitas de corte turístico eran las más habituales, con
Orreaga como uno de los destinos estrella. En aquella época, en el alto
de Ibañeta se levantaba un monumento, ya desaparecido, dedicado a
Roldán. Constaba de un gran arco de piedra coronado por un águila
imperial con las alas recogidas, apoyado sobre dos podios decorados con
sendas estelas discoideas. Bajo la estructura había un altar con una
lauda de bronce con el relieve de la figura de Roldán y sobre ella,
colgando del arco, aparecía una campana de bronce, la llamada Campana de
la Paz. De hecho, la estructura se denominaba «Monumento a la Paz de
los Pirineos».
Inaugurado en 1934, un temporal de nieve lo
derribó en 1937. Fue reconstruido, pero en 1941, otro vendaval tiró de
nuevo el arco al suelo y ya no volvió a ser reparado. En su lugar, se
levantó un monolito en 1967, que sigue presente en el lugar.
Numerosos
alemanes destinados en Ipar Euskal Herria se acercaron hasta el lugar
desde 1940, con una visita especialmente significativa el 19 de marzo de
1943. Ese día se acercaron al mutilado monumento el ministro de
Finanzas nazi, Johann Ludwig Graf Schwerin von Krosigk, y el general
inspector de la Policía de Fronteras del Tercer Reich, Johanes Hobfeld,
con su séquito, acompañados por el gobernador civil de Nafarroa, José
López-Sanz Alamán, y el jefe del NSDAP en Nafarroa, que hizo de
intérprete.
Además de conocer el lugar, la visita tendría como
objetivo exigir a las autoridades franquistas un mayor control de la
muga pirenaica, donde se registraba el tráfico de armas y mercancías, y
operaban redes de evasión.
Ese tránsito de alemanes se vio interrumpido a partir de 1944
con el día D y el desembarco de Normandía, que terminaría apuntillando
al régimen nazi hasta su rendición incondicional en mayo de 1945 tras el
suicidio de Hitler.
Cuatro días después de que el líder nazi se
quitara la vida, en el Centro Alemán de Iruñea ondeaban a media asta las
banderas del Reich y la española, y se expusieron pliegos para que la
gente mostrara sus condolencias por la muerte de Hitler. Tal vez se
recurrió a ese lugar porque para entonces estaba clausurado el
consulado.
Con el hundimiento de la Alemania nazi, Iruñea también
se convirtió en un lugar atractivo para los derrotados que huían de los
vencedores, por su proximidad con la frontera y porque disponían de
acólitos dispuestos a echarles una mano.
De hecho, Alfred
Müller-Thyssen fue considerado por los Aliados sospechoso de pertenecer a
la red Operación Refugio Seguro, que habría dado cobijo en pisos
francos a nazis huidos en coordinación con la red que Clara Stauffer
dirigía desde Madrid. Por esa razón, el líder del NSDAP en Nafarroa y su
hermano Walter pasaron a formar parte de las listas de la OSS.
Ambos
fueron detenidos y extraditados a Alemania. Alfred fue internado en un
campo de prisioneros en Stuttgart, hasta que a finales de 1946 fue
puesto en libertad, al igual que su hermano. En la primavera de 1947
estaba de vuelta en Iruñea y en junio de ese mismo año, abría una filial
de la empresa familiar de cueros y pieles que Walter gestionaba en
Donostia. Posteriormente se habría trasladado a Madrid, donde se le
pierde la pista.
Así terminaba la destacada presencia nazi en
Iruñea, donde, desde el final de la Segunda Guerra Mundial, no volvió a
contar con un consulado ni ninguna otra legación diplomática que
representara a Alemania.
Fuente → naiz.eus
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