García Oliver, el anarquista olvidado
García Oliver, el anarquista olvidado
Xavier Díez

Un 20 de enero del año 1901 nacía en Reus Joan Garcia Oliver, personaje legendario con una vida de película, sindicalista de acción, rebelde, aventurero, pensador autodidacta, exiliado, prisionero, organizador revolucionario y guerrillero urbano. Fue el hombre con mayor poder en Catalunya en el breve verano de la anarquía, un ministro de justicia competente, un conspirador político, un diplomático en la sombra, un memorialista y, sobre todo, hoy, un gran olvidado

Joan Garcia Oliver, anarquista de Reus, murió solo, de un infarto, en su casa de Guadalajara, México, el 6 de julio de 1980, con 78 años. Durante muchos años, no se supo ni encontrar su tumba hasta que un estudiante catalán que hacía una estancia la localizó gracias al registro del cementerio civil de la ciudad. Se encuentra enterrado en el mismo nicho donde también se encuentra su único hijo, fallecido trágicamente en un accidente de tráfico cuando tenía 24 años.

Su muerte solitaria es toda una metáfora de cómo uno de los personajes más relevantes de la historia contemporánea de Catalunya ha sido tratado de forma similar a cómo el importante legado libertario ha sido desterrado de la historia oficial. Aunque García Oliver ha sido de los reusenses más relevantes, fuera de una placa cerca de su lugar de nacimiento, no hay ningún espacio de memoria. Pese a que fue uno de los catalanes que más poder acumuló entre julio y octubre de 1936 (más que el presidente Companys), ha desaparecido del mapa. Y eso que dos años antes de su muerte, publicó lo que quizá sea uno de los libros de memorias, El eco de los pasos (Virus Editorial, 2021) más trascendentes de las últimas décadas y de lectura obligada para quien quiera entender el siglo XX.

¿Quién fue Joan Garcia Oliver? Probablemente un personaje legendario, con una vida de película sin película. Un rebelde. Un sindicalista de acción. Un aventurero. Un pensador autodidacta. Un exiliado. Un prisionero. Un organizador revolucionario. Un guerrillero urbano. El hombre con mayor poder en la Catalunya del breve verano de la anarquía. Un ministro de justicia competente. Un conspirador político. Un diplomático en la sombra. Un exiliado. Un memorialista. Un olvidado. 

Doctorado en la "Universidad de la Calle de Entença"

Nació en Reus en 1902 en una familia proletaria. Intelectualmente brillante, de escolarización breve como la mayoría de su clase social, fue un niño callejero, capaz de liderar guarderías para apedrear las fábricas donde esclavizaban a sus familias. Empieza a trabajar de niño. Elige el oficio de camarero, en el que aprenderá los códigos de vestimenta, adquirirá el sentido de la elegancia, y se convertirá en el espacio privilegiado donde, desde el silencio y la discreción, se dedicará a observar y conocer los secretos de la condición humana , las líneas más psicológicas que reales, que separa a las clases sociales. Con quince años, se instala en Barcelona, ​​en el mismo momento en que existe la revuelta de 1917. Y como el que había presenciado de niño en Reus ocho años antes, siempre observa lo mismo. Indignación popular. Una estrategia suicida a base de barricadas. Contingentes obreros desorganizados y mal armados disparando contra un ejército republicano. Un “no se puede” de impotencia frente a los fracasos revolucionarios. Y García Oliver dedicará su vida a que "sí se pueda" hacer una revolución, bien preparada, organizada y culminada.

Sindicalista adolescente, es detenido y encarcelado en la Modelo de Barcelona a finales de 1919, en la represión posterior a la huelga de la Canadiense. Allí, en prisión, “la Universidad de la Calle de Entença” se doctorará como anarquista y sindicalista revolucionario. Una vez sale, es enviado de nuevo a Reus, donde brillarán sus estrategias de acción directa. Pistola en mano, entrará en las fábricas y encañonará a los encargados ante las trabajadoras para advertirle sobre las consecuencias de acosar a las obreras en una época en la que los abusos eran norma y no excepción. Plantea batallas con la patronal local en la que la organización y la contundencia se revelarán como estrategias adecuadas. Ante los primeros logros, la patronal envía sicarios a matarlo. Y con una brillante estrategia de guerrilla urbana, serán los pistoleros del Lliure quienes pondrán a los muertos.

Después de idas y venidas a Barcelona ya la cárcel, vivir en la clandestinidad, haciendo de camarero de día y de pistolero de noche, reuniendo un grupo de afinidad conocido como Los Solidarios (con Buenaventura Durruti, Anastasio Jover, los hermanos Ascaso y número variable y decidido de componentes). La presión policial le llevará al exilio parisino durante la década de 1920. Allí conocerá (y se hará amigo) de Francesc Macià, que le propondrá como ministro de guerra del gobierno provisional de la Catalunya independiente, mientras prepara su invasión de Cataluña, en la irlandesa, con la fracasada incursión de Prats de Molló. También será uno de los organizadores del también fracasado atentado contra el rey Alfonso XIII cuando era de visita en la capital francesa. Más exilios, en Bélgica, y una entrada clandestina en el País Vasco, donde será de nuevo detenido, torturado y encarcelado hasta la proclamación de la República.

Durante el período republicano va elaborando su estrategia para alcanzar el comunismo libertario, lo que se conoce como “gimnasia revolucionaria”, un entrenamiento paramilitar de guerrilla urbana

Madurado antes de tiempo, durante el período republicano va elaborando su estrategia para alcanzar el comunismo libertario. Será lo que se conoce como "gimnasia revolucionaria", un entrenamiento paramilitar de guerrilla urbana para disputar el poder a un fascismo que recorre Europa. Este conjunto de tácticas implica también un entrenamiento psicológico para el día siguiente de la revolución: las colectividades agrarias e industriales, la autogestión obrera, y todo aquel conjunto de elementos que deberían configurar la sociedad posterior. De hecho, el Garcia Oliver intelectual también será uno de los ponentes del “comunismo libertario”, la hoja de ruta aprobada por la confederación sindical CNT para preparar la autoorganización de la sociedad cuando la clase trabajadora controlara el país. Y esto ocurriría un mes y medio más tarde. Mientras, se atribuye la paternidad de la bandera, con el rojo y negro anarquistas, en las primeras manifestaciones de 1931. 

Nosotros, los sin nombre

La época republicana será un período de detención tras detención, fracaso tras fracaso, hasta que tiene éxito. Junto con otros líderes anarcosindicalistas, crea un nuevo núcleo de afinidad “solidaria”, ahora con el nombre de “Nosotros” –o los “sin nombre”– con los que establece la estrategia que permite vencer al ejército en las calles de Barcelona las jornadas del 19 y 20 de julio de 1936.

Pocos días después, todavía entre los escombros humeantes del combate, los 30.000 fusiles arrebatados en los Cuarteles de Sant Andreu, y el control obrero de Catalunya, se hace el dramático Pleno de Regionales de los anarcosindicalistas. Mientras Durruti representa al mito militar, García Oliver, con 34 años, es el líder político. Allí, defiende "ir a miedo al todo", es decir, establecer un "régimen anarquista" (Federica Montseny llamará dictadura). Sin embargo, ante circunstancias difíciles y confusas, la plana mayor de la CNT acepta la colaboración con el resto de fuerzas antifascistas y el mantenimiento de las instituciones catalanas. Y se crea el Comité Central de Milicias Antifascistas, del que el reusense será el presidente. Cuentan con las armas y el control de la calle. Representan el poder real. Garcia Oliver es, hasta la disolución del CCMA en septiembre de ese mismo año, el verdadero presidente de la Catalunya independiente. Sin embargo, todo el mundo conspira en contra de ese organismo que ha subvertido el orden burgués.

García Oliver será hiperactivo durante ese período. Con la colaboración del consejero Josep Tarradellas, una suerte de enlace de la Generalitat: crearán la Escuela Popular de Guerra y las industrias bélicas, necesarias para sostener el esfuerzo de un conflicto armado contra un ejército profesional con el apoyo de Italia y Alemania. Y regirán la vida cotidiana, la regulación de las colectivizaciones agrarias e industriales. Sin embargo, el poder institucional, con el apoyo de la Unión Soviética, se va reconstruyendo y reduciendo el papel de los anarcosindicalistas, hasta que el CCMA acaba. La colaboración se impone, y con un Madrid sitiado, envían a Garcia Oliver a hacer de ministro (de justicia) a un gobierno republicano de unidad antifascista. La única experiencia histórica con anarquistas en el gobierno. Y él, el anarquista antipolítico se convertirá en uno de los ministros más políticos, que tendrá que jugar con las sutilezas maquiavélicas, las maniobras de palacio tratando de evitar el peso creciente de los comunismo estaliniano dentro de la República, organizando el esfuerzo bello montando operaciones diplomáticas, y mientras tanto, ocupándose de las prisiones, donde había pasado muchos años, de los tribunales, de las reformas de los códigos civiles y de familia…

Julio de 1936: la plana mayor de la CNT acepta la colaboración con el resto de fuerzas antifascistas y el mantenimiento de las instituciones catalanas. Y se crea el Comité Central de Milicias Antifascistas

Fuera del gobierno, a consecuencia de los Hechos de Mayo de 1937, su obsesión será preservar la seguridad de unos anarquistas que viven las purgas estalinistas en la retaguardia republicana. Posteriormente, el exilio en el Estado francés, Inglaterra, Suecia, la Unión Soviética (que atravesará con el Transiberiano en invierno de 1940, hasta Vladivostok). De ahí, en Estados Unidos atravesando el pacífico en un barco sueco. De Los Ángeles a Nueva York, y por último, México, donde finalmente pasará más tiempo que en Cataluña.

García Oliver no sabe parar quieto. Desde el exilio tratará de hacer lo posible para que el Gobierno de la República declare la guerra en el Eje y establecer un cuerpo independiente de republicanos para luchar contra los nazis, y así poder propiciar su regreso. Vivirá las progresivas divisiones del anarcosindicalismo, los enfrentamientos, la deserción de un exilio que envejece y acaba arraigando en su nuevo país. Sin embargo, sin desfallecer, no dudará en viajar a Venezuela en busca de financiación en la lucha guerrillera antifranquista con Defensa Interior. También –me lo explicó el luchador anarcosindicalista Octavi Alberola desde su casa de Perpiñán– participará activamente en la planificación de varios atentados fallidos contra Franco.

Ya viejo y cansado, dedicará los últimos años de su vida a redactar sus memorias. Dos mil hojas mecanografiadas durante cinco años que llegarán, quizás, demasiado tarde. Luego, la muerte, y lo peor de todo, el silencio injusto de alguien que todavía tiene muchas cosas que decirnos.


Fuente → directa.cat 

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