Fraga, ese asesino
Fraga, ese asesino
Iñigo Landa Larrazabal

 

La historia política de Manuel Fraga Iribarne es otra página infumable más del relato que se nos ha hecho durante decenios sobre ciertos personajes más propios del museo de los horrores que del pedestal de estadistas de la democracia, que por blanqueamiento del franquismo, aún perdura. Este energúmeno “en cuya cabeza cupé el Estado”, tan recordado en Euzkadi por su odio mortal a nuestro nacionalismo, ya transmutado en demócrata de toda la vida fue fundador de Reforma Democrática que, luego, mutaría en Alianza Popular y, finalmente y de momento, en el Partido Popular… En el CORRUPTO Partido Popular. Este exponente del fascismo más cruel pasó por un sinfín de puestos políticos: Desde funcionario destacado del franquismo a ponente de la Constitución española con carácter de «Padre de la Patria«.

Sería un auténtico coñazo enumerar todos sus cargos y carguitos, sus títulos de hijo adoptivo de numerosos lugares (que aún se mantienen), o sus incontables medallas recibidas por sus «méritos» primero como colaborador estrecho del régimen genocida y luego como demócrata ejemplar. Quedémonos sólo con pequeños detalles como sus famosas frases chulescas de “La calle es mía” o “antes pasarán por encima de mi cadáver (que izar la ikurriña). Anecdótico también su entusiasmo franquista militante ya que, como ministro-portavoz, informó de la ejecución de prisioneros políticos como la del dirigente comunista Julián Grimau, al que calificó de «ese caballerete» en rueda de prensa cuando estaba detenido, condenado a muerte y que fue vilmente fusilado en 1963.

 

La condena de Grimau provocó una gran campaña de rechazo en el exterior, que no logró salvarle la vida. Fraga justificó entonces la ejecución y, posteriormente, nunca jamás modificó públicamente su postura. También curiosa la llamada que hizo desde su puesto de ministro al padre del estudiante Enrique Ruano, asesinado por la Policía Política del régimen, para amenazarle con detener a su otra hija, Margot, también militante antifranquista, si no cesaba en sus protestas.

El entonces director del diario ABC, Torcuato Luca de Tena, llegó a confesar que Manuel Fraga Iribarne le dio las órdenes para publicar anotaciones del diario íntimo de Ruano, manipulándolas a fin de que pareciese una persona inestable que se había suicidado. Pura Gestapo.

Por si «cositas» como estas no fueran suficientes para definir al Presidente Fundador (desde 1990 hasta que, felizmente, se murió) del partido de Ene Punto Feijóo, el Diario PÚBLICO sacaba a la luz documentos bien escondidos hasta ahora de los que se deduce el consentimiento y la colaboración de dicho Presidente Fundador del CORRUPTO PP en la organización de los actos de terrorismo de Estado que se desarrollaron en Montejurra en 1976, con Carnicerito de Málaga (la llorona Arias Navarro) como Presidente y en los que murieron dos militantes carlistas a manos de una banda montada con urgencia y con fondos públicos por el SECED (Servicio Central de Documentación) los servicios secretos de la Defensa creados por el cosmonauta Carrero BlancoEl Cejas«), reclutando a terroristas internacionales de extrema derecha, especialmente argentinos de la Triple A, neofascistas italianos, ex miembros de la OAS y de la PIDE (la policía secreta de la dictadura portuguesa). Algunos integrarían después los GAL (Grupos Antiterroristas de Liberación), encargados de asesinar a personas vinculadas a ETA (o no). Uno de ellos era Rodolfo Eduardo Almirón, escolta del asesino Fraga durante varios años. Todo fue una sucesión continua del mismo tipo de terrorismo. Desde Franco a «Mr. X» González Márquez.

El objetivo de la masacre, consentida por las FSE por orden de Fraga, era el de acabar con el carlismo de tintes socialistas de Carlos Hugo de Borbón Parma, pretendiente al trono español y con algunos apoyos en la época, por ejemplo, en la propia Euzkadi.

La intención de los asesinatos era cortar de raíz cualquier intento democrático que pusiera en peligro la corona de Juan Carlos Borbón. La versión oficial es aún la de que los carlistas abrieron fuego con sus numerosas armas y que, claro, «los buenos» tuvieron que protegerse. ¡Salvad al Rey! Siempre salvando a ese sátrapa desde que Franco le hizo traicionar a su padre.

Ciertamente, resulta imposible pretender que traguemos con el carácter democrático de una institución amparada por hechos sangrientos y personajes de esta calaña. Otros tragan todo lo que les cuentan, desde el suicidio de Ruano hasta la trascendencia de Fraga como conseguidor del actual régimen «ejemplar». Y es que lo dejó atado y muy bien atado el viejo cabrón monohuevo.

¿Y eso de la Verdad, la Justicia y la Reparación, para cuándo?


Fuente → blogs.deia.eus

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