Pipe sabe
Pipe sabe
Gerardo Tecé 

El sobrino de Felipe VI y su hermana son el mayor exponente de lo que una familia real debería ser a pesar de la estúpida corriente dominante que impone que las familias reales disimulen lo que ocurre dentro.

Pipe. Es el verdadero nombre de quien seguimos empeñados en llamar Froilán. Su familia y amigos lo llaman así, nadie en su entorno lo llama Froilán. Pipe es como lo conocen los más cercanos, insisten erre que erre cada cierto tiempo los medios de comunicación monárquicos haciendo una necesaria labor pedagógica para con la población española. Al contrario que otras informaciones relacionadas con la Corona, esta parece del todo veraz. En las familias de bien –es decir, las que viven bien– se tiende a infantilizar los nombres de quienes ya son más que adultos. Tiene su porqué. Nombrar es definir y estos entornos de clase alta se definen por vivir en una eterna infancia en la que escasea la responsabilidad. No existen los problemas para llegar a fin de mes, ni tampoco los dolores de cabeza que te llevan a ser un triste Alberto que paga multas de tráfico o una triste Pilar que madruga de lunes a sábado en lugar de un feliz Bertín o Piluca. “Pipe sabe”. Era la expresión, perdida en una crónica publicada hace años, que usaba un amigo –también de clase alta– para alabar la afición de Felipe Juan Froilán de Todos Los Santos por las mejores fiestas, las mejores vacaciones, las mejores entradas para los toros. Pipe sabe. Una expresión sincera y precisa como un bisturí. No es fácil condensar siglos de monarquía en tan poco. Miles de crónicas sobre la Casa Real publicadas durante siglos en España nunca lo consiguieron y la que lo hizo ni siquiera lo usó como titular.

Pipe sabe. El sobrino de Felipe VI y su hermana Victoria Federica –Vic en su entorno cercano– son hoy el mayor exponente de lo que una familia real debería ser a pesar de la estúpida corriente dominante que impone que las familias reales disimulen de puertas para afuera lo que ocurre dentro. Es injusto criticar a adolescentes regados con privilegios por tener el comportamiento público que de ellos cabe esperar. ¿Para qué han sido educados si no es para sobrevolar el mundo real del modo en el que lo hacen? Pipe y Vic, enemigos del disimulo, saben bien que no les corresponden ni les corresponderán vacaciones en diminutos pisos alquilados en habitaciones con literas a dos kilómetros de la playa, sino yates navegando las mejores costas que al atardecer atracarán en las más exclusivas fiestas de Ibiza o Marbella. A cuenta del Estado, claro. Pipe y Vic saben que pertenecer a la Casa Real conlleva un alto grado de inmunidad que está ahí para usarse. Es lo que han visto en casa. Si uno estrella un coche –de alta gama, obvio– a altas horas de la noche o si se acaba viendo involucrado en una pelea a las puertas de la disco de moda, sabe que ahí estarán las fuerzas de seguridad para tapar lo sucedido. ¿De verdad quedan cándidos que esperan otra cosa? Pipe y Vic saben, porque lo han visto en casa, que el esfuerzo es un concepto que quizá esté bien para dirigirse al pueblo llano en Navidad mediante discursos televisados, pero que no es un atributo en absoluto necesario a la hora de desempeñar el papel que les ha tocado. Que alguien ponga sobre la mesa un solo argumento de peso en contra de que al sobrino del rey y nieto del emérito le regalen los aprobados y titulaciones en colegios y universidades exclusivas cuya función última no es educar a los cachorros del privilegio, sino unir sus agendas. Ya basta de quejas hipócritas y vacías de contenido.

Pipe sabe cuál es su lugar y no sólo en lo relativo a una vida acomodada y protegida. También en lo político. Hizo bien Pipe cuando, en mitad de la pandemia, salió a la calle a manifestarse de incógnito junto a la ultraderecha, de la mano de los vecinos con más apellidos compuestos del Barrio de Salamanca y contra un Gobierno socialcomunista al que obviamente detesta. Bendita juventud. Ojalá su tío o su abuelo pudieran permitírselo. Pipe y Vic saben que cuando aparecen emperifollados en el palco de la plaza de toros de las Ventas no sólo están mostrando en público una afición, sino también tomando posesión del asiento en el que la España de derechas que hoy sustenta anímicamente a la Casa Real quiere verlos. Vivir sin trabajar, hacer vida sin salir de entornos elitistas, ser asiduos de las más exclusivas fiestas, recibir regalos académicos, policiales y mediáticos, ocupar palcos, portadas y yates o mostrarse políticamente es lo que deberíamos esperar de cualquier miembro de una institución que justamente es todo eso y nada más que eso. Dejen de criticar a los miembros de la Familia Real que se niegan a aceptar estúpidos códigos que son falsos. Critiquen los intentos de disimulo de sus mayores. La próxima vez que se publique que un caballo, un piso de lujo o un nuevo coche de alta gama ha sido puesto a disposición de los cachorros de nuestra monarquía porque el anterior acabó estrellado de madrugada o simplemente pasó de moda, sean agradecidos porque no hay nada más generoso en esta vida que la sinceridad. Pipe sabe. Usted debería saberlo.


Fuente → ctxt.es

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