«Operación Tazones», el mayor intento de fuga de la guerrilla asturiana
«Operación Tazones», el mayor intento de fuga de la guerrilla asturiana
Guillermo Guiter 
 
La huida masiva y frustrada, por accidente o traición, de 800 maquis que quisieron salir por barco hacia Francia en 1939

 

La Guerra Civil en el territorio de Asturias terminó, sobre el papel, con la caída del frente norte republicano, en octubre de 1937. Sin embargo, las operaciones de la guerrilla contra el franquismo se prolongaron muchos años más. De hecho, la infiltración del maquis era más intensa de lo que el nuevo gobierno quería reconocer. Y aunque su eficacia militar fue relativamente escasa, su huella política perdurará hasta la actualidad.

Durante los dos primeros años, hasta que concluye la guerra en el resto de España, existe una mayor actividad insurgente en Asturias. Muchos habían salido ya hacia Francia, México o la URSS en 1937, pero los que seguían luchando aún albergaban esperanzas. Los evidentes síntomas del colapso del frente catalán supondrán un duro golpe para esas esperanzas, de modo que, bajo la dirección de Indalecio Prieto y Amador Fernández desde Francia, se plantea la necesidad de reagrupar a las tropas en este país.

En este contexto, a principios de 1939 se produce uno de los intentos de fuga más grandes y poco conocidos de la posguerra asturiana. Nada menos que 800 huidos republicanos participaron en la operación, que debía iniciarse en El Puntal de la ría de Villaviciosa, muy cerca del pequeño puerto de Tazones.

Fue el 14 de enero de 1939. Según recoge el historiador Secundino Serrano en Maquis. Historia de la guerrilla antifranquista (Ed. Temas de Hoy, 2002), las cuencas mineras eran la «base preferida» de los fugaos, opositores al régimen. Los mineros habían luchado bravamente en todos los frentes y no se rendirían fácilmente. Pero, dice Serrano, «(…) una vez comprobado que la guerra estaba perdida para la República, se plantearon como objetivo marchar al extranjero».

La idea era concentrar un gran número de personas, que el historiador estima entre 300 y 700 y la Fundación Pablo Iglesias eleva hasta las 800 (basándose en dos testimonios), que partirían de las cuencas el día 12 de enero hasta la costa de Villaviciosa. «El toque de sirena del pozo de Vegatodos marcó el inicio» de una marcha integrada sobre todo por mineros, señala Secundino Serrano.

La columna estaba comandada por Dositeo Rodríguez, Fogonazos, y Manuel Fernández Peón, el famoso Comandante Flórez, y en ella «predominaban ancianos, enfermos y heridos». Fue una marcha penosa, difícil. La idea era llegar al bou (un barco civil militarizado) que los recogería en el puerto de Tazones.

Mala suerte o traición

Pero quizá la mala suerte, un hecho «accidental» según Serrano, quiso que fueran detectados durante la madrugada del día 14: «habían desertado tres soldados y, al ir a buscarlos, soldados y falangistas se encontraron con la columna de antifranquistas».

Se inicia un tiroteo y los guerrilleros se retiran. A lo largo de la noche se producen varios enfrentamientos con la Guardia Civil. El balance es de 57 muertos o heridos; el resto consigue volver a casa y la fuga resulta frustrada. Pudo ser una matanza, pero el historiador cree que «El bajo nivel de preparación de las fuerzas represivas tal vez explica que una columna de medio millar de personas pudiera moverse con libertad por media provincia con pocas bajas relativas».

Hay algunos matices sobre esta versión que el historiador alemán Heine Hartmut cuestiona. Este cifra en 800 los huidos, entre los que también habrían figurado «cuadros del Partido Socialista, como el vicepresidente de la Diputación Provincial, Perfecto González Fernández».

El buque que les esperaba tenía bandera inglesa, dice Hartmut, y debía llevarlos al Midi francés. Pero el fracaso no se debe, según este historiador, a un accidente, sino a que «Agentes del servicio de información franquista en Francia han obtenido ciertas informaciones al respecto -aunque no el lugar exacto de embarque- que no tardan en transmitir a sus patronos en Madrid».

«Por tanto», asegura Hartmut, «ya antes de alcanzar el puerto, los huidos, casi todos ellos bien armados, chocan con fuerzas del ejército y de la Guardia Civil. Mas éstas, que en vista de lo impreciso de las informaciones recibidas habían de dividirse entre varios puertos de la costa, no son capaces de cerrar la trampa».

Eso sería la explicación de por qué los republicanos, «disgregándose rápidamente en varios grupos, consigan, no sin haber sufrido antes un número elevado de bajas, retirarse a sus diversas bases, de las que habían partido sólo unas horas antes». (Represión y exilio. En El socialismo en España. Desde la fundación del PSOE. hasta 1975. Coord. Santos Juliá. Ed. Pablo Iglesias). El historiador alemán se habría entrevistado con los destacados guerrilleros César Ríos y José Mata, que participaron en la fuga.

En efecto, La Fundación Pablo Iglesias recoge el testimonio directo de José Mata Castro, un militante socialista que vivió el intento de huida en primera persona. Su reseña biográfica confirma la historia, pero no las razones del fracaso. Tras la operación fallida, Mata «de nuevo marchó al monte para organizar la guerrilla asturiana que actuó desde los Picos de Europa hasta el puerto de Somiedo, concentrándose el grupo de Mata (conocido como Tamayo) en la zona de Langreo-Mieres.

Por su parte, el sierense César Ríos, un destacado sindicalista y militante socialista, también continuó la lucha y en octubre de 1948, tras once años en la guerrilla, se embarcó precisamente en ese mismo puerto de Luanco en un barco fletado por Indalecio Prieto. Con Ríos iban el Comandante Flórez (Manuel Fernández Peón) y otros 27 guerrilleros socialistas asturianos.

César Ríos vivió en Francia y murió en el año 1997, aunque visitó España varias veces tras la llegada de la democracia; Fernández Peón se trasladó desde Francia a Argentina, donde falleció en 1986.

Nunca llegó a haber un intento de fuga masivo como el de 1939.


El atentado de guerrilleros asturianos que casi acaba con la vida de Franco

Era una tarde luminosa en la comarca leonesa del Bierzo. Francisco Franco viaja en su gran limusina Mercedes blindada hacia una de las inauguraciones que tanto le gustaba publicitar en el No-Do: la obra de la central térmica de Compostilla, a orillas del embalse de la Bárcena y muy cerca de Ponferrada.
La fecha es significativa, el 28 de julio de 1949, porque hace más de diez años que la Guerra Civil ha terminado y está claro que Franco ha llegado para quedarse. Sin embargo, un puñado de guerrilleros aún resiste en los montes asturianos.

 


Fuente → lavozdeasturias.es

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