Los muy ilusos esperaron en su día una referencia inequívoca de 
condena de las andanzas del sátrapa y ladrón de su padre y los ilusos 
patológicos se quedaron esperando una referencia al vergonzoso 
espectáculo del golpe institucional perpetrado por el Tribunal 
Constitucional. 
 
La vigencia del delito de injuria al rey que 
propicia la incomprensible vigente de la Ley Mordaza hace que no 
pongamos negro sobre blanco los epítetos descalificativos que nos 
sugiere este inútil monarca, del que sabemos que solo está “preparado” 
para vivir de puta madre a costa de los españoles. 
 
Es inútil 
como rey desde su escasa capacidad intelectual y desde su no menos 
escasa concepción democrática al permitir la inviolabilidad de su actos,
 sabiendo lo que ha conllevado a su progenitor. Los días en que se 
debieron explicar los fundamentos de derecho de una democracia en 
aquellas prestigiosas y costosas universidades norteamericanas faltaría a
 clase o la impronta marcada del dictador fueron tan profundas que le 
impiden asumir algo tan fundamental en una democracia formal como que 
solo y solamente solo la voluntad popular reside en el Parlamento.  
 
Su
 discurso de navidad, absolutamente prescindible para cualquier 
intelecto medio, repleto de lugares comunes y referencias 
tardofranquistas a que somos un gran pueblo de reconocida historia y no 
menos capacidad de solventar problemas, adolece de cualquier sustento 
con la realidad económica y social del país.  
 
Por otra parte, 
las valoraciones de PSOE y la derecha del discurso son tan previsibles 
como insustanciales. Un discurso milimétricamente confeccionado para que
 PSOE y la derecha lo intenten arrimar a sus intereses partidistas 
diciendo que el monarca les da la razón. El rey podría en el discurso de
 Navidad decir literalmente que da gracias a los españoles por 
facilitarle a él y a su familia una vida despreocupada y sin problemas, 
que las valoraciones serían las mismas, dando gracias, incluso, por el 
ejercicio de sinceridad del monarca. 
 
No podemos esperar mucho 
de un Jefe del Estado, por el dudoso mérito de la cuna, que se prestó de
 forma solícita, junto a su estirada consorte, a visitar los centros de 
acogidas de refugiados ucranianos, y que no tiene tiempo para visitar a 
los vecinos de la Cañada Real, apenas 10 o 15 kilómetros de su 
residencia real, que llevan más de cuatro años sin luz eléctrica 
sufriendo todo tipo de privaciones y viviendo de forma tercermundista.  
 
La
 inutilidad del Rey es tan manifiesta, como prescindible su figura en 
una democracia moderna, sobre todo cuando se deja lisonjear sin 
complejos por la derecha y extrema derecha y hace caso omiso a su 
capacidad mediadora no solo en lo político, también en lo económico. En 
ningún momento, se le ha escuchado llamar al orden a los actores 
económicos y financieros y grandes fortunas, algunos de ellos que 
subvenciona sus practicas náuticas con apellidos de rancio abolengo, 
para que arrimen el hombro en estos momentos difíciles para todos, menos
 para él y su familia. 
 
En definitiva, una Navidad más, y otra 
oportunidad perdida para ser y actuar como lo que no es ni está 
dispuesto a ser: un verdadero Jefe de Estado. Una Navidad más para 
demostrar su inutilidad para representarse asi mismo y a la nación. 
Fuente → punoenalto.com


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