Francia cerró la frontera a Companys en 1936
Francia cerró la frontera a Companys en 1936 
Ramón Martín

Era su primer viaje fuera de Catalunya como Presidente de la Generalitat, pero aquel 4 de diciembre de 1936, Lluís Companys no pudo pasar la frontera entre España y Francia. Su séquito había salido del Palau de la Generalitat tras comer. Le acompañaba Carme Ballester, su reciente esposa —se habían casado en octubre—, para hacer, juntos, una breve escapada que debido a las circunstancias no habían podido realizar, pues hacía casi cinco meses que había dado comienzo la Guerra Civil. El presidente se recuperaba de una enfermedad que lo había mantenido fuera de la política durante dos semanas. Esta malantía comenzó, oportunamente, al destaparse el asunto Rebertés. Aquel complot de elementos de Estat Català promovido para acabar con su gobierno, que se dio por terminado con la ejecución del comisario general de orden público de la ERC, Andreu Rebertés.

Al llegar a la frontera, el prefecto de Perpiñán trasladó a Companys la negativa para la entrada en Francia. El motivo era que, el ejecutivo de Léon Blum, impulsor del pacto de no intervención en la contienda española, pretendía que no participara, el domingo 6, en el mitin a celebrar en el Velódromo de Invierno de París organizado por el Comité por la España Libre. Blum temía que su presencia tensara la relación entre los socios de su gobierno del Frente Popular, en el seno de una sociedad francesa, dividida en el apoyo a la República Española. Según el lema del acto, Companys asistía “para pedir socorro para el pueblo español que los republicanos franceses abandonan a la criminal y furia asesina del fascismo internacional”

 

Sus impulsores se declaraban descendientes de la Comuna, de las jornadas de 1848 y de la Revolución Francesa, al grito “de abajo la guerra, pero viva la revolución española”. Clamaban por abandonar la política de neutralidad y enviar, urgentemente, armas a la República Española. Los carteles anunciaban la presencia de Companys, junto con la del tesorero de la CNT-FAI, Joaquim Cortés, y el representante del PSUC y la UGT, el exconseller de Comunicaciones, Rafael Vidiella.

Estupefacto, el séquito presidencial dio media vuelta, para dormir en Girona, no sin antes, hacerlo público a los cuatro vientos, mientras el gobierno emitía una breve nota de prensa atribuyendo, la anulación del viaje a una fiebre del presidente. El 4 de diciembre, Vidiella se reunió en la oficina de la Generalitat en París con Donald Darling, el cual, en los inicios de los años treinta, había llegado a Barcelona, colaborando con el semanario Mirador. Durante la guerra, ejerció de delegado del Comisariado de Propaganda en Londres y, según la seguridad francesa, tenía el encargo de preparar un trabajo sobre la situación en Catalunya.

El sábado el automóvil de Vidiella estuvo a punto de atropellar a un peatón en la rue d’Strasbourg. Al día siguiente, en el Velódromo de invierno las banderas catalanas y republicanas vestían la tribuna, donde, al activista sindical Louis Lecoin, presidente del Comité por la España Libre, le acompañaban las viudas de los anarquistas muertos: Buenaventura Durruti y Francisco Ascaso, mientras sus retratos flanqueaban al del presidente de la Generalitat, aunque este no pudo estar presente. El acto se convirtió en un clamor de anarquistas, comunistas y radicalsocialistas franceses contra la no intervención del gobierno que apoyaban. Lecoin acusó a Blum de tratar al presidente de la Generalitat, como a un canalla. El escritor André Chamson también criticó a Blum, como también lo hicieron Jean Zyromski del socialista SFIO o Lucien Huart de la Unión Anarquista.

Rafael Vidiella manifestó que “sin el apoyo de Hitler y Mussolini, la revuelta militar habría sido derrotada desde hace tiempo”, aclarando que, en Catalunya, no existía ninguna amenaza separatista. Joaquim Cortés, por su lado, denunció los crímenes de los militares rebeldes. El acto acabó a medianoche. A pesar del baño de masas, no todos los franceses esperaban a la delegación catalana con los brazos abiertos. El día 8, Vidiella se reunió con Darling. El inglés no era un contacto cualquiera, puesto que, durante la Segunda Guerra Mundial se enroló de agente del MI9, la sección de la inteligencia militar británica que ayudaba a huir a prisioneros de guerra.

Al regresar Vidiella a Barcelona, los rumores sobre el fracasado viaje ya corrían por la ciudad. El consulado de Estados Unidos, lo atribuía a la voluntad de evitar un atentado fascista contra él, mientras L’Action Française, órgano de los nacionalistas de Charles Maurras, lo hacía a la voluntad de la FAI para que el presidente no abandonara el país, ya que creían que lo podría aprovechar para huir. L’Humanité comunista señalaba a Blum.


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