Borbones, socios del fascismo franquista, traidores a España y enemigos de su República. De los impostores al fascista ladrón
Borbones, socios del fascismo franquista, traidores a España y enemigos de su República. De los impostores al fascista ladrón / Tulio Riomesta

 

No ha habido ningún borbón intelectual, siempre han sido gente cuartelaria, una casta anormal, algunos enfermizos, otros con desviaciones psicológicas. Muchos borrachos, viciosos sexuales, desnaturalizados, inhumanos, crueles, ladrones, esclavistas, corruptos, criminales, déspotas, iletrados, incapaces; su único interés fue siempre el suyo particular, siempre ignoraron al pueblo y se aliaron con los poderosos, los sectores más reaccionarios, terratenientes, oligarquía, milicia, clero, sometiendo a España al atraso, la miseria, la incultura, la desgracia, la humillación, el fracaso.

Desde que los borbones llegaron a España las tragedias han asolado nuestra patria. Con ellos llegaron las guerras civiles. Felipe V, el primer borbón, era un personaje bipolar cargado de problemas mentales, obsesionado por el sexo, y que despreciaba a España. Cuando fue proclamado rey en 1701 muchos ciudadanos le rechazaban, dando lugar a la cruenta guerra de sucesión en la que murieron miles de españoles a costa de su trono. No dudó en firmar la entrega a Gibraltar y Menorca a los ingleses a cambio del cese de la oposición de estos. La represión contra sus adversarios fue terrible, muchos miles fueron sometidos a prisiones inhumanas, crueles torturas y a la muerte.

Su sucesor, Fernando VI, puso en marcha el proyecto de La Gran Redada, Prisión general o exterminio de gitanos, un proyecto genocida de disolución y de exterminio cultural, recluyendo por separado a hombres y mujeres para evitar su reproducción y conseguir su «extinción». Hasta 15.000 gitanos fueron encarcelados, forzados a trabajar en las minas, condenados a galeras; niños y niñas gitanos fueron separados de sus familias y obligados a la servidumbre. Su sucesor, Carlos III, ordenó que «los que se dicen gitanos» no usasen más «su lengua, traje y método de vida vagante», rechazando sus actividades tradicionales, esquilar animales y traficar en mercados y ferias.

A Carlos III le sucedió Carlos IV. Él y su hijo Fernando VII se reunieron con Napoleón en Bayona para ceder la Corona a José Bonaparte, hermano de Napoleón. Cuando los españoles se levantaron contra Napoleón, Fernando VII juró lealtad a Napoleón celebrando sus victorias contra los españoles. Tras la guerra, la nobleza y la iglesia se agruparon en torno a Fernando VII, que reinó durante 10 años hasta el levantamiento liberal de 1820. Pero 3 años después, apoyado por la tropas extranjeras de los 100.000 hijos de San Luis, Fernando VII restableció el régimen absolutista, la inquisición, y una dictadura que durante 10 años exterminó a decenas de miles de liberales españoles. La reacción siempre ha utilizado mercenarios extranjeros para asesinar españoles, lo hizo Fernando VII y lo hizo franco cuando metió en España a miles de nazis, fascistas, legionarios y moros.

A causa de las insurrecciones en las colonias americanas, la Marina necesitó ampliar su flota. Fernando VII compró al zar ruso una parte de su flota llevándose comisiones millonarias. Cuando los barcos llegaron a España se comprobó que eran incapaces de navegar hasta América, solo valían para el desguace. A pesar de ello, el dinero no fue devuelto y Fernando VII se quedó con sus comisiones. Fue el peor rey de España, un felón incapaz, vengativo, putero, corrupto, cruel, asesino, enemigo y traidor en grado máximo con España. Legó una ristra de guerras entre familias borbónicas que asoló España.

Cuando Fernando VII falleció, su esposa Mª Cristina fue nombrada gobernadora ya que su hija Isabel II era menor de edad. La regente se llevaba grandes comisiones de las obras públicas, sobre todo el ferrocarril, y otros proyectos industriales. La oligarquía asociada ganó mucho dinero, fortunas que fueron el origen de empresas y bancos que hoy cotizan en el IBEX35. Los borbones fueron tratantes de esclavos y explotadores de los grandes recursos cubanos, lo que selló una gran alianza entre ellos y los empresarios catalanes que ha perdurado hoy en día, con los oscuros negocios conjuntos entre Juan Carlos I y Jordi Pujol. El tráfico de esclavos continuó hasta 1886, cuando fueron liberados los últimos 25.000 esclavos que quedaban en Cuba.

Mª Cristina tuvo que huir de España en 1854, llevándose millones en joyas de la corona y en dinero público. El carácter atrasado y parasitario del “capitalismo” español solo sabía gobernar mediante la represión, lo que se consolidó con el carácter autoritario de la dinastía borbónica. Isabel II, hija de Fernando VII, mantuvo una durísima represión contra los liberales, Republicanos, el naciente movimiento obrero, y los intentos de emancipación del resto del imperio colonial. A Isabel II siempre le persiguió una fama desmedida de viciosa sexual y obsesión por la comida. Su reinado fue enormemente corrupto, robaba el 25% del producto de la venta de bienes de la nación, que privatizaba para conseguir líquido. Se llevaba comisiones por los esclavos enviados a Cuba, y se enriqueció ilícitamente por las obras del ferrocarril. El pueblo de Madrid voceaba “abajo la Isabelona, fondona y golfona”: La Revolución Gloriosa de 1868 acabó con Isabel II exiliada en Francia donde abdicó en favor de su hijo Alfonso XII, nacido de sus habituales aventuras extraconyugales, quien reinó poco tiempo ya que murió a los 27 años de tuberculosis.

Alfonso XIII, nieto de Isabel II, encabezó la peor oleada represiva conocida hasta 1936 contra el movimiento obrero y campesino, acabando con la vida de miles de obreros y jornaleros que empujados por el hambre y la miseria reclamaban una vida digna. La misma mano de hierro se aplicó al pueblo del Rif, sometido a sangre y fuego al dominio colonial. Alfonso XIII promocionó la guerra de Marruecos para beneficierse de la explotación de las minas del Rif, y cobrar elevadas comisiones de los equipamientos del Ejército. Además quiso desarrollar un gran negocio con un ferrocarril para transportar hierro y fosfatos, provocando una guerra que terminó con la derrota de Annual donde murieron más de 20.000 españoles, hijos de familias obreras, porque los vástagos de las familias ricas evitaban ir a la guerra pagando un estipendio. Esta aventura financiera y bélica de Alfonso XIII costó a España más de 5.600 millones de pesetas de la época, extraídas del esfuerzo de miles de obreros y jornaleros.

Alfonso XIII participó en los beneficios de empresas que explotaban concesiones públicas o que contrataban con la administración, como Metro, Transmediterránea, Hispano Suiza y otras a las que favorecía con contratos del Estado. Hacía de relaciones públicas de casinos quedándose con parte de los beneficios, y participó en estafas como el sistema de apuestas de las carreras de galgos. Gran parte de su fortuna acabó en cuentas en Suiza, que heredó su nieto Juan Carlos y en su momento su biznieto Felipe VI. Ocho años de dictadura y represión durante la dictadura de Primo de Rivera no eliminaron los problemas profundos de la sociedad española, conduciendo a la proclamación de la II República en 1931. Valle Inclán proclamó: «Los españoles han echado al último de los borbones, no por rey, sino por ladrón”. Cuando Alfonso XIII abandonó España disponía en cuentas en Londres y París de una fortuna equivalente a 144 millones de euros actuales. Por supuesto la reina se llevó todas sus joyas. La II República presentó una demanda judicial contra Alfonso XIII de borbón por estafador, pero franco canceló las diligencias judiciales en curso.

La monarquía y la oligarquía han sido siempre muy reaccionarios, manejaban el país como si fuera suyo. Por ello conspiraron contra la II República desde el primer día, y no dejaron de hacerlo hasta el golpe de 18 de julio, que fue instigado por los monárquicos en connivencia con la Italia fascista. Desde el exilio Alfonso XIII apoyó y financió el golpe de estado, donó un millón de pesetas a la causa franquista. Los monárquicos adquirieron armamento y material de guerra de la Italia fascista de Mussolini por una cantidad equivalente a unos 339 millones de euros, entre otros efectivos, la compra de 40 aviones cuyo fin era matar españoles.

Los monárquicos apoyaron abiertamente el levantamiento y colaboraron de forma activa en el ejército franquista en el plano militar, en el cuerpo diplomático, entregaron bienes y dinero, organizaron actos de propaganda, gestionaron apoyos, financiación, conferencias, boicot económico. Finalizada la Guerra Civil, Alfonso XIII envió un telegrama a franco para ponerse a su disposición: “A sus órdenes, como siempre, para cooperar en lo que de mí dependa a esta difícil tarea, seguro de que triunfará y de que llevará a España hasta el final por el camino de la gloria y de la grandeza que todos anhelamos”.

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