Siete expertos internacionales lanzan un museo virtual de la Guerra de España

Siete expertos internacionales lanzan un museo virtual de la Guerra de España / Sebastiaan Faber

El proyecto pretende ser una fuente de información y reflexión accesible, fiable y gratuita sobre las múltiples dimensiones del conflicto español

 

Cinco galerías con más 120 objetos, cada uno acompañado de un miniensayo de 350 a 500 palabras en inglés y español: el nuevo Museo Virtual de la Guerra Civil Española, almacenado en un servidor canadiense, está sólo en su primera fase. Pero ya ofrece mucho material por explorar y debatir, desde el Cuartel de la Montaña y el Cementerio de Paracuellos hasta la Plaza de Toros de Badajoz, el Oro de Moscú, la morfina en el frente, el micrófono de Queipo de Llano, la violencia de género y los exiliados españoles en México. Fruto de ocho años de trabajo por un equipo interdisciplinar de siete expertos de Canadá, España, Estados Unidos y Reino Unido, el proyecto pretende ser una fuente de información y reflexión accesible, fiable y gratuita sobre las múltiples dimensiones del conflicto español.

Lanzado en el otoño de 2022, justo cuando el Senado español aprobaba la nueva Ley de Memoria Democrática, el proyecto ha atraído la atención de los medios de comunicación españoles e internacionales. A finales de octubre, hablé con tres miembros del equipo: Adrian Shubert (York University, Canadá), Andrea Davis (Arkansas State University, EE.UU.), y Alison Ribeiro de Menezes (University of Warwick, Reino Unido).

Su primera fase incluye 123 objetos repartidos en cinco galerías: el comienzo y el desarrollo de la guerra, el contexto internacional, las retaguardias, la vida cotidiana en el frente y la memoria histórica. ¿Cuándo piensan finalizar el proyecto y cómo será el museo cuando terminen?

Adrian Shubert (AS): No sé si por ahora podemos responder a esa pregunta. Se trata de un proyecto en curso. Ya hemos empezado a trabajar en nuevas galerías, pero también añadiremos objetos a las galerías existentes. En teoría, como no se trata de un museo físico, disponemos de un espacio ilimitado. Además, mantener un museo virtual es relativamente barato. En última instancia, sólo estamos limitados por nuestra voluntad y la de los demás de dedicarle tiempo al proyecto.

Andrea Davis (AD): En cuanto a los próximos pasos, lo que más me entusiasma es nuestro plan de crear lo que llamamos una “galería abierta”. La idea es invitar a diversos públicos a que ayuden a construir las siguientes fases del proyecto, para que éste se convierta en un museo vivo en el que personas de España y de otros lugares puedan aportar sus propios objetos y hablar de ellos. También queremos encontrar la manera de incluir como colaboradores a estudiantes y otros investigadores. Para mí, es emocionante pensar en construir los mecanismos que permitan ese tipo de participación.

Creemos que es importante transmitir la idea de que la memoria es un proceso, un diálogo continuo

Alison Ribeiro de Menezes (ARM): Creemos que es importante transmitir la idea de que la memoria es un proceso, un diálogo continuo. En ese sentido, ayuda incluir objetos en el museo que puedan servir para suscitar un debate o una discusión. Una vez que la gente pueda empezar a subir sus propios objetos y explicar por qué son importantes, empezaremos a tener una idea diferente de la textura de lo que la gente considera que es su memoria sobre la guerra o la de su familia. Hasta ahora, la mayoría de nuestros objetos son préstamos de instituciones, con todas las complicaciones de derechos de autor que ello conlleva, aunque muchas instituciones han sido bastante generosas. La implicación más activa del público suscitará, sin duda, sus propias dificultades técnicas. Será un reto, pero tremendamente emocionante.

¿A qué público va dirigido el museo? Me ha llamado la atención la ausencia de un texto introductorio que esboce el contexto nacional e internacional. En su lugar, se invita al espectador a entrar directamente en cualquiera de los módulos. Además, el hecho de que los textos de los módulos son los mismos en ambos idiomas, parece indicar que no asumen diferentes niveles de conocimiento previo entre angloparlantes e hispanohablantes.

AS: Es un planteamiento interesante. La verdad es que no hemos considerado alternativas. Lo que puedo decir es que pretendemos llegar al público más amplio posible. En cuanto al idioma, uno de nuestros objetivos es que todo el museo esté disponible también en catalán, euskera y gallego, cubriendo todas las lenguas cooficiales de España. También estaría bien tenerlo en francés, pero es una prioridad menor.

AD: Es cierto que el sitio no ofrece una única ruta de visitas. Pero esa es precisamente la atracción de un proyecto digital: cada visitante puede trazar su propio camino. Y estamos trabajando en otras formas de acceso. Por ejemplo, ya se puede hacer clic en los metadatos asociados a los objetos para ver otros objetos de la misma zona geográfica o de la misma institución de préstamo.

Hablando de accesibilidad, ¿han considerado proporcionar algún aparato de referencia, como un glosario, que dé más información sobre temas o nombres con los que una visitante posiblemente no esté familiarizada?

AD: Hemos hablado de crear una especie de tesauro temático, sí. El reto es hacerlo manteniendo la integridad del enfoque galerístico.

ARM: También nos gustaría introducir enlaces para los visitantes que quieran profundizar en un tema u objeto concreto, o para los estudiantes, por ejemplo, que quieran emprender un proyecto de investigación. Queremos animar al público a pensar, indagar e investigar por su cuenta, comprometiéndose más profundamente con el tema.

No queremos llamar nuestro proyecto “democrático” simplemente porque esté disponible en línea. La pobreza digital es real

Su lanzamiento coincidió con la aprobación de la nueva Ley de Memoria Democrática de España, que, como sabemos, ha sido bastante polémica. ¿Una coincidencia?

ARM: Sí, lo es, pero yo diría que es una coincidencia feliz. Dicho esto, nuestro proyecto no está vinculado a ningún tipo de iniciativa gubernamental. El nuestro es un esfuerzo académico dirigido al compromiso público. Y no queremos llamar nuestro proyecto “democrático” simplemente porque esté disponible en línea. La pobreza digital es real: no todo el mundo tiene el mismo acceso a Internet.

El formato que han elegido –explicar la guerra a través de objetos significativos y textos cortos y accesibles– les ha obligado a encontrar un difícil equilibrio entre la exhaustividad y la concisión. Al mismo tiempo, parece que también han buscado un balance entre la voz autorizada del investigador que transmite el consenso académico, y un enfoque más abierto que deje espacio para el debate y la interpretación, para la indeterminación y los múltiples puntos de vista. ¿Hubo discusiones entre los miembros del equipo?

AD: En cierto modo, se trata de muchos proyectos en uno. Nos pusimos de acuerdo en unas directrices comunes, pero más allá de eso cada uno se hizo cargo de diferentes galerías y objetos. Cada uno de nosotros aportó su propio conocimiento y su propia voz.

AS: También es importante señalar que no todos somos historiadores. Alison hace estudios culturales, por ejemplo, mientras que Alfredo González-Ruibal es arqueólogo. Todos venimos de lugares diferentes. Pero eso es algo que celebramos.

ARM: Además de la interdisciplinariedad, la dimensión académica de este trabajo también supuso un reto. Por ejemplo, debatimos hasta qué punto debíamos incluir estadísticas, números de víctimas, etc. Eso te lleva rápidamente a un debate: un erudito dice X, otro dice Y. Es una deriva poco fructífera para un proyecto como este, en que no tienen cabida las notas a pie de página. Aunque cada uno de nosotros ha abordado su trabajo desde sus propias disciplinas, compartimos un compromiso con la justicia y la transparencia. Lo que no queremos es promover un solo relato sobre la guerra.

Viendo las controversias que sigue suscitando el tema en España y otras partes, me imagino que ya habrán recibido reacciones interesantes.

AS: Hemos recibido muchos comentarios positivos, así como ofertas de particulares que tienen objetos que les gustaría que incluyéramos en el museo, lo cual es estupendo. Quizá sorprendentemente, sólo ha habido dos correos electrónicos negativos. Uno, escrito en mayúsculas, decía: “¿QUIÉN OS PAGA?”. (Risas.) El autor –supongo que de la extrema derecha– seguramente no sabe que este proyecto apenas ha contado con apoyos del gobierno español.

AD: Algunos otros correos electrónicos nos han obligado a pensar. Una persona nos escribió sobre uno de los objetos del museo, una fotografía que nos prestó un archivo público. La persona que nos escribía nos explicaba que, en realidad, la fotografía había sido tomada por su abuelo. Esto plantea cuestiones interesantes sobre la procedencia y sobre las historias que se pierden o se silencian cuando los objetos pasan a formar parte de un archivo oficial. Pero esas son precisamente las historias que esperamos destacar.

Algunos de los medios de comunicación españoles que se hicieron eco de su proyecto subrayaron el hecho irónico de que España todavía no cuenta con un museo nacional de la Guerra Civil. ¿Cuál es su opinión al respecto?

AS: El historiador Antonio Cazorla Sánchez, que forma parte de nuestro equipo, tiene una opinión interesante sobre esta cuestión. En comparación con otros países europeos, dice, España tiene una escasez de museos de historia en general, especialmente relativos al siglo XX. La ausencia de un Museo de la Guerra Civil, en otras palabras, es realmente un síntoma de un problema mayor.

España tiene que trazar su propio proceso hacia la consolidación de la democracia y la confrontación con su historia

ARM: Como irlandesa que soy, no creo que sea correcto que yo opine sobre los museos que España debería tener o no. Nuestro proyecto no trata de eso. Solo buscamos crear un espacio de información y reflexión, y de voces que de otro modo no podrían ser escuchadas o articuladas. Queremos involucrar al público. Y en cierto modo, reacciones como la que recibimos sobre la fotografía que Andrea mencionó antes hacen exactamente eso. Sin duda, España tendrá algún día un museo de la Guerra Civil. Puede que aún no sea el momento adecuado. ¿Pero quién soy yo para opinar al respecto? En mi propio país, Irlanda del Norte, no tenemos un museo sobre los muchos años de conflicto violento que a los que nos solemos referir como The Troubles. Y cada vez que intentan montar una exposición sobre el tema, ésta debe equilibrar a ambos bandos de forma tan equitativa que no resulta especialmente incisiva o perspicaz. Pero eso se hace por una buena razón: para evitar la desestabilización. Personalmente, estoy contenta de sacrificar el Museo de los Troubles si ello permite que tengamos un proceso de paz. También España tiene que trazar su propio proceso hacia la consolidación de la democracia y la confrontación con su historia. Nuestro proyecto puede aportar una visión informada, en parte, por perspectivas externas. Pero no podemos pretender que sea el sustituto de algo que España no haya hecho. Eso sería increíblemente arrogante.


Fuente → ctxt.es

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