Memoria y feminismo
Memoria y feminismo 
Mariano Asenjo Pajares
Tengo una gran debilidad por los libros que nacen al margen de la academia, empeños propulsados desde la necesidad vital de poner a salvo los recuerdos

 

“Hubo que inventar las palabras miliciana y capitana para mujeres como Luisa Paramont”
(Manuel A. Albendiz, La primera revolución de las mujeres en España)

“Recuerdo haber oído contar a mi madre que su padre, mi abuelo y padrino [Juan Manuel], había tenido una hermana adoptiva. Y que la Luisa, así la llamaban en la familia, había sido rejoneadora, espía en la guerra civil en el bando rojo (que no era otra cosa que ‘enlace’ entre los frentes de Madrid) y que fue asesinada con anterioridad a que finalizara la guerra en 1939. Mi abuelo también lo contaba con orgullo y con mucha devoción. Para él siempre fue su hermana del alma”.

Así arranca el emotivo y muy curioso libro que firma Luis Miguel Sánchez Seseña, en el que se nos presenta la semblanza de Luisita Paramont, “rebelde, valiente, polifacética y libre”, que incorporó el feminismo a su día a día. Artista en teatros, amazona participante en carreras de caballos… Entregó su vida a la causa republicana e ingresó voluntariamente en la Milicia (de la que llegó a ser capitana) y posteriormente en el Cuerpo de Carabineros, en el que se integró para defender Madrid tras el levantamiento fascista de 1936. Aunque la existencia de Luisita fue cercenada a una edad temprana, nunca olvidó Juan Manuel a su hermana adoptiva, su hermana inclusera, ya que esta vinculación pudo darse cuando la nodriza del abuelo (Teresa Perpiñán, ama de cría de Guadalajara) acogió en adopción también a Luisita, uniendo de esta forma sus destinos de niños abandonados, recogidos de la Inclusa de Madrid.

A pesar de la memoria familiar de los Seseña y del esfuerzo realizado en el terreno de la investigación, hemos perdido la pista sobre casi todos los aconteceres infantiles de nuestra protagonista. Fueron tres años los que compartieron bajo el mismo techo los dos niños y su benefactora, mujer de escasos recursos pero que hizo posible la afectuosa crianza de los expósitos. Un frío 13 de enero de 1913 Teresa Perpiñán devolvió a José Manuel (con casi 7 años) a la Inclusa, a solicitud de su madre natural, quien se lo llevó de vuelta al pueblo de Seseña (Madrid). El abuelo jamás entendería esta decisión, pues se le puso a trabajar de cabrero, robándole su infancia. Dejó los juegos y el colegio al lado Teresa y Luisa para ser precipitado a una vida de carencias.

A partir de ahí, el narrador nos traslada en su relato todo lo escuchado, todo lo deseado, todo lo imaginado. Mientras Luisita inicia una vida de aventura, de compromiso, de lucha y de entrega; Juan Manuel va recorriendo montes como cabrero, montando motores y formando una familia, y cuando llega 1936, al igual que su hermana, se pondrá a las órdenes de la República Española como metalúrgico para montar aviones. De nuevo el azar unía sus trayectorias. Ahí perdemos a Luisita, cuyo cuerpo nunca apareció, no obstante ese no fue el final, el abuelo Juan Manuel no podía permitirlo y nos legó el chispazo de esta historia.

Ciertamente el libro es lo que pretende ser, un artefacto de afecto y memoria, construido a partir de unas pocas referencias familiares y un laborioso trabajo de rastreo en archivos, bibliotecas, registros y hemerotecas, a la búsqueda de datos y apuntes sobre Luisa. Y como dice Manuela Temporelli Montiel, quien aporta un magnífico prólogo a la obra: “Hay papeles que avalan la historia que aquí se cuenta. Pero hay otra historia, la que se supone, la que se deja entrever en la trayectoria vital de Luisa”. Además, a través de ese trabajo se nos proporcionan valiosas referencias que nos ayudan a conocer la situación de los más débiles a principios del siglo XX.

‘Luisita Paramont. Apuntes biográficos al natural’ (Ediciones GPS), lleva la firma y divisa de Luis Miguel Sánchez Seseña, economista con fuerte compromiso social y experto en asuntos de energía. Confieso que me unen fuertes lazos de amistad con Luismi y con el apellido Seseña, pero no es ese el motivo de mi interés principal por este trabajo, elaborado con pasión, tenacidad e inmensas dosis de cariño. Personalmente tengo una gran debilidad por los libros que nacen al margen de la academia, esos libros construidos a deshoras más allá de la actividad principal de quien los escribe. Suelen ser, y el caso que nos ocupa lo confirma, empeños propulsados desde la agitación, desde las tripas y, al fin, desde la necesidad vital de poner a salvo los recuerdos, lejos del confinamiento y el oscuro vacío.


Fuente → mundoobrero.es

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