Memoria Democrática y franquismo
Memoria Democrática y franquismo

Manuel Márquez Berrocal

Los historiadores/as utilizamos el método científico de las ciencias sociales, nuestros estudios elaboran explicaciones racionales y de valor universal, buscando la confirmación de los hechos históricos, sean o no complacientes con el poder o la sociedad de nuestro tiempo.

La Memoria Histórica tiene como objetivo que los hechos del pasado sean una lección, digna de ser transmitida a las futuras generaciones. De los crímenes franquistas se pueden extraer valores universales, como la defensa de la justicia, los derechos humanos y la justicia social en cualquier parte del mundo. Construir una identidad terrassense sobre los recuerdos de nuestra historia y de los terrassenses/cas.

Los historiadores/as dedicados a la memoria, en estos años, y que todavía seguimos el trabajo, intentamos conocer lo que realmente pasó –a pesar de las limitaciones pasadas y presentes (prohibición de acceso a fuentes y archivos), incluida la actual ley de Secretos Oficiales–, algo que algunos historiadores positivistas ven como una acción cognitiva ideológica, como si su posición no lo fuera.

Los historiadores/as explicamos y analizamos los hechos ocurridos en Terrassa y en todas partes; si esto supone que algunas personas o instituciones tengan que dar explicaciones de su papel en los hechos no depende de nosotros, sino de los ciudadanos/as, organizaciones memorialísticas e instituciones democráticas.

Nuestra posición personal –a la que tenemos derecho– no invalida ninguna investigación, ni pone en entredicho nuestra neutralidad, como dicen los historiadores revisionistas, para ellos hay que esconder un pasado desagradable y evitar el debate público. Así no se cierran las heridas, sino que se infectan y llegan a gangrenar, como está ocurriendo en España.

La ley de Memoria Democrática (2022) y la de Memoria Histórica (2007) fueron el resultado de la lucha de las víctimas del régimen franquista contra una legislación heredera de la llamada Transición democrática, que se olvidó conscientemente de ellas.

Por último, las instituciones democráticas han establecido las medidas legales para recuperar el honor de quienes sufrieron vulneración de derechos durante la guerra civil, la dictadura franquista y la Transición.

La supuesta reconciliación nunca existió, pues miles de personas –114.000 siguen en las fundiciones– nunca habían sido reconocidas como víctimas del franquismo, ni recibieron verdad, justicia y reparación. Quien hoy, en 2022, nos dice que la Transición fue un momento de concordia y que buscar los derechos de las víctimas de la dictadura es reabrir heridas se sitúa al margen de los derechos humanos y de los valores democráticos. 
 
La retirada de todos los honores y distinciones concedidas por el franquismo a diferentes personas y entidades de Terrassa supone un ejercicio de democracia, puesto que su concesión se hizo por un régimen ilegítimo instaurado por la fuerza, después de una cruel guerra civil – resultado de un golpe de estado militar fascista contra el legítimo gobierno republicano– y con una brutal represión que duró hasta la Transición. 
 
Los receptores de los honores y medallas o sus herederos no pueden alegar ignorancia sobre la realidad en la que vivían en la Terraza franquista, como hemos explicado en el libro “Combate por la Libertad” y su carácter ilegal y represivo. Podría entenderse que la connivencia con el régimen de algunas personas –deportistas o sanitarios– no quería apoyar la dictadura, y que quizás sus méritos habrían sido igualmente reconocidos en democracia. Si así lo consideran, que pidan ese reconocimiento a la administración democrática para que se puedan estudiar. 
 
La historia no ha silenciado a nadie, nuestros hemos analizado la represión, pero también los represores, esos que recibieron distinciones aparecían en los libros, periódicos o documentos de la época. La pretensión de que todo quede como está, como si nada hubiera sucedido durante la brutal dictadura franquista en Terrassa, es imposible por los motivos expuestos, y porque sería una vulneración de la nueva ley de Memoria Democrática. Hablar de exceso de memoria cuando todavía existen en todo el Estado español 114.000 familias que no han encontrado los restos de sus familiares víctimas del terror franquista se convierte en un insulto para todas estas personas, sus familiares y amigos. 
 
Varias instituciones internacionales han denunciado el desinterés y trato inhumano diferenciados y desigual para las víctimas del franquismo por parte de la administración española. Querer ahora blanquear la dictadura con argumentos pueriles, que parecen situar a las personas fuera de los contextos históricos en los que viven, es inaceptable. 
 
Las personas que no se opusieron aquellos años a la injusticia de la dictadura franquista no les hizo cómplices, pero tampoco buenos ciudadanos, participar de sus premios y actos era una forma de colaboración –como algunos ya han asumido– . Los historiadores/as participamos de la vida colectiva para acercarnos la verdad histórica y ponernos al lado de los buenos ciudadanos, quienes defendieron la legalidad democrática republicana, los derechos humanos, la libertad y la justicia social. Recordarlos es una obligación moral. 
 

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