La transición se inicia a partir del conflicto y no del consenso
"La transición se inicia a partir del conflicto y no del consenso". Entrevista a Xavier Domènech / Juan Manuel Rodríguez

 

Hoy entrevistamos a Xavier Domènech (Sabadell, 1974), es historiador y profesor de Historia de la Universidad Autónoma de Barcelona es especialista en Historia Contemporánea y los períodos de la República, la dictadura y la transición, en el que han destacado sus aportaciones sobre la historia de los movimientos sociales y las dinámicas nacionales y territoriales en España. Es uno de los historiadores más reputados y respetados de su generación. Entre sus publicaciones destacan Pequeños grandes cambios (1956 – 1969), Clase obrera, antifranquismo y cambio político (2008), Hegemonías. Crisis, movimientos de resistencia y procesos políticos (Akal, 2014) y Un haz de naciones. El Estado y la plurinacionalidad en España (2020). Fue diputado por En Comú Podem
en el Congreso y, posteriormente en el Parlament de Catalunya, entre 2016 y 2018.

Este martes en una entrevista en La Razón Ayuso dijo que " Hay que derogar las leyes de Memoria porque destruyen la historia ". ¿Es realmente la memoria democrática un peligro para los consensos de la transición?

Los movimientos de memoria emergen con mucha fuerza en la segunda mitad de los 90 y con el cambio de milenio y, de alguna manera, rompen la idea de que la Transición habría culminado una especie de proceso de olvido, de reconciliación nacional que llevaría un olvido sobre el pasado y que, por tanto, no hacía falta hacer políticas públicas de memoria. La realidad es que políticas públicas de memoria las había, esto era muy evidente cuando ibas por las ciudades del Estado español y veías el nomenclátor de calles y las estatuas, lo que había claramente era una política de la memoria franquista y una doble clandestinidad de la memoria republicana.

La primera clandestinidad que le había impuesto el franquismo, que había intentado erradicar el conjunto de la cultura y la memoria republicanas y una segunda clandestinidad que le estaba imponiendo la democracia. Con la idea de que no hacía falta reivindicar nada, más bien al contrario, que reivindicar cierta memoria era una forma de volver al conflicto de la guerra, lo que se estaba imponiendo era una dobla clandestinidad sobre la memoria republicana. Y, también, la narrativa posterior a la transición, que también configura la memoria se le quitaba importancia a lo que habían sido las luchas por las libertades, ya no sólo en la República sino en el propio antifranquismo. Era una democracia que no señalaba el derecho a la memoria de parte de su ciudadanía, una democracia que en sus referentes en el pasado, cívico, no existían referentes democráticos.

Es evidente que los movimientos memoriales eran necesarios y las políticas de memoria son necesarias y no son contradictorias con la historia. Probablemente, para Díaz Ayuso, la reivindicación de la memoria democrática es contradictoria, no con la historia, sino en la propia memoria que han defendido personas como ella, que quizá sea una memoria poco democrática, donde hay personajes como Queipo de Llano, que difícilmente en ninguna parte en el mundo serían reivindicados como parte de la memoria democrática de un país.

Sí, son más que reivindicar las batallitas de sus antepasados ​​en América o en los Tercios. Volviendo al libro, propones una ruptura con la categoría, analítica y no sólo descriptiva, de “Transición” para poder hacer una historia desde abajo. ¿Por qué y cómo?

La construcción de la transición como un período histórico no está ausenta de carga normativa, performativa y de producción de realidades. Primero porque parece que el franquismo acabara en 1975, cuando murió el general Franco, y el franquismo no terminó el entonces. Había muerto Franco, pero siguió torturando y asesinando, las leyes de la dictadura seguían plenamente vigentes. Parece que lo que se inicia en 1975, al ser transición, ya es transición a la democracia y los primeros proyectos del primer gobierno de la monarquía no significaban ni mucho menos la transición a la democracia ordenada desde arriba. No estaban pensando en eso, pensaban en realizar reformas pero no en la transición a un sistema democrático.

La construcción de la transición como período histórico es una construcción que tiene eminentes consecuencias desmemorizadoras y de construcción de mitos. Al calificar todo el período de la transición se produce, como mínimo, dos efectos importantes. Es un período que no se define por lo que pasó, sino por lo que aconteció, esto es muy curioso, se define todo el período por su final, todo el período es la transición. El primer efecto es convertir las consecuencias en causas. Una cosa es que la consecuencia de la transición fuera el reforzamiento de la monarquía como forma de estado o que una consecuencia fuera el reforzamiento de las élites políticas por encima de los actores sociales o que la consecuencia de la transición fuera el consenso, y otra cosa es que fuese causa. En el relato de la transición, dado que el período se define por su final, parece que lo que es consecuencia, acaba siendo causa. La transición no se inicia a partir del consenso, se inicia a partir del conflicto. La transición no se inicia por la monarquía, se inicia en la calle. La transición no la inician las élites políticas, la inicia la gente.

La segunda es lo que yo llamaría " efecto túnel de lavado ". Es decir: en la medida en que el período de transición es in totto transitivo hacia la democracia, los dirigentes políticos y estatales del franquismo pasan a serlo también a la democracia a través de ese período transitivo. Por poner un ejemplo, Manuel Fraga Iribarne ya no sería el ministro del franquismo cuando fusilan a Julián Grimau para intentar hacer propaganda para tapar el tema, ni tampoco al ministro de gobernación que tiene en su haber los muertos de Vitoria, sino que sería uno de los dirigentes hacia la democracia. Esto ocurre con el mismo rey, para seguir con los ejemplos: el rey ya no sería el instaurado por una legitimidad de origen de la misma dictadura fascista, sino que el rey sería el gran piloto hacia el cambio democrático. Es decir, la transición elimina las legitimidades de origen y las sustituye por unas legitimidades de ejercicio que dan un “ efecto de túnel de lavado ”, porque tú pasas un proceso por el que entras siendo el penúltimo secretario general del Movimiento , Adolfo Suárez, y sales que eres el gran portador de la democracia de ese país. Es un efecto maravilloso, pero esto, probablemente, es más de deformación de la misma historia más que de la realidad histórica. Por eso, romper con esta categoría ordenadora nos permite liberar a los sujetos atrapados en la misma.

Cambiando de fase y yendo bastantes años atrás, en el libro se define al franquismo como un régimen de clase que busca establecer un Estado Nuevo a partir de la aniquilación de la base social de la República. ¿Se puede hablar del holocausto social o de un genocidio social?

En términos de eliminación de culturas políticas y culturas políticas en un sentido muy amplio, evidentemente sí; existe una voluntad clara de aniquilación. El franquismo, para mí, es un fascismo porque no es una dictadura de tipo clásico, no es como la de Primo de Rivera, por ejemplo, aunque en algún momento hubiera tenido la voluntad de parecerse a la dictadura de Mussolini , aunque no terminó de concluirlo. Por ejemplo, la dictadura de Primo de Rivera prohíbe a los partidos, sindicatos, persigue a los dirigentes sindicales de la CNT, aplicándoles las leyes de fugas y los mata, pero no elimina la oposición porque emergían nuevos dirigentes sindicales de la CNT en los ateneos, en las bibliotecas, en las cooperativas… es decir, en el conjunto del tejido social propio de las culturas políticas socialistas, anarquistas, republicanas, etc.

El franquismo, a diferencia de la dictadura de Primo de Rivera u otras más clásicas, no sólo elimina las expresiones más claramente políticas, como son los sindicatos o los partidos, no sólo mata físicamente, obliga al exilio o excluye gran parte de la base social republicana y de cuadros políticos medios republicanos, sino que elimina al conjunto del tejido civil. Ahora lo citaré de memoria, pero creo que en el libro está recogido, que por ejemplo, en el Baix Llobregat, el franquismo creo que elimina el 80% de las entidades; evidentemente, el 80% de las entidades no eran políticas, sino que lo que hace es eliminar el tejido en el que se pueden regenerar culturas alternativas, democráticas, etc. Y no sólo hace esto: una dictadura clásica reprime las expresiones más políticas y sindicales, mientras que éste depura al conjunto de la sociedad civil y, de hecho, depura al conjunto de la sociedad con la causa general sino que, además, sustituye, e intenta integrar a la población en el estado a través de la creación de las organizaciones de masas, como el Sindicato Vertical, la Sección Femenina, el Frente de Juventudes, etc. Esto es lo que básicamente caracteriza una forma fascista. Por tanto, sí, efectivamente, el franquismo hace todo esto. Pero otra cosa es que, a la vez que ocurre todo esto que explicamos, convirtiendo el franquismo en uno de los modelos más acabados de los fascismos históricos de los años 30, el franquismo es también uno de los modelos donde, en tiempos de paz, hay más conflictividad por parte de las clases populares de Europa.

Ligado con ello, ¿hasta qué punto el régimen franquista sienta las bases del empresariado español y catalán actual?

A mí este tema me interesaba mucho, porque yo había estudiado tradicionalmente, en lo que se refiere a la historia social del franquismo, básicamente la historia del movimiento obrero y la histórica de los movimientos sociales. Me interesaba ampliar la mirada, de una mirada que estaba muy centrada en la relación entre estos movimientos sociales y el cambio político, es decir, qué interrelación establecían con el franquismo y con el fin del propio régimen, hacia una dimensión no sólo movimientos y poder, sino más integral de lucha de clases. Me interesa devolver al viejo principio de la lucha de clases, a veces tan denostado. Esto me llevó, evidentemente, a vascular la mirada ya no sólo entre el régimen y los movimientos y la posición de las clases populares, sino hacia hacia las clases poseedoras, y en este caso hacia el empresariado. Por tanto, en el libro, intento construir también una historia del empresariado en el franquismo.

Las tesis del libro confrontan directamente con algunas de las tesis que han sido mayoritarias en la historiografía. Estas tesis tienen su origen en un libro de Linz, un sociólogo, que también fue el primero que explicó que el franquismo no era fascismo. Una persona que ha generado muchas interpretaciones con las que no estoy de acuerdo. Linz había caracterizado la idea del empresariado en el franquismo como los “privilegiados impotentes”. Es la idea de que el empresariado no tuvo nada que ver con el régimen. Que eran privilegiados… Claro negar esto ya habría sido brutal… Pero eran impotentes, porque en realidad el empresariado –y eso lo definía muy bien Linz– si hubiera gobernado el régimen habría creado una democracia liberal, porque todo el mundo sabe que el capitalismo es igual a democracia y en lo que los empresarios son el principal sujeto de las libertades (lo digo irónicamente).

Mi reconstrucción, que es una reconstrucción hecha a partir de fuentes de las organizaciones empresariales del régimen, no es ésta. Aparte, con una mirada que también va en los años veinte. Las vanguardias empresariales de los años veinte, especialmente en Catalunya, ante una conflictividad social que estaban perdiendo, que de hecho les lleva a la dictadura de Primo de Rivera, ellos imaginan ya una utopía de qué régimen quieren. Y no es una utopía liberal. Esa idea de que por el capitalismo su utopía es un sistema corporativo, con sindicato único y partido único. Es algo muy similar a lo que fue el franquismo.

En el libro reconstruyo esa relación. Primero, el franquismo es evidentemente un régimen de clase. No son privilegiados impotentes. Es verdad que el empresariado muchas veces no debe activarse bajo el régimen franquista, pero esto habla más de su hegemonía, que llega a tal punto que no hace falta hacer acción colectiva. Y además el franquismo, no es solo un régimen claramente de clase, sino que a la vez ayuda a articular como nunca el empresariado español. Es decir, el franquismo dentro del sindicato vertical integra gran parte de las organizaciones históricas de la patronal, crea nuevas, algunas de las cuales además tienen el mismo nombre en la actualidad, generando un espacio donde pueden articular de manera que no se habían articulado nunca.

Gracias a ello, durante la Transición, cuando esta hegemonía se resquebraja por la acción de los movimientos populares. La hegemonía empresarial, la hegemonía de una cierta visión del mundo se resquebraja completamente, y lo viven con una ansiedad enorme, porque están perdiendo prestigio, que sus principios están perdiendo la hegemonía, y además están perdiendo dinero. Del 73 al 76 se produce una distribución de rentas, dentro del sistema productivo, en el que los aumentos salariales se realizan en detrimento o recortando los beneficios empresariales. Ante esta situación, pueden utilizar estos inmensos recursos organizativos que ha generado el franquismo para crear la CEOE. Por tanto, es evidente que hay una continuidad histórica en este tema.

Bien, y pese al programa de exterminio de las bases de la sociedad civil republicana y de la transformación económica que se da durante el franquismo, perviven elementos de una cultura de lucha obrera que es anterior a la guerra e incluso s expanden, más allá de la práctica que comentas en el libro de echar maíz a las puertas de las fábricas cuando hay huelgas. ¿Cómo condiciona esta cultura de lucha o estas experiencias en las nuevas luchas que se dan después de la guerra ya partir de la transformación de la industria, del modelo fordista, etc?

Hay una imagen clásica en la historiografía sobre el movimiento obrero de este período que fue ya bastante matizada hace tiempo por varios autores, que era la idea de que durante el franquismo emerge un nuevo movimiento obrero que está absolutamente girado de espaldas al suyo propio pasado. Es más, esta idea se había integrado en interpretaciones que venían a decir que esto es lo que había posibilitado la propia democracia, es decir, que lo que había hecho imposible la república era el hecho de que había una clase obrera más preocupada en la redistribución del trabajo que en el aumento salarial. Es decir, que estaba más preocupada en la solidaridad de clase y, debido a la redistribución del trabajo, en el control de cómo se producía, la organización del trabajo, que en incrementos salariales por consumir más. Esto habría hecho imposible el pacto social (un clásico de esta tesis es Santos Juliá) y esto habría llevado a una exacerbación de la lucha de clases que habría hecho imposible a la democracia.

¿Qué habría hecho posible la democracia en los 70 si había sido imposible a los 30 según esta tesis? Pues el nacimiento de una clase obrera que estaba absolutamente fuera de la cultura de clase anterior y que esta clase obrera se habría concentrado sólo en los incrementos salariales, por tanto en integrarse en el mercado de consumo de masas. Esto habría permitido una negociación sobre la productividad pero no sobre cómo se producía con los empresarios, lo que hubiera permitido, mutatis mutandis , la democracia en España. Por tanto, se podía llegar a deducir de esta tesis de que el franquismo había sido un régimen históricamente necesario para llegar a la democracia, lo que impregna bastantes interpretaciones. Vía clase obrera o vía modernización, el franquismo permitió aquellas clases medias y permitió que hubiera valores moderadores…

Es algo el mismo discurso que en América Latina…

Exacto, entonces, más allá de eso, yo me he dedicado muchos años al estudio de cómo se forma esta clase. Y te das cuenta de que hay continuidades. Es evidente que hay rupturas, que tienen que ver con la llegada de nuevas generaciones, en un proceso masivo de paso de culturas populares, de cultura campesina a cultura urbana, pero cuidado, que se interpreta demasiado fácilmente que si unas personas migran y pasan de campesinos a ser obreros estas personas cuando son obreros no tienen pasado. Y no, perdona, pasado tienen, el pasado lo tiene todo el mundo y me interesaba mucho ver cuáles eran esos pasados ​​de la clase y ver cómo actuaban. Es muy evidente que en los años 50 en los principales centros industriales hay potentes conexiones entre la vieja clase y la nueva clase, digamos generacionales, más que vieja y nueva. Y en estas potentes conexiones la vieja clase transmite saberes políticos y un acervo cultural de cómo actuar con el conflicto, con qué tipo de valores, etc. Éstos actuaron también con la activación de la nueva clase. En el libro recojo muchos modelos, porque es verdad que es una clase diversa, que metaboliza los cambios que está viviendo, que viene de un pasado en el campo pero que ese pasado también determina, es decir, este pasado explica actuaciones de la clase , el proceso migratorio es muy importante para entender cómo se tiñen los valores, quién emigra del campo, por qué emigra del campo, todos estos elementos se intentan responder en el libro… Pensamos que muchas veces asociamos la imagen de clase obrera del estado español, las grandes imágenes históricas, las asociamos con el primer tercio del siglo XX. Pero la clase obrera del primer tercio del siglo XX en España no era mayoritaria. Lo es durante los años 60 y 70, es en ese momento cuando podemos hablar del gran momento de la clase obrera. En esta eclosión del movimiento obrero, es muy diferente lo que ocurre en Cataluña que lo que ocurre en Navarra, porque los contextos migratorios, culturales, son diferentes, porque las transmisiones son diferentes. Lo que intento es analizar estas conexiones porque explican también cómo se forma esta nueva clase obrera.

El relato oficial explica la "Transición" como consecuencia de una política económica liberalizante durante el franquismo, que creó una clase media que quería formar parte de Europa. A su vez, en el libro explicas que este relato no se sostiene por la alta conflictividad social. ¿Hasta qué punto es esa alta conflictividad social la que impide la continuidad de la dictadura?

Hay varias tesis sobre cómo terminó el franquismo. La tesis clásica, modernizadora, está ya muy superada. Esta tesis parte de la idea de Rostow, de “ Las etapas de crecimiento económico: un manifiesto no comunista ”, que explicaban cómo llegaba el capitalismo y los sistemas liberales a Europa, para después aplicarlo a África y América Latina. Según esta tesis, la democracia llegó a España mediante personas pertenecientes al Opus Dei que estaban dentro del régimen y que decidieron liberalizarlo económicamente, que básicamente fue conectarlo a la ola de crecimiento mundial, y que haciendo esto ya tenían la voluntad de transformar el régimen para que llegara la democracia. Esta tesis, a pesar de estar superada, sigue todavía muy viva, por ejemplo el último libro de Enric Juliana, Aquí no hemos venido a estudiar ”, que está muy bien escrito, en vivo. Esta tesis parte de la modernización de las ciudades españolas, la implantación del consumismo, de cierta comodidad ligada a la modernidad… Según la tesis, lo máximo que hicieron los movimientos sociales y la oposición es su capacidad de autocontención, asistir como aspectadores y no poner en cuestión esto. Esta tesis conecta con la siguiente, la de las élites políticas: hay un grupo de élites con una habilidad que ninguna otra generación ha tenido en la historia de España y logran conducirlo. Son tesis complementarias.

La explicación de la modernización empezó a hacer aguas porque los índices de conflictividad eran enormes, el régimen murió matando: había una represión brutal, en términos de torturas y muertes, personas asesinadas en comisarías, el garrote vil , manifestantes tiroteados … Por tanto, esta idea de dulzura y comodidad está muy equivocada. Había una gran conflictividad, en los años 70 España estaba en el pico de conflictividad de Europa, además teniendo en cuenta que no fueron unos años precisamente pacíficos para el continente. Lo que intento contar en el libro es que lo que acaba haciendo inviable la continuidad del régimen, en los años 60 y 70, es la calle, se libraba la batalla de la calle. Fraga, ministro de gobernación en la época, era el reformista del primer gobierno de la monarquía, era considerado como el “reformista” del gobierno, cuando el reformista es el encargado de ostiar a todo el mundo, ya indica de qué tipo de reformismo estamos hablando. Fraga tiene una expresión en ese momento que es: “ el calle es mía ”, de hecho Sánchez Teran -gobernador civil de Barcelona- decía “ la primera batalla de la transición es la batalla del calle ” y la calle no fue suya. Esto hizo inviable el régimen, pero aquí existe una reacción muy potente de las clases poseedoras, el capital bancario, para intentar incidir en el proceso de cambio político que se abrió, una vez se vio que la dictadura era inviable, habiendo un conflicto de clases que se inscribe en la génesis del sistema político actual.


Fuente → realitat.cat

banner distribuidora