La memoria de los brigadistas internacionales
La memoria de los brigadistas internacionales
Julia F. Cadenas 
 
Los descendientes de tres voluntarios que abandonaron sus países para luchar en España contra el ejército franquista relatan a Newtral la historia de sus padres y abuelos  
 
Honrar la memoria de los brigadistas que lucharon contra el fascismo en España. Es la intención de los descendientes de tres brigadistas internacionales entrevistados para este reportaje cuando afirman que pedirán la nacionalidad española tal y como permite el artículo 33 de la recientemente aprobada Ley de Memoria Democrática. Todos, cubanos, ingleses, canadienses, cuentan, en realidad, una sola historia. La de sus padres y abuelos que se sumaron al bando republicano para luchar contra Franco en una guerra de reto universal: frenar al fascismo. Te contamos sus historias.  
 
Un anillo de oro en una fosa común 
 
Steve Bennett tiene 62 años y espera desde hace uno la prueba de ADN de un anillo de oro encontrado en el dedo de un esqueleto enterrado en una fosa común. Los resultados confirmarán lo que Steve sabe de sobra: que esos huesos pertenecen al hermano de su abuelo, al que lleva buscando más de 40 años. Ambos hermanos fueron voluntarios británicos que se enrolaron en las Brigadas Internacionales para luchar contra el fascismo durante la Guerra Civil.  
 
Donald Bennett, el abuelo de Steve, fue capaz de llorar una única vez. Nunca lo hacía, frecuentemente describía, casi sin inmutarse, “ese olor dulzón de los cuerpos en descomposición” que emanaba de los campos de batalla del Jarama, de Pozoblanco, de Brunete o de Guadalajara donde participó. 
 


Foto cedida por Steve Benett
 

Donald, miembro del Partido Comunista de Walsall –la localidad industrial cerca de Birmingham donde residía–, decidió alistarse como voluntario para luchar en una guerra que consideraba internacional. En noviembre de 1936 llegó a España y participó en todas las batallas importantes del conflicto. “Estaba curtido en el horror”. Pero no lloraba. Hasta que un día, contó otra historia.

Donald relató a su nieto su propia batalla del Ebro, la primera contienda en la que participó su hermano Gordon de 28 años que acababa de unirse a los brigadistas siguiendo sus pasos. Gordon, reclutado sin experiencia, estaba introduciendo munición en una ametralladora Maxim de fabricación rusa cuando fue alcanzado en el pecho por una bala enemiga y murió al instante. Donald solo logró taparle la cara con una chaqueta para dejar de ver sus ojos aún abiertos. La batalla continuaba, “debía seguir luchando”.

El abuelo de Steve sobrevivió. Escapó a través de los Pirineos cuando el ejército republicano fue derrotado y murió en Inglaterra en 1977, a los 70 años. Nunca supo el efecto que tuvo esta herencia trágica sobre su nieto: la historia le revolvió tanto la vida que decidió hacer suya la meta de encontrar a Gordon.

Hasta el año pasado. Una excavación en una fosa común en el Más de Santa Magdalena, cerca de Gandesa (Cataluña) recuperó un anillo de oro con el nombre de Nora inscrito en el interior, el nombre de la mujer de Gordon. “La alianza es el cierre de una tragedia que persiguió a mi abuelo toda la vida”.

La investigación de Steve durante todos estos años ya apuntaba en esa dirección. “Había una probabilidad de que el cuerpo de mi tío abuelo hubiera sido enterrado en aquel espacio cerca del Más de Santa Magdalena que fue utilizado como hospital de guerra durante la batalla del Ebro”. A Steve solo le queda esperar a que la prueba de ADN lo confirme para recibir el cuerpo de Gordon. Steve ya sabe que lo enterrará en España: “Gordon ya está en casa”.  

El brigadista cubano que vivió escondido entre tamales

“Quiero prestar excelente servicio a España, voy a luchar por la libertad mundial y soy antifascista”. Esto fue lo que el abuelo de Osmani Díaz, Secundino Díaz, escribió en su cartilla de reclutamiento antes de montarse en el barco que le llevó de La Habana a Francia y de ahí, cruzando a pie por los Pirineos, a la España de 1936. Y también ha sido una de las últimas pistas que, como pedacitos de pan, Osmani está recogiendo para descubrir los detalles de la vida de su abuelo, para recuperar su memoria. 

Él hacía tamales (alimento de origen precolombino preparado a base de harina de maíz). Es lo único que sabían del abuelo Secundino toda la familia. También que era un hombre reservado y que tenía una gran cicatriz en la tripa de la que nadie sospechó nunca nada hasta que Osmani encontró, accidentalmente, el nombre de su abuelo entre los 850 militares que habían acudido al llamamiento del Partido Comunista de Cuba –“con fachada de venta de patatas, en 1936 era una organización ilegal”– para participar en la guerra española. Osmani siguió tirando del hilo y acudió a los archivos de Moscú (el Archivo Estatal Ruso de Historia Político-Social): no perdía nada y quizás entendería mejor esa soledad oscura de su abuelo. Allí encontró la prueba irrefutable: la cartilla de reclutamiento y una foto de su abuelo con 29 años justo antes de unirse a los brigadistas internacionales en Valencia, la primera batalla que luchó.

Osmani descubrió que, antes de vender tamales, su abuelo había sido mecánico de ametralladoras de aviación en el Ejército Nacional de Cuba. Formaba parte de los militares contrarios a las políticas del general Batista –que fue derrocado en 1959 por los insurgentes de Fidel Castro–. Cuando estalló la guerra en España, se presentó voluntario y “clandestinamente” salió de Cuba junto a otros 850 combatientes para luchar contra el ejército franquista. El resto es historia. 

Secundino sobrevivió y regresó a Cuba. Vivió una vida silenciosa rodeado de harina de maíz de los tamales que cocinaba y vendía hasta que murió a los 77 años, en 1977. Nunca jamás habló de la guerra. Nadie supo que fue brigadista hasta que en 2017 su nieto Osmani se topó por casualidad con su nombre en aquella lista de militares que se sumaron para luchar en el bando republicano.  

La hija del soldado canadiense que luchó en la guerra regresa a España

Jim Higgins no pudo contar su experiencia en la guerra de España como brigadista por razones de seguridad. Fue incluido en 1935 en la lista negra de la Real Policía Montada de Canadá (RCMP, por sus siglas en inglés) como radical por organizar sindicatos. “Era un activista por los derechos de los seres humanos, porque en esa época de Depresión en Canadá no había trabajo y, por tanto, tampoco trabajadores que organizar”, puntualiza su hija Janette Higgins.

En 1937, Jim se ofreció voluntario –“firmó como antifascista en su cartilla de reclutamiento”– de las Brigadas Internacionales y fue ametrallador en el Batallón Mackenzie-Papineau, en la 35ª División y participó en labores de inteligencia, según cuenta la propia Janette, que conoce todos los detalles. Y la razón de tanta información es que su padre, con los recuerdos frescos de lo vivido en las batallas del Ebro y de Belchite, escribió parte de sus memorias en 1939 para un libro que nunca se publicó. 

Tras aquel intento, Jim pareció olvidarse de todo, encontró trabajo en una fábrica, se casó y tuvo cinco hijos. “Luego entendí por qué nunca dijo nada, y es que todo ese tiempo estuvo bajo vigilancia del RCMP por ser considerado un riesgo para la seguridad del país”, explica Janette.

Fueron pocos años antes de morir, en 1977, cuando Jim volvió a hacer balance de sus memorias junto a su hija, que le animó a escribirlas. Y, cuando los continuos infartos le impidieron hacerlo, Jim habló y habló mientras su hija grababa horas de conversación para dejar constancia de todo lo que ocurrió. Para no olvidar que Jim fue uno de los 1.700 canadienses que se sumaron al Ejército republicano en España. Tras su muerte, en 1982, Janette recogió todo aquel material y le dio forma de un libro que publicó en 2020 y del que acaba de presentar su traducción en castellano: Jim Higgins. Luchando por la democracia.

Janette pedirá la nacionalidad española porque así lo prometió la Pasionaria a su padre y al resto de los 35.000 brigadistas internacionales que participaron en la Guerra Civil. “Ella prometió a los combatientes extranjeros que serían acogidos por España cuando fuera un país democrático, y estas palabras siempre fueron importantes para él”.


Fuente → newtral.es

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