Enriqueta Agut, la Palometa del Frente Popular
Enriqueta Agut, la Palometa del Frente Popular
Maria Folch

Así como cielo quien parte de su tierra,
con corazón todo firme que nunca regrese
Ausias March (Valencia, 1400-1459)

El día 25 de mayo de 1939, a la una y media del mediodía, el Sinaia zarpó del puerto de Sète, en Languedoc, cargado con 1.599 pasajeros hacia México. Era el primer barco que el Servicio de Evacuación de Refugiados Españoles del gobierno de la Segunda República en el exilio conseguía organizar. Los pasajeros del Sinaia emprendieron el viaje con muy poco equipaje, a muchos de ellos sólo les quedaba el viejo uniforme de soldados del ejército de un país que ya no existía y los piojos y las enfermedades que habían cogido en los campos de concentración franceses. Muchas familias, que después de un largo periplo se habían reencontrado ese día en el mismo muelle, sólo tenían lo que habían podido cargar mientras huían Pirineo arriba.

Entre los pasajeros estaba Enriqueta Agut Armer, que viajaba con su marido, su hermano y su hija, que no tenía ni dos meses. En febrero había atravesado los Pirineos a pie, embarazada de siete meses y con unos zapatos de su marido porque tenía los pies tan hinchados que los suyos no le entraban. De equipaje, también llevaba muy poco: una maleta con pañales y ropa a por la niña, por un lado, y un puñado de piedrecitas de la playa de Alcossebre envueltas con un pañuelo, por otra.

Enriqueta Agudo en el mitin de constitución del Frente de la Juventud Antifascista celebrado en el Cine Tyris en septiembre de 1936 (Foto: LUIS VIDAL para ABC) 
 

Enriqueta había nacido en Castellón en septiembre de 1912. Cuando ella tenía 10 años su familia se había trasladado a Valencia. Siempre había querido ser maestra y, no en vano, formó parte de la primera promoción del Magisterio creado por el gobierno de la Segunda República para formar a los maestros de la Nueva Escuela, la revolución educativa laica e integradora que debía formar niños y niñas libres . Enriqueta fue miembro entusiasta de aquella revolución, militante desde muy joven de Izquierda Republicana, donde fundó la agrupación femenina de las juventudes y, al terminar la carrera, se afilió a la Federación de Trabajadoras de la Enseñanza de 'UGT. Tomó parte también en las misiones pedagógicas del gobierno republicano que querían llevar la cultura a los pequeños pueblos donde hasta entonces no había llegado.

Igualmente, Enriqueta participó de forma muy activa en la campaña electoral del Frente Popular de las elecciones de 1936. Incansable, intervino en numerosos actos y se hizo famosa por la fuerza de sus discursos, dirigidos sobre todo a las mujeres, y por la su pasión al pronunciarlos. En aquellos meses la prensa empezó a llamarla La Palometa del Frente Popular . Más tarde, al empezar la guerra, se afilió al PCE, contribuyó a la fundación de la Agrupación de Mujeres Antifascistas, fue redactora de Pasionaria , la revista de la agrupación, y colaboró ​​en la escuela de adultas Lina Odena, creada por los mismos comunistas en enero del 37, en la calle de la Paz de Valencia. Pero finalmente, después de la derrota, el sueño terminó y huyó a pie hacia Francia.

Dice Erri de Luca que la lengua es la última posesión de quienes se van para siempre. Ninguno de los pasajeros del Sinaia pensaba que se iba para siempre, quizás unos meses, a lo sumo un año, lo que durara la guerra que todos sabían que amenazaba Europa, pero luego volverían, seguro que volverían. Como muchos de sus compañeros, Enriqueta y su familia vivieron en habitaciones y estudios con todas sus cosas en un baúl hasta que en 1945 comprendieron que ya no volverían, que México debería ser su casa durante mucho tiempo, quizás por a siempre. En aquellos meses miles de republicanos españoles, en México, Buenos Aires, Moscú o en todo el mundo, comprendieron que el fin de la guerra mundial para ellos no significaba el regreso a casa, sino el inicio de un exilio mucho más largo de lo que nunca hubieran pensado. Como dice un personaje de Tránsito , de Max Aub, por entonces de golpe el futuro desapareció.

Pero, al menos, hasta su muerte en 1998 en casa de Enriqueta Agut Armer, maestra de Castellón, se conservaron cuidadosamente dos cosas que habían hecho con ella el largo viaje del exilio: su lengua y un puñado de piedrecitas de la playa de Alcossebre. Aquellos jóvenes, aquella generación de maestros valencianos que debían construir un mundo mejor a partir de la escuela, los compañeros y compañeras de Enriqueta, acabaron en prisión, muertos o, en el mejor de los casos, esparcidos por el mundo, como Guillermina Medrano, que había sido la primera mujer concejala del Ayuntamiento de Valencia y pudo huir primero a República Dominicana y después a Estados Unidos de América. O José Bueno, Magdalena Marzal, Milagros Miró, Victoria Ferrándiz y Paco Bernia, que murió en el frente. O Pepe Uribes, que en el 36 se había convertido en el diputado más joven de España, que acabó en la Unión Soviética. Y sobre todo Alejandra Soler, compañera y amiga del alma de Enriqueta Agut, a quien el exilio también llevó a la Unión Soviética.

Enriqueta y Alejandra se vieron por última vuelta en 1938 y no volvieron a encontrarse nunca más. Me conmovió saber que, de alguna manera, finalmente se reencontrarían en el libro Quince dones valencianes , donde encontrará la historia de Enriqueta Agut, la de Alejandra Soler y la de otras trece mujeres valencianas, mujeres excepcionales de diferentes épocas y condiciones: reinas, poetas, maestros... Mujeres valencianas rescatadas del silencio en este libro colectivo que nos restituye sus voces y sus historias.


Fuente → valenciaplaza.com

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