El jefe franquista que huyó a la República por las atrocidades de Queipo de Llano
 El jefe franquista que huyó a la República por las atrocidades de Queipo de Llano: «Salí horrorizado de sus crímenes» En 1938. / Israel Viana

 

Represión franquista en Sevilla,en 1936 

Este jueves, los restos de Gonzalo Queipo de Llano fueron sacados de la basílica de la Macarena de Sevilla, durante la madrugada, en presencia de su familia. Se cierra así una polémica que ha durado años. En 2009, de hecho, ya se eliminó de la tumba las referencias a su condición de teniente general y la fecha del golpe de Estado. Hace un mes, el Gobierno de Pedro Sánchez solicitó finalmente a la Hermandad de la Esperanza Macarena que exhumara sus restos, los de su mujer y los de Francisco Bohórquez Vecina, en cumplimiento del artículo 38.3 de la Ley de Memoria Democrática.El cuerpo del general franquista que dirigió el golpe de Estado y la posterior represión en la capital andaluza salió de la basílica a las 2.20 de la madrugada.

Los trabajos se han producido en medio de los aplausos de sus descendientes, todos vestidos de riguroso luto, mientras una mujer recitaba a gritos y en solitario los nombres y apellidos de algunos represaliados por Queipo de Llano. Según los cálculos realizados recientemente por nueve universidades de Andalucía, se produjeron 45.500 ejecutados en la Región Militar Sur.

Al general se le atribuyen 14.000 civiles solo en Sevilla, de los cuales 3.000 habrían sido asesinados en el primer trimestre de la contienda. Queipo de Llano también participó en la llamada 'Desbandá', esa matanza de otras 5.000 personas que huían de Málaga a Almería en febrero de 1937 y de la que él mismo sacaba pecho en sus famosas arengas en Radio Sevilla: «Canalla roja de Málaga… ¡Esperad a que llegue dentro de diez días! Me sentaré en un café de la calle Larios bebiendo cerveza y, por cada sorbo que dé, caeréis diez. Fusilaré a diez por cada uno de los nuestros que fusiléis, aunque tenga que sacaros de la tumba para hacerlo».

Sus discursos en las ondas eran tan brutales –«¿No han estado las comunistas y anarquistas jugando al amor libre? Ahora por lo menos sabrán lo que son hombres de verdad y no milicianos maricas. No se van a librar por mucho que forcejeen y pataleen»– que incluso algunos de los que le apoyaron en la rebelión militar de Sevilla acabaron enfrentándose a Queipo de Llano y abandonando la lucha contra la República. Ese fue el caso de nada menos que el delegado de Propaganda del gobierno franquista en Sevilla, Antonio Bahamonde, que se encontraba a las órdenes directas del temido general.

«Van a misa por la mañana»

Así explicaba los motivos de su deserción en una entrevista concedida al ABC Republicano, en diciembre de 1938: «Mi salida de la España rebelde no fue motivada por cuestiones ideológicas, sino por un problema de conciencia. Salí horrorizado ante los crímenes que allí se cometían. Es algo de lo que no puede darse siquiera una idea quien no haya vivido en territorio rebelde. Aterra hacer cálculos. Hasta el momento que me embarqué, los fusilados ascendían a la espantosa cifra de 150.000 solo en Andalucía y Badajoz. Lo más monstruoso es que los jefes falangistas que tienen a su cargo la represión son bendecidos por el clero. Van a misa por la mañana, comulgan con gran unción y salen de la iglesia para continuar su obra macabra».

Aunque pueda parecerlo, Bahamonde no era un diputado socialista ni un líder comunista, sino un franquista convencido que había solicitado voluntariamente su cargo al lado de Queipo. Una posición que había tomado convencido de que tenía que acabar con los crímenes de la República contra la Iglesia, pero del que poco después renegó al ver, según contaba, «cómo se asesina fríamente a los hombres que se atreven a tener ideas patrióticas, sin importar si son de derechas, católicas o monárquicas».

Bahamonde había nacido en Madrid en 1894 o 1896. No está muy claro. Los datos que existen de él son los que él mismo reveló en su entrevista con ABC y en dos libros que publicó. El primero, 'Un año con Queipo. Diario de un nacionalista' (Ediciones Españolas, 1938), lo publicó al salir de España, aunque antes de que acabara la Guerra Civil. En él cargaba contra la violencia ejercida por Queipo de Llano en Sevilla, bajo cuyas órdenes había estado hasta enero de 1938, y fue reeditado por la editorial Espuela de Plata en 2005. El segundo, una obra colectiva editada en el exilio, en 1940, cuyo título era 'México es así'.

A parte de esto, las anotaciones que figuran en el Centro Documental de la Memoria Histórica y el Archivo General de la Administración son meramente anecdóticas. Según indica Moisés Domínguez, en los archivos militares de Ávila, Segovia y Guadalajara tampoco aparece citado. Las diversas investigaciones realizadas por este historiador en varias instituciones, archivos locales y otros registros resultaron igualmente infructuosas. Tan solo encontró algún dato suelto en archivos o hemerotecas extranjeros.

En la entrevista de ABC, realizada en La Habana, Bahamonde reconocía que había huido a la capital de Cuba después de que Queipo de Llano le ordenara viajar a Berlín con una misión. El barco en el que había embarcado en Lisboa hizo escala en Rotterdam, desde donde se escapó «para contar al mundo los horrores que había presenciado». En sus explicaciones, sin embargo, advertía: «Quiero que diga usted que sigo siendo un burgués y que mis ideas son muy moderadas. He sido siempre católico y lo sigo siendo, a pesar de que mi fe ha sufrido pruebas terribles por los crímenes que he visto cometer en nombre de la religión [...]. A un hombre de conciencia le resulta imposible justificar las matanzas organizadas por gentes que practican el asesinato invocando a Dios».

En su libro, Bahamondes analizaba el papel de Falange y el del clero, contaba como se había producido la rebelión en Andalucía y cómo los franquistas, a los que en un principio había tomado como camaradas, utilizaban la «difamación» como si de un arma más se tratara. El capítulo siete se iniciaba así: «En el territorio sometido al mando del 'libertador' de Andalucía no rigen para nada las infinitas disposiciones dictadas por Franco y su camarilla para apoderarse de los bienes ajenos. Don Gonzalo de Sevilla ha incautado de todos los bienes pertenecientes a personas que han sido fusiladas [...]. Miseria que nadie se atreve a remediar, por temor a ser tildado de marxista. Falange, con su auxilio social, da un rancho a sus víctimas, obligando a los niños a vestir la camisa azul de los asesinos de sus padres».

El capítulo más crítico de todos los que incluye en su libro es el que hace referencia a 'La represión', en el que detalla: «La crueldad de esta guerra no tiene precedentes en la Historia. Las víctimas hechas en la retaguardia superan en mucho a los muertos en los campos de lucha. Han sido inmoladas miles de víctimas de todas clases, de todas las profesiones y de todas las edades. Queipo tuvo que dar una orden para que no se fusilara a menores de 15 años. Al principio, miles de personas fueron asesinadas donde se las encontraba, muchas a las puertas de sus propias casas. Han fusilado desde sacerdotes ejemplares, hasta anarquistas platónicos, médicos, catedráticos, maestros, industriales, obreros, etc. El móvil es uno solo: el terror. El terror, como única arma para lograr el triunfo».

«Un escrito de guerra»

En la introducción de la reedición de 'Un año con Queipo', el historiador Alfonso Lazo opina que el libro de Bahamonde no debe ser tomado como un trabajo de investigación, a pesar de la exactitud de los datos que aporta, sino como una obra de propaganda a favor del bando republicano: «Un escrito de guerra puro y duro, donde todos los criminales están a un lado y las víctimas al otro, pero también un documento verídico de la atroz matanza que estaba teniendo lugar en los territorios controlados por Queipo. Un documento que, aún así, debe ser puesto en paralelo con otros documentos de testigos presenciales donde se recogen las otras atrocidades, es decir, los crímenes, no menores, cometidos en el bando republicano».

Queipo de Llano justificó su represión por el hecho de que contaba con muy poca gente para sublevarse en Sevilla y, a medida que iba ocupando pueblos de Sevilla y Andalucía, no podía permitirse el lujo de dejar vivos a potenciales enemigos que pudieran atacarle después. Esa excusa, sin embargo, podía ser válida en las primeras semanas de la Guerra Civil, cuando arremetía contra los republicanos en su incendiarias amenazas por radio, pero no después, cuando el bando franquista contó la ayuda de la Alemania Nazi y la Italia de Mussolini en forma de aviones, tanques, submarinos y soldados bien formados.