
La historia que les cuento empezó hace muchos años.
Aquí había un rey, como en los cuentos de hadas. Se llamaba Alfonso
XIII y era de la dinastía de los Borbones. También era una buena pieza.
Desde los dieciséis años era rey. Los reyes son reyes desde que están en
el vientre de sus madres. No he visto una cosa más extraña en mi vida.
Ni cuando vi con mi padre en el cine Suizo de València El experimento
del Dr. Quatermass, o cuando estando ya bastante crecidito vi no sé en
qué cine El año pasado en Marienbad, según dicen, una obra maestra de
Alain Resnais. La primera ya no me resulta extraña: me sigue apasionando
como entonces. De la segunda, sigo sin entender absolutamente nada. Hay
obras maestras que cuando las ves en la pantalla no necesitas contar
ovejitas para caerte redondo en la butaca. Bueno, hablaba de los reyes y
de repente me he saltado al cine. También un día vi una película
titulada ¿Dónde vas Alfonso XII?, la protagoniza el actor valenciano
Vicente Parra y de ahí salió una canción dedicada a su mujer, la reina
María de las Mercedes, que se había muerto casi recién casada. Dónde vas
Alfonso XII, dónde vas triste de ti. Voy en busca de Mercedes que ayer
tarde no la vi… Si entonces hubiera existido el Festival de Benidorm,
seguro que lo gana. Bueno, al cabo de mucho tiempo lo ganó Julio
Iglesias, lo que viene a ser más o menos lo mismo.
En España no había rey desde el 14 de abril de 1931. Las
elecciones de dos días antes las había ganado la República en las
grandes ciudades. Y Alfonso XIII tuvo que salir al exilio en un barco
desde el puerto de Cartagena. Cinco años después hubo un golpe de Estado
a cargo de los militares, los ricos y los monárquicos, después una
guerra y cuando la guerra la ganaron los fascistas vino una dictadura
muy larga, una de las más sanguinarias de toda la historia universal,
que duró hasta que se murió Franco en 1975. Luego, llegó una democracia
que ya no era la de la República porque Franco, antes de morirse, dejó
escrito que su heredero sería un rey al que él mismo había educado desde
muy joven. El vientre de donde saldría el rey Juan Carlos I era el de
la dictadura. Si esto lo cuenta en sus clases el profesorado de
Secundaria, al día siguiente hay una manifestación de familias de Vox y
del PP a las puertas del Instituto.
Pero lo más importante de esta columna lo cuenta mucho mejor un
escritor que es de lo más solvente que me he echado a la cara desde que
fui al cine Suizo con mi padre para ver aquella película de ciencia
ficción. Se llama Paco Cerdà, es de El Genovés, lo conocí cuando
escribía en este diario y lleva publicados tres libros que nadie debería
perderse: Los últimos, El peón y el que acaba de publicar: 14 de abril.
El día de la proclamación de la República. La fiesta en las calles. La
gran esperanza igualitaria. El final de los privilegios de los
poderosos. También la bestia que se iba agrandando en sus tripas. El
huevo de la serpiente. «El poder es la capacidad de infundir miedo»,
escribe en el capítulo que dedica al golpista por dos veces general
Sanjurjo. Ese poder fue creciendo y las bravuconadas de los sublevados
sembrarían ese miedo allá donde resultaran victoriosos. Pero el 14 de
abril todo era nuevo. Nada de miedo. Libertad, igualdad, fraternidad. La
Marsellesa y El Himno de Riego en medio del entusiasmo callejero. El
recuerdo emocionado de los capitanes Fermín Galán y Ángel García
Hernández, que desde Jaca quisieron levantar la República unos meses
antes y eso les costó la vida. Cuando en el libro se habla de ese
episodio de nuestra historia, me conmuevo y enrabieto al mismo tiempo.
Son posiblemente las páginas que más me han gustado. Pero hay muchas
otras igual de excelentes. Muchas otras.
Salen personajes históricos reconocidos y otros que surgen como
de la nada. Las vidas pequeñas que no aparecen en los libros las rescata
Paco Cerdà y nos dice que ellas, esas vidas pequeñas, también forman
parte de la gran historia. En tiempos de desmemoria acelerada, libros
como 14 de abril son imprescindibles. Porque aunque sólo nos hable de
ese día, hay en sus páginas un tiempo que se alarga -al menos en los
territorios de lo adivinatorio- hasta ahora mismo. El rey Alfonso XIII
se fue al exilio, su nieto nombrado rey por Franco está de vacaciones
selectas en Abu Dabi y el bisnieto igual se pasa los ratos perdidos
(casi todos) clavando en el calendario los alfileres del vudú cuando
llega la fecha del 14 de abril.
De todo hace ya muchos años. Pero aquel día de primavera seguirá
siendo como si fuera todos los días para mucha gente. Aquella República
sigue siendo igual de legítima que entonces, aunque las leyes actuales y
tanta escritura cínica se empeñen en negar esa legitimidad. Si se ponen
el Himno de Riego mientras leen el libro y esta columna, la fiesta será
completa. Y tanto que lo será. Y tanto.
Fuente → levante-emv.com
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