Queipo de Llano que está en el infierno (y en una iglesia)
Queipo de Llano que está en el infierno (y en una iglesia)
Joaquín Urías

Los responsables de la Macarena han permitido durante 70 años que los restos de uno de los asesinos más despiadados de la represión franquista disfrutara de un lugar de honor 

Antes que militar y golpista, Gonzalo Queipo de Llano fue un sádico. Personaje melifluo, torpe y conspirador, pagó sus frustraciones organizando la represión más atroz de las que siguieron al golpe de Estado de julio de 1936. Católico beato y meapilas, se infiltró fácilmente en la alta sociedad sevillana cuando fue destinado a esa ciudad. Políticamente siempre aspiró a más de lo que sus escasas entendederas le permitían y, como cualquier acomplejado de ese tipo, se reveló como un asesino sangriento en cuanto tuvo oportunidad.

En los meses que siguieron al alzamiento contra las autoridades legítimas de la república, mientras cambiaba de bando con frecuencia e intentaba maniobrar frente a Franco, Queipo de Llano ordenó el asesinato de al menos 14.000 personas, sin ahorrarles ningún sufrimiento o humillación. Estableció un sistema de exterminación sistemática de tintes genocidas cuyos detalles resultan aterradores. Sólo en la capital andaluza, una vez superadas las matanzas iniciales, durante meses ordenó el fusilamiento diario de entre sesenta y ochenta personas. Traidor y cobarde, en los pueblos conquistados anunciaba el perdón para todos los huidos que se entregaran a la vez que daba la orden de que fueran inmediatamente asesinados.

Torturó y ejecutó a todo el que hubiera pertenecido a cualquier sindicato o partido, a quien no fuera a misa, a quienes se mostraron poco entusiastas del nuevo régimen… y a sus familiares. Las numerosas fosas comunes excavadas para dar cabida a la cantidad inaudita de cadáveres acogieron también a muchos niños y ancianos fusilados con el único objetivo de crear terror. Desde las charlas de su atalaya en Unión Radio Sevilla, llamó repetidamente a la violación de todas las mujeres de izquierdas o relacionadas con progresistas.

Queipo de Llano torturó y ejecutó a todo el que hubiera pertenecido a algún sindicato, a quien no fuera a misa, a quienes se mostraron poco entusiastas del nuevo régimen…

Fue un tipo odiado y temido por las clases populares que, en secreto, lo apodaron La Bestia. Pero también se integró bien entre las familias poderosas de la ciudad y, sobre todo, en la iglesia católica. Desde el primer día del golpe, la jerarquía de la iglesia católica andaluza se sumó al mismo con entusiasmo. El cardenal Ilundain se presentó ante Queipo y estuvo a su lado en todos sus actos públicos. Por aquellos primeros días de la represión, los testimonios hablan de curas armados que disparaban a los rojos y está más que demostrada la colaboración de los jesuitas en las terribles torturas a los condenados de la comisaría de la calle Jesús del Gran Poder.

En esa coyuntura La Bestia se acercó a las hermandades hasta ganarse el lugar de honor que han disfrutado sus restos durante más de setenta años en una iglesia. Don Gonzalo conocía de sobra el poder de la Semana Santa sevillana para manipular a las masas de la ciudad y la usó a su favor. A punto de terminar la guerra, apoyó la creación de una nueva hermandad vinculada estrechamente al ejército, a la que denominó La Paz. Para que nadie se llamara a engaño sobre el tipo de paz a la que se refería, su principal advocación es el Cristo de la Victoria, apología de la derrota de los rojos, que aún abre cada año la Semana Santa. Al poco, el asesino le puso su propio nombre a la parroquia de un nuevo arrabal obrero en Triana, y de ella sale, desde entonces, otra cofradía que, en homenaje a su figura paternal, se conoce como San Gonzalo. A su beata mujer, Genoveva Martí, le picó el gusanillo de la envidia y cuando un grupo de familias de represaliados del barrio del Tiro de Línea convenció a los vecinos pudientes de la zona para montar su propia hermandad, con una virgen que sirviera a los presos para pedir merced, tuvieron que llamarla Santa Genoveva.

La Macarena ha sido siempre la cofradía del pueblo humilde. Históricamente, sus devotos han sabido aunar devoción con alegría

Pero su debilidad era la Macarena, la virgen que más devoción popular ha suscitado siempre y el paradigma de todas las demás. Está vinculada a uno de los barrios obreros más populosos de la ciudad, en el epicentro de lo que en los albores de la Guerra Civil se llamó el Moscú sevillano. La Macarena ha sido siempre la cofradía del pueblo humilde. Históricamente, sus devotos han sabido aunar devoción con alegría: entre los obreros que salen de nazarenos con la Macarena, a menudo, ha primado la devoción a su virgen y su barrio más que el gusto por el orden o la liturgia. Tradicionalmente han sido nazarenos incumplidores de las reglas, que se salen de las filas, se levantan el antifaz y llenan las tabernas por donde va a pasar la procesión. Combinan ese tipo de cosas que hacen que la vida merezca la pena con una entrega total no a la idea de la virgen sino a la figura concreta y bellísima de la Esperanza Macarena.

Aún así, la hermandad ha estado durante toda su historia controlada por las clases altas conservadoras que, a cambio de manejar tanta devoción, permiten displicentemente la exaltación de lo popular: desde los retorcidos bordados de Rodríguez Ojeda y las mallas rosas de los armaos a la figura omnipresente del torero Joselito el Gallo.

Queipo de Llano autorizó expresamente el asesinato de García Lorca por maricón y dirigió el bombardeo atroz de la ciudad de Málaga

Entre esta clase dirigente se infiltró nuestro sádico asesino intentando destacar. Consiguió pronto ser nombrado hermano mayor honorario y se deshizo en gestos hacia la corporación. Pese a su conocido afán de rapiña, devolvió intacta la corona de oro de la virgen que la hermandad había aportado para sufragar los gastos de la guerra fascista Y, sobre todo, impulsó la construcción de su nueva basílica… aunque impuso que se levantara sobre el solar del ateneo anarquista por excelencia, Casa Cornelio, donde se encontraban los izquierdosos de la ciudad antes de que fuera destruido a cañonazos. En su afán de completar el genocidio y la exterminación de los rojos, Queipo mandó construir la iglesia de modo que borrara las huellas de cualquier movimiento político emancipador.

Su crueldad no conoció límites y se extendió por toda Andalucía. Autorizó expresamente el asesinato de García Lorca por maricón y desde la cubierta del crucero Baleares dirigió el bombardeo atroz de la ciudad de Málaga y el intento de exterminio de los miles de civiles que huían despavoridos en ese trágica columna que ha pasado a la historia como la desbandá. Queipo ordenó disparar contra los civiles indefensos que escapaban y se vanaglorió después de ello en la radio.

La pasividad de los responsables de la Macarena ha mancillado la dignidad de la virgen, permitiendo que se la asocie con el carnicero

Este animal, personaje despiadado por excelencia de entre los muchos que participaron en el golpe de Estado fascista, fue enterrado en 1951 en la basílica de la Macarena, cerca de la virgen. Un lugar de honor que ya entonces gustó a muy pocos, solo a los arribistas que dirigían la hermandad. El día de su entierro, se sintió un temblor de tierra en la ciudad. Los viejos del barrio, como mi abuela, repitieron siempre desde entonces que ni la tierra quería a esa mala bestia.

“El sadismo no es una ideología política sino una perversión moral”. Desgraciadamente la Junta de Gobierno de la Hermandad de la Macarena no parece compartir estas palabras del fiscal Strassera referidas a los dictadores argentinos que causaron muchos menos muertos que Queipo. La pasividad de los responsables de la Macarena ha mancillado la dignidad de la virgen, permitiendo que se la asocie con el carnicero más despreciable e infame que se recuerde. Ha tenido que ser el Parlamento democrático quien traiga por fin la reparación que necesitaba la Macarena y ordene que se saquen de allí los restos de este personaje. La Bestia lleva ya setenta años en el infierno. Ahora, por fin, se acaba ese homenaje indigno e inmerecido que aún recibe en Sevilla.


Fuente → ctxt.es

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