Matilde Landa, la dirigente comunista forzada a bautizarse y que acabó suicidándose en una cárcel franquista
Matilde Landa en 1922. Libro 'Matilde Landa. De la Institución Libre de Enseñanza a las prisiones franquistas'

Matilde Landa, la dirigente comunista forzada a bautizarse y que acabó suicidándose en una cárcel franquista / Nicolás Ribas

Esta científica, que fue una de las dirigentes más importantes del Partido Comunista y que llegó a recibir entrenamiento militar, fue chantajeada por las religiosas de una prisión de Mallorca: o se convertía al catolicismo o los niños del centro penitenciario casi no comerían

Matilde Landa Vaz (Badajoz, 24 de junio de 1904-Palma, 26 de septiembre de 1942) es considerada una de las figuras más representativas del movimiento obrero y comunista de los años treinta y cuarenta. Hija de Rubén Landa Coronado (un abogado de Badajoz, republicano y masón, muy vinculado al Instituto Libre de Enseñanza, de filosofía krausista) y Jacinta Vaz Toscano (por desgracia, apenas se sabe nada de ella), nació en el seno de una familia burguesa e ilustrada, de clase media acomodada.

El nacimiento de Matilde Landa se produjo en su casa de Badajoz, con el médico Narciso Vázquez Lemus (destacado dirigente socialista extremeño) y el abogado Manuel Barriga Soto (conocido por su trabajo como periodista y poeta) como testigos –ambos amigos de su padre–. Las amistades de Rubén Landa, así como la vinculación de este con el Instituto Libre de Enseñanza, ya daban algunas pistas sobre el origen social de Matilde: recibió una educación humanista y liberal y estuvo rodeada de élites ilustradas con ideas republicanas, laicas y democráticas. Algo infrecuente para aquella época es que Landa no fue bautizada, hecho que luego se convirtió en un auténtico martirio para ella.

Pese a que su familia era de tradición izquierdista y republicana, pero burguesa, Landa se adhirió, a mediados de los años treinta, a las ideas del Partido Comunista de España (PCE). Se trataba, según explica David Ginard i Ferón, doctor en Historia por la Universitat de les Illes Balears (UIB), en el libro Matilde Landa. De la Institución Libre de Enseñanza a las prisiones franquistas, de un fenómeno que puede inscribirse en la evolución conocida por un sector de la intelectualidad española y europea de la época, “que se vio seducida por la excelente imagen que todavía conservaba el modelo soviético entre amplias capas sociales”.

“Es muy representativa porque forma parte de un conjunto de mujeres que se incorporan a la actividad política en los años treinta y cuarenta”, explica a elDiario.es David Ginard, autor del primer estudio global sobre Landa. “Es un fenómeno que se da de manera precaria durante la República, pero de manera mucho más clara durante la Guerra Civil, en la zona republicana, donde hubo una participación muy considerable y muy masiva”, detalla Ginard. Cabe recordar que el sufragio femenino, la conquista más importante de la época, se consiguió con la Segunda República, el 1 de octubre de 1931, después de un debate entre Clara Campoamor y Victoria Kent.

Matilde Landa con su hija Carmen en 1932 en Madrid. Libro 'Matilde Landa. De la Institución Libre de Enseñanza a las prisiones franquistas'
 
La organización Socorro Internacional Rojo

En agosto de 1934, Matilde habría participado en el congreso fundacional del Comité Nacional de Mujeres contra la Guerra y el Fascismo. Después del fracaso del movimiento insurreccional de octubre de 1934, Landa –según Dolores Ibárruri– se afilió al Socorro Internacional Rojo (SRI), una organización vinculada a la Internacional Comunista, constituida en Moscú a finales de 1922 a raíz del IV Congreso de la Komintern –que reunía apoyo jurídico, político, humanitario, material y moral a las víctimas de la lucha revolucionaria– y que participó en las labores de ayuda a las víctimas de la represión ejercida por el gobierno radical-cedista de Alejandro Lerroux. “El Socorro Internacional Rojo fue, por aquellos meses, una pieza esencial en el proceso de crecimiento del PCE, que basaba su expansión organizativa tanto en el establecimiento de una alianza con los socialistas, como en su erosión”, clarifica Ginard.

El comisario político del Quinto Regimiento, Vittorio Vidali –personaje controvertido por su cercanía con el estalinismo y clave en el PCE durante la Guerra Civil, conocido como “Carlos Contreras” o “Comandante Carlos”–, asegura que conoció a Landa durante la primavera de 1935, cuando la comunista ofreció su casa para las reuniones clandestinas que tenía Vidali con José Díaz Ramos –secretario general del PCE desde 1932 hasta su muerte, en marzo de 1942– y Dolores Ibárruri –elegida diputada en las elecciones de febrero del 36 y sustituta de Díaz Ramos como secretaria general del Partido Comunista–. Matilde se encargaba entonces también de guardar el dinero que llegaba desde todo el mundo, especialmente de la URSS, para financiar al SRI. En 1936, Landa ingresó en el PCE después de habérselo solicitado a Vidali (la controversia en torno a la figura de Vidali se explica también porque se le acusó de estar detrás de la desaparición de Andreu Nin, quien estuvo vinculado a la CNT anarquista, pero también al PSOE y a diferentes ramas de partidos de ideología comunista).

“El estallido de la Guerra Civil implicó una movilización sin precedentes de las mujeres españolas”, asegura Ginard. En conversaciones con este periódico, el historiador centra el trabajo de Landa en tres ámbitos esenciales, que tuvieron especial relevancia durante la guerra y que la dirigente comunista desarrolló, sobre todo, en la zona republicana: la sanidad, la agitación política y la ayuda a los refugiados políticos. Pese al avance político y social de las mujeres republicanas, a medio y largo plazo “distaba de constituir un avance decisivo a favor de la igualdad y sus derechos”, según Ginard, porque los tradicionales roles de género fueron proyectados al espacio público: las mujeres republicanas ejercían, fundamentalmente, como madres y esposas, es decir, desempeñaron trabajos como la costura o el cuidado de los niños y de enfermos. Aún así, su participación en el frente de guerra desde el campo de la asistencia social constituyó una novedad.

El estallido de la Guerra Civil implicó una movilización sin precedentes de las mujeres españolas - David Ginard Historiador

Matilde Landa se entera del golpe de Estado mientras estaba en una conferencia del SRI junto a su marido, Francisco López Ganivet, Vidali y Tina Modotti, compañera y famosa fotógrafa y actriz italiana. La conferencia fue suspendida y Matilde y su marido se dirigieron a la sede del PCE, donde impulsaron inmediatamente la formación del Quinto Batallón de Voluntarios, que participó en la toma del Cuartel de la Montaña. A los pocos días, fundaron, en el patio del Colegio Salesianos de Francos Rodríguez (Madrid), el Quinto Regimiento de Milicias Populares, en el que colaboraron intelectuales como María Teresa León y Rafael Alberti, Antonio Machado, José Bergamín o Miguel Hernández, entre otros. 

Recibió entrenamiento militar, pero no combatió en el frente

Tanto Landa como Modotti se enrolaron en el batallón femenino, llegando a realizar instrucción militar, cuya iniciativa surgió, al parecer, de Dolores Ibárruri. “Fue un elemento profundamente revolucionario, ya que había muy pocos estados, a excepción por ejemplo de la Unión Soviética, que permitían el alistamiento militar de mujeres”, explica a elDiario.es Juanjo Martínez, coordinador de Esquerra Unida en Balears. “Uno de los casos más paradigmáticos fueron las cinco milicianas fusiladas en Manacor durante el Desembarco de Mallorca. Fueron cinco catalanas que estuvieron entre las primeras mujeres que combatieron en el Estado español, ya que antes había sido un espacio ocupado única y exclusivamente por hombres”, añade.

Según consta en el carnet del Quinto Regimiento de Matilde, documenta Ginard, su ingreso se produjo el 21 de julio y quedó asignada al batallón del SRI como responsable de personal del llamado Hospital Obrero u Hospital de Maudes. Landa, sin embargo, no llegó a entrar en combate. Como la mayoría de médicos militares quedaron en las zonas sublevadas, para los republicanos era importante tener un servicio sanitario, que fue dirigido por Matilde. “Era una tarea suficientemente importante”, asevera Juanjo Martínez, en relación al cargo que ocupó la sanitaria y científica comunista durante la guerra española.

Landa se trasladó a Madrid para estudiar Ciencias Naturales en marzo de 1923, donde se alojó en la Residencia de Señoritas, institución pionera en el fomento del acceso de las mujeres a la educación universitaria y en la que residieron mujeres que tuvieron un papel destacado en la Segunda República, como Victoria Kent, futura directora general de prisiones. Según destaca Ginard, en noviembre del mismo año tuvo que abandonar sus estudios por problemas de salud, aunque parece ser que los pudo concluir seis años después, en 1929. “En una declaración efectuada ante la policía, el 23 de septiembre de 1939, Matilde dijo ser licenciada en Ciencias Naturales”, recoge Ginard en un nota a pie de página. En enero Ginard publicará otro libro, Matilde Landa (1904-1942). El compromiso y la tragedia, editado por Publicacions de la Universitat de València.

En abril de 1938, Matilde Landa se incorporó a la sección de Información de la Subsecretaría de Propaganda del Ministerio del Estado, una misión más llevadera que la de dirigir el SRI en el frente de batalla. Hasta su finalización, organizó conferencias populares en ciudades de la Península para levantar el ánimo de los milicianos, en un momento de debilidad para el Ejército republicano, que no paraba de acumular derrotas. Fue entonces cuando la líder comunista se convirtió en una figura popular del republicanismo. 

Organizó el PCE antes del final de la guerra

Ante la inminente entrada de las tropas franquistas en Madrid, el órgano del Partido Comunista encargó a Landa organizar el partido en el interior. Más tarde, el PCE intentó atribuir a la propia Matilde la decisión de no salir del país. Sin embargo, según Ginard, citando a Carmen López Landa –hija de Matilde Landa–, se trató “mucho más probablemente” de una designación promovida desde la cúpula del Partido Comunista. “En plena época estalinista, el margen de actuación de una militante de baja graduación para oponerse a una decisión de la dirección era escaso, por no decir nulo”, argumenta.

Esta información fue proporcionada al autor del libro a través de Carmen López Landa, quien asegura que Dolores Ibárruri reconoció, poco antes de morir, que Matilde Landa se había quedado en el interior por acuerdo del PCE. La decisión se adoptó en una reunión celebrada el 25 de febrero de 1939, según Gregorio Morán, que atribuye al Buró Político del Partido Comunista en su libro Miseria y grandeza del Partido Comunista de España. Su ámbito de actuación incluyó también Cuenca, Guadalajara y Toledo.

Este comité clandestino dirigido por la joven comunista casi no tuvo tiempo de actuar, porque el 4 de abril de 1939 fue detenida en un edificio ubicado en la plaza de la Independencia, cerca del Retiro (Madrid), junto a su secretaria María Guerra Micó, que compartía piso con Matilde. Entre septiembre de 1939 y agosto de 1940 estuvo encarcelada en la prisión de Ventas, la principal prisión femenina de Madrid, inaugurada en 1933, siguiendo el modelo humanista y correccionalista del régimen penitenciario republicano. En esta época cada vez había más ingresos. La guerra había terminado y el castigo diseñado por el régimen de Franco golpeó también a las mujeres del Madrid rojo, por la defensa que habían hecho del sistema democrático republicano. En las cárceles, la alimentación era pésima y las condiciones higiénicas, deplorables. A mediados de 1940, en Madrid había unas 17.000 mujeres presas. Sin embargo, las mujeres iniciaron procesos de autoorganización y solidaridad mutua en las cárceles, a menudo, de manera clandestina. 

A la cárcel de Mallorca

Desde el 7 de diciembre de 1939, Landa estuvo condenada a pena muerte, que finalmente fue conmutada por 30 años de prisión. Después de estar en Ventas, fue trasladada a la prisión ‘Las Hermanitas de los Pobres’, ahora conocida como Can Sales. “Mallorca acabó siendo un lugar donde disgregar a los principales dirigentes de las formaciones políticas (de izquierdas) para evitar que estuvieran todos juntos, principalmente en Madrid, Barcelona y Valencia, donde se situaban los principales núcleos de los tres partidos que formaban el Frente Popular: el PSOE, Izquierda Republicana y el PCE”, afirma Juanjo Martínez.

Grupo de presas en la prisión de mujeres de Palma (septiembre, 1941). Matilde Landa está situada en la fila superior -es la cuarta por la derecha, debajo de la columna-. Libro 'Matilde Landa. De la Institución Libre de Enseñanza a las prisiones franquistas'

En Can Sales también estuvo encarcelada Aurora Picornell, conocida como la Pasionaria de Mallorca, y Maria Vaquer. Antes de que Picornell abandonara la cárcel con los falangistas que la detuvieron, dicen que la joven se despidió de sus compañeras de celda, llevando con ella una bobina de hilo que prometió hacerles llegar si sobrevivía. Después de ser torturada, fue fusilada y enterrada en una fosa común.

Can Sales era una de las cinco prisiones centrales de mujeres de España, junto a las de Málaga, Alcalá de Henares, Segovia y la de castigo instalada en Guadalajara. Una cárcel cuyas condiciones eran terroríficas, con una masificación insoportable. Según narraron presas que sobrevivieron, dormían en el suelo sobre unos sucios y descompuestos jergones de paja que daban náuseas y se tapaban con mantas putrefactas. Siempre iban con el pelo blanco por la cantidad de polvo que caía, polvo que tragaban y que les causaba picores y molestias en los ojos, la garganta y la nariz. También salían blancas de la ducha, por la cantidad de cal que tenía el agua. “La situación de salubridad era muy mala, el racionamiento (de comida) muy escaso, situación que también sufrían los niños, porque las mujeres republicanas eran encarceladas con sus hijos”, detalla Juanjo Martínez.

En la prisión de Can Sales la situación de salubridad era muy mala, el racionamiento (de comida) muy escaso, situación que también sufrían los niños, porque las mujeres republicanas eran encarceladas con ellos - Juanjo Martínez. Coordinador de Esquerra Unida en Balears

Esta situación generó olas de solidaridad entre una parte de la población de la capital mallorquina. Uno de los episodios más recordados es el que se refiere a los pescadores de Palma, de tradición política de izquierdas. Donaron grandes cantidades de pescado a las presas, que fueron mal vendidas por las monjas encargadas del funcionamiento de la prisión, relata Ginard, citando a Tomasa Cuevas, militante comunista y presa en varias cárceles, autora de Cárcel de mujeres. Las condiciones de vida tan duras de la prisión explican el delicado estado de salud que presentaban gran parte de las reclusas.

La presencia de monjas al frente de la organización de las prisiones de mujeres describe muy bien la moral nacionalcatólica del régimen y la colaboración de la Iglesia Católica en la represión de los derrotados de la Guerra Civil. Estas monjas, además, intentaban convertir al catolicismo a las mujeres de tendencias republicanas o izquierdistas mientras cumplían su condena de prisión por sus ideas republicanas, socialistas y marxistas. Y el objetivo número uno era Matilde Landa, a quien querían doblegar a través del bautismo y la conversión a la fe católica, que hubiese supuesto un éxito propagandístico muy importante para el franquismo.

A las presas también las obligaban a cantar el Cara al Sol, haciendo el saludo fascista. “Matilde Landa fue una de las pocas grandes dirigentes que no fueron fusiladas al final de la guerra. Por eso, era sustancial que aceptara el bautismo, primero, y al régimen fascista, después. Fue una persecución ideológica para exponerla como un ejemplo de que el fascismo había triunfado”, argumenta Juanjo Martínez. El máximo responsable de la prisión mallorquina recordaba que, desde el 1 de junio de 1941, venía advirtiendo de la “peligrosidad” de Matilde Landa, entre otras cosas porque no estaba bautizada y por su “propaganda cautelosa comunista”.

Landa fue una de las pocas grandes dirigentes que no fueron fusiladas al final de la guerra. Era sustancial que aceptara el bautismo y el régimen fascista. Fue una persecución ideológica para exponerla como un ejemplo de que el fascismo había triunfado - Juanjo Martínez Coordinador de Esquerra Unida en Balears

Suicidio en la prisión

A partir del verano de 1942, Landa fue sometida a un chantaje atroz: se le comunicó que la cantidad de alimentos que se proporcionaran a los hijos de las madres dependería de su conversión al catolicismo. Estos hechos continuados, probablemente, condujeron a que en la tarde del 26 de septiembre de 1942, Landa cayera desde la galería superior de la prisión, donde estaba la enfermería, lo que terminó con su muerte. Cabe destacar que las presiones religiosas tuvieron lugar, con mayor o menor intensidad, durante todo el tiempo que estuvo en Can Sales.

Según el historiador Ginard, no hay duda de que se trató de un suicidio inducido, posiblemente debido a las durísimas condiciones de vida de la cárcel y las terribles presiones a las que estaba siendo sometida por las autoridades eclesiásticas. Landa fue bautizada in articulo mortis (es decir, cuando se encontraba a punto de morir) y enterrada en el cementerio de Palma, lo que causó una gran indignación en su hermana, Aida Landa. Su hermana mantuvo la convicción de que el traslado de Matilde a la prisión de Palma había sido una circunstancia determinante para su suicidio.


“Para mí, esta pena es cada día mayor. Cuánto la hicieron sufrir y cuánto la martirizaron hasta verse obligada a quitarse la vida. Su verdadera sentencia de muerte fue mandarla a Palma. De esas garras no podíamos salvarla. Algún día hablaremos largamente de esto que nos ha desgarrado el alma. Mientras tanto, ¿para qué?”, escribió Aida Landa a Miquel Ferrà, unos meses después de su muerte. Miquel Ferrà fue un poeta y escritor mallorquín, que tuvo relación con Matilde Landa mientras ella estaba en prisión. Ferrà era amigo de Rubén Landa, hermano de Matilde, que conoció a Ferrà cuando éste estudiaba en Madrid.

Para mí, esta pena es cada día mayor. Cuánto la hicieron sufrir y cuánto la martirizaron hasta verse obligada a quitarse la vida. Su verdadera sentencia de muerte fue mandarla a Palma. De esas garras no podíamos salvarla - Aida Hermana de Matilde Landa

Ginard cree que el trágico final de Landa tuvo que ver también con los errores que cometió el Partido Comunista. “Su fatal desenlace, aun siendo responsabilidad del régimen dictatorial, no podía en absoluto desligarse de la cadena de errores cometidos por la dirección comunista desde la Guerra Civil”. El órgano de los comunistas españoles en el exilio, en México, escribía, en cambio, esto: “La vida y el sacrificio de Matilde Landa, como el de tantos heroicos compañeros caídos en la lucha por la liberación de nuestro pueblo, son un acicate y un ejemplo formidables para todos. Lejos de intimidar a nuestro pueblo, acrecienta su espíritu de sacrificio y su afán de lucha. Nuestro pueblo sabe que el camino de la liberación está cubierto de la sangre generosa de sus mejores hijos, sobre cuyo sacrificio y ejemplo se forjará el porvenir de paz, de libertad y de bienestar por el que ellos lucharon”.

Así, Matilde Landa se convirtió en “un símbolo de referencia en el exilio y en la clandestinidad”, afirma Ginard. Tanto es así que, según dice, el ejemplo de Matilde Landa motivó al periodista y escritor Manuel Vázquez Montalbán a iniciar su militancia política en el Partido Socialista Unificado de Catalunya (PSUC) en 1961. Matilde Landa se convirtió en una mártir de la causa comunista y antifascista.


Fuente → eldiario.es 

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