Cuando 795 presos republicanos se fugaron de una prisión franquista

Cuando 795 presos republicanos se fugaron de una prisión franquista
Alfred López

En 1878, bajo el reinado de Alfonso XII, se inició la construcción de un fuerte en la cumbre del monte de San Cristóbal (a diez kilómetros de Pamplona), con el objetivo de utilizarlo como fortaleza militar y salvaguardar el frente pirenaico. Bautizado inicialmente como ‘Fuerte de Alfonso XII’, las obras se prolongaron hasta 1919 y apenas se utilizó con fines defensivos, ya que tal y como acabó de ser construida se consideró como una edificación obsoleta, debido a la aparición de la aviación militar. 

Durante una década fue utilizado como cuartel de artillería, acogiendo una guarnición de 1.500 hombres, hasta que en 1929 se decide reconvertirlo en penal militar, efectuando unas nuevas obras de remodelación. 

Con la proclamación de la Segunda República, se decidió cambiar el nombre de la edificación, pasando a denominarse ‘Fuerte de San Cristóbal’, para así quitar referencia alguna al monarca. Los diferentes gobiernos republicanos utilizaron el penal para albergar tanto presos comunes como presos políticos (por ejemplo, allí fueron a parar un gran número de arrestados de la revolución de Asturias de 1934). 

Tras el Golpe de Estado del 18 de julio de 1936 y posterior estallido de la Guerra Civil, Navarra quedó dentro de la denominada ‘zona Nacional’, por lo que los sublevados decidieron continuar utilizando el Fuerte de San Cristóbal como prisión, pero especialmente por cuestiones políticas, llenándose de presos republicanos, quienes permanecían hacinados y bajo unas pésimas condiciones tanto sanitarias como de maltrato recibido por parte de los guardias que los custodiaban. 

Numerosos son los casos de tortura e incluso del uso de la táctica denominada como ‘ley de fugas’ y que consistía en descuidar la vigilancia de determinados presos, para provocar que estos decidieran escapar y acto seguido asesinarlos impunemente bajo el pretexto del intento de fuga. 

Las pésimas e inhumanas condiciones en las que vivían los presos republicanos (que llegaron a haber alrededor de 2.500 que malvivían hacinados) y el trato vejatorio recibido por parte de los guardianes franquistas provocaron que en 1938 se planeara y llevase a cabo una evasión masiva en la que participaron y se fugaron hasta 795 presos (convirtiéndose en una de las mayores fugas carcelarias ocurridas en el continente europeo). 

Pero el plan de fuga no estaba pensado para tal número de prisioneros, sino para una treintena de presos, quienes estuvieron planificándolo a lo largo de varios meses y comunicándose entre ellos en esperanto. Utilizaron este peculiar idioma porque era desconocido para los guardias que los custodiaban así como para el resto de reos. 

La operación de fuga se puso en marcha a la hora de cenar, del 22 de mayo de 1938. Ese momento del día era el idóneo porque la mayoría de guardias debían estar haciendo tareas de servicio, sirviendo las cenas (además de que muchos de ellos también se encontraban cenando). 

La treintena de presos se dividieron en varios grupos y fueron atacando y desarmando a los guardias, hasta hacerse con las suficientes armas con las que intimidar a sus vigilantes y tras dirigirse hacia la salida los guardias que custodiaban las puertas decidieron deponer sus armas y dejarlos escapar (a excepción de uno que intentó poner resistencia y murió a consecuencia de un golpe que recibió en la cabeza por parte de uno de los presos que pretendían fugarse). 

Pero los acontecimientos fueron vistos por un gran número de presos que allí se encontraban y que decidieron aprovechar la oportunidad para fugarse de allí siguiendo a sus compañeros. 

Tras la evasión de un total de 795 prisioneros, se organizó un enorme y multitudinario despliegue militar con el fin de darles caza. A lo largo de las siguientes semanas se logró atrapar a 585 evadidos. También se produjeron numerosas muertes, debido a que 207 presos fugados murieron abatidos por disparos. Tan solo tres lograron huir y cruzar los Pirineos para llegar hasta Francia. 

Tras finalizar la Guerra Civil, el Fuerte de San Cristóbal se habilitó como sanatorio penitenciario para atender a los presos enfermos de tuberculosis y en 1945 fue cerrado como penal.


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