El equipo de ‘Karpeta urdinak’ recibió el mayor de los
reconocimientos posibles cuando, en el coloquio posterior a su estreno,
el prestigioso antropólogo forense Paco Etxeberria dijo que era el
complemento perfecto, casi indispensable, a la labor realizada para
sacar a la luz la realidad de la tortura y que cristalizó en el informe
‘Proyecto de investigación de la tortura y malos tratos en el País
Vasco, entre 1960-2014’, auspiciado por el Gobierno Vasco y por el
Instituto Vasco de Criminología, con la participación, entre otros, del
propio Etxeberria.
Además de contar con ese valor indudable de
los proyectos que se hacen con muchas dificultades financieras solo
salvadas con tesón y compromiso, la película-documental presentada ayer
en Zinemaldia puede colocar en su haber el mérito de haber logrado
llevar al lenguaje cinematográfico nada menos que un informe de corte
científico y técnico.
‘Karpeta urdinak’ impacta desde el primer
momento, desde el preciso instante en el que mediante una infografía
recoge el conjunto del sufrimiento y de vulneración de los derechos
humanos producido en el marco de eso que conocemos como «el conflicto
vasco». El efecto es inmediato: los espectadores y las espectadores no
dejarán de prestar atención a la pantalla ni un solo segundo, aunque en
ocasiones el sistema de subtítulos en diferentes idiomas pueda añadir
alguna dificultad.
El directo del filme, Ander Iriarte, quería
que en la proyección de ayer se pudiera producir una simbólica
fotografía que regalar a la sociedad vasca, con la presencia de las
diferentes sensibilidades políticas del país, incluso la de aquellas que
han negado la existencia del tormento en comisarías y cuartelillos. Al
parecer, tenía alguna esperanza después de realizar algunos contactos.
No se produjo.
Asumir una realidad tan sobrecogedora puede
resultar un ejercicio difícil para algunos, pero quien vea esta
recomendable película saldrá con la seguridad de que la verdad terminará
imponiéndose ante el negacionismo, para el bien de esta sociedad, para
que podamos sanar nuestras heridas.
Fuente → naiz.eus
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