Derechas y Ley de Memoria Democrática
Las derechas quieren hacernos ver ahora que La Ley de Memoria Democrática solo pretende reparar a las víctimas de un solo bando

Derechas y Ley de Memoria Democrática

Las derechas quieren hacernos ver ahora que La Ley de Memoria Democrática solo pretende reparar a las víctimas de un solo bando. ¡Menudo descubrimiento! De ahí que la califiquen de una ley discriminatoria y sectaria. Añaden que su intención no busca la reconciliación entre los españoles que se consideran herederos ideológicos y sentimentales de quienes perdieron la guerra y de quienes la ganaron, sino avivar el revanchismo. Nada nuevo. Es lo mismo que dijeron cuando apareció la Ley de Memoria Histórica en 2007.

No es de nuestro agrado el alcance programático de dicha ley, pero criticarla porque solo apunta favorablemente en la dirección de las víctimas del genocidio franquista, era lo que faltaba por oír. Las derechas aluden a que hubo otro genocidio, el causado por el ejército republicano. Conclusión: “los facciosos tienen derecho a una ley de Memoria Democrática que satisfaga sus correspondientes reivindicaciones”.

Sin duda. Solo que a nadie se le oculta la paradoja de este planteamiento, toda vez que los facciosos murieron por defender el triunfo de un golpe de Estado, atentar contra la democracia y destruir un Estado de Derecho. Así que tendrían que asumir el marrón que supondría que una democracia y un Estado de Derecho, afines a la II República, satisficieran sus reivindicaciones. Y, en buena lógica con la línea de no pactar con el Gobierno actual que sigue su líder Fejóo, no deberían aceptarlo.

La verdad es que resulta retorcida y artera la actitud de las derechas. Han dispuesto de unas cuantas legislaturas en el poder y nunca se les ocurrió llevar al Parlamento la aprobación de una Ley de Memoria Democrática o como quisieran haberla llamado, que contemplase la justa reparación de las víctimas de la República, al parecer, equitativas a las producidas por el fascismo, tras un golpe de Estado. Pudieron hacerlo con Aznar. ¿Por qué no lo hicieron? En cambio, desde que el Gobierno de Zapatero propuso su ley y ahora la de Sánchez y sus socios, irrumpen con la cacareada memoria equidistante.

Va a resultar que las únicas víctimas olvidadas de la guerra han sido las caídas por Dios y por la Patria. Actitud cínica donde las haya. Repasen su propia hemeroteca. Desde que hubo un solo muerto entre las víctimas del ejército golpista, tanto en el frente como en retaguardia, fueron tratadas como héroes, como mártires, recibiendo cristiana sepultura y, a continuación, sus familiares disfrutando a lo largo del franquismo ayudas económicas directas, laborales, bicocas en modalidad de subsidios, pensiones, sueldos, estancos, de los sindicatos, colegios y administraciones locales y regionales... Hasta los padres de los sacerdotes que murieron en combate recibieron subsidios como refleja la orden 31 de diciembre de 1941, firmada por Franco (BOE. 15.1.1942).

En cambio los muertos del otro bando tuvieron durante años la consideración de desaparecidos. Se les negó cualquier tipo de ayuda. Se los sometió a todo tipo de humillaciones. Gracias a un largo proceso, tan enrevesado como tortuoso, iniciado desde 1978 en Navarra por las familias de los asesinados por los falangistas y carlistas, se pudo darles sepultura en sus pueblos. Y no a todos. Y todo sin ayuda del Estado, ni de los gobiernos y ayuntamientos autonómicos y locales.

La derecha dice que la ley pretende reescribir la historia y reinterpretar el pasado en función del presente. La Historia está ahí y no la cambia ni la nariz de Cleopatra. La cosa es mucho más sencilla. Solo se busca una reparación con quienes han sido durante 80 años los grandes olvidados y despreciados por el régimen franquista. Que se les repare moral y económicamente.

Y a propósito de simetrías. Seguro que oyeron hablar alguna vez de los mutilados republicanos que lucharon por defender la República. ¿Han comparado alguna vez las ayudas que recibieron estos mutilados? La más negra invisibilidad se cernió sobre ellos. No recibieron ayuda de ningún organismo institucional, ni del bando vencedor, ni de la Iglesia, tampoco de Cáritas, ni de la Cruz Roja internacional. Ni antes ni después de 1969, ni de 1978, una vez que la democracia se instalara. Si hubiera sido por los poderes públicos, habrían pasado completamente desapercibidos. Jurídica, política y socialmente fueron menos que cero. Los redujeron a parias de la guerra una vez terminada la contienda. Lo mismo que sus viudas y sus hijos, los cuales tardarían más de cincuenta años en cobrar una pensión… si es que sobrevivieron.

Inválidos totales, mutilados de una pierna o de las dos, de los dos brazos, ciegos, sordos y con todo tipo de amputaciones y respectivos muñones, su cuadro clínico fue escalofriante. La Historia les dio la espalda. Cuando se quiso reparar las injusticias cometidas con este ejército que luchó contra el fascismo, ya era demasiado tarde. Para ellos y para sus viudas. Porque la mayoría había muerto. En 1973 fundaron la Comisión Nacional Organizadora de Mutilados de la República y, actuando en la clandestinidad, fueron consiguiendo con cuentagotas algunas reivindicaciones. Los primeros logros llegaron en 1976, pero con humillaciones. Las pensiones acordadas por el gobierno serían inferiores a las que cobraban sus homónimos del bando vencedor. Para más inri, se limitaban a extender una cantidad económica irrisoria, olvidándose de su asistencia médica y hospitalaria, como de sus viudas, eternamente olvidadas.

No hay que engañarse. El problema nunca fue económico. Estuvo donde siempre: en el carácter político que suponía reconocer a unas personas que habían luchado contra quienes ahora eran herederos de los beneficios de aquel golpe de Estado. A este le suponía bien poco detraer 50 ó 100 millones de los presupuestos generales. Esto nunca fue un inconveniente. Sí lo fue reconocer a quienes habían defendido la II República y que tenían los mismos derechos que los mutilados del otro bando.

¿Y aún quieren las derechas hablar de equidistancia? Claro que hubo víctimas en los dos bandos. Pero, en lo que respecta a su reparación, no cabe hacer equidistancia. Sería una obscenidad.

Los autores son Víctor Moreno, Carlos Martínez, Jesús Arbizu, Clemente Bernad, Pablo Ibáñez, Carolina Martínez, Ángel Zoco, José Ramón Urtasun, Txema Aranaz, del Ateneo Basilio Lacort


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