Republicanos Martirizados a muerte en el Tenebroso Campo de Concentracion y Prisión franquista de Orduña (Vizcaya)
Los franquistas entraron en Orduña a finales de junio de 1937. Miles de combatientes Republicanos cayeron prisioneros, muchos de ellos fueron encerrados en el antiguo colegio de los jesuitas de Orduña, habilitado como campo de concentración. Procedían sobre todo de los frentes de Bizkaia, Aragón y Cataluña, sobre todo combatientes del Ejército Vasco y milicianos catalanes. Este siniestro penal ha sido investigado por el periodista Joseba Egiguren, “Prisioneros en el campo de concentración de Orduña (1937-1939)”, que narra la negra historia sacando a la luz documentos civiles y militares, junto con los estremecedores testimonios de los últimos ex prisioneros.
Aunque el campo tenía una capacidad máxima de 5.000 personas, por ese lugar pasaron unos 50.000 prisioneros, entre 1937 y 1939; de esa época hay 24 muertes contabilizadas oficialmente aunque se desconoce el paradero de los cuerpos. Desde 1939 hasta 1941 se convirtió en prisión central y albergó a 5.000 reos, principalmente de Ciudad Real, Málaga y, sobre todo de Badajoz. Fallecieron 201, en torno a un centenar están enterrados en la fosa del cementerio. Hay constancia, según el registro local, de que se dio sepultura al menos a 225 hombres que cumplían condena tras sufrir un juicio del régimen franquista. La mayoría eran de Extremadura, Castilla-La Mancha y Andalucía, también hubo algunos vascos.
Las muertes tan habituales eran producidas como consecuencia del hambre, del frío, la falta de asistencia médica o las palizas de los guardianes. No hay rastro en los registros de todas las muertes, ocultadas a propósito por los gestores del régimen franquista. A la muerte de un preso no registrado se sumaba su desaparición de la historia, su olvido. En agosto de 2014 la Sociedad de Ciencias Aranzadi procedió a la exhumación de 14 esqueletos humanos hallados en un pasillo del cementerio municipal, víctimas de la represión franquista, que fallecieron cautivos en la prisión de Orduña y constituyen una mínima parte de las que se encuentran aún sin exhumar en esa misma parcela.
El traslado de los presos a Orduña se realizaba principalmente en trenes de mercancías para el transporte de ganado, a cualquier hora del día o de la noche. Los traslados eran masivos para ahorrar costos, sin agua, ni comida y sin conocer su destino. El viaje era un calvario, los prisioneros eran obligados a viajar durante horas en condiciones deplorables, hacinados por falta de espacio en vagones de madera cerrados, sucios y oscuros, sin asientos, ventanas ni retretes.
En el campo estaban en manos del enemigo con total indefensión, sin ningún tipo de garantía humana ni judicial. Los presos sufrieron un trato inhumano por el hacinamiento, la insalubridad, la miseria, el hambre, la violencia física, el miedo, la humillación y la incertidumbre sobre su propia vida. No tenían ropa más que la que llevaban puesta, casi siempre sus propios uniformes, sucios, rotos y sin ropa de abrigo. No fue nada fácil la supervivencia en esas condiciones, tiesos de frío, hacinados, enfermos, infestados de piojos y muertos de hambre. Como en otros campos, la alimentación en Orduña era muy escasa y deficiente, la población reclusa enfermaba y debilitaba día a día por las carencias.
Casi todos los días eran apaleados, humillados sin cesar por los guardianes. Lo peor era caer en manos de un guardián violento, como el cruel y siniestro guardián «El Manco», un lisiado de guerra al que le faltaban 3 dedos, lo que no le impedía dar palizas de muerte con su inseparable garrote blanco. La violencia física, los castigos, vejaciones, carencias e insultos, eran el precio que los derrotados prisioneros pagaban por haberse defendido de los rebeldes fascistas. Habían perdido la guerra y estaban a merced de su enemigo, que se iba a cobrar lentamente su venganza, el lugar que ocuparían en la nueva sociedad franquista era la de un siervo, muchos fueron utilizados como esclavos en obras públicas y privadas.
En 2012 el Ayuntamiento de Orduña reprobó lo ocurrido, condenando las condiciones infrahumanas a las que fueron sometidos decenas de miles de Republicanos, de ideología contraria al franquismo, recluidos en el campo de Concentración y de la Prisión Central de Orduña entre 1937 y 1941. El Ayuntamiento pidió perdón por haberse lucrado, así como entidades y personas particulares afines al régimen, utilizando prisioneros Republicanos para realizar todo tipo de labores en régimen de esclavitud. Igualmente lamentó las muertes de, al menos, 225 prisioneros Republicanos en la terrible prisión.
Documentos originales en Crónicas a Pie de Fosa (Jesús Pablo Domínguez Varona & Aiyoa Arroita Lafuente), en el que se incluye un listado de los 225 presos fallecidos en el campo. Informe en EuskoNews de Joseba Egiguren, autor del libro Prisioneros en el Campo de Concentración de Orduña (1937-1939). Eitb.eus
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