Notas sobre las Brigadas Internacionales en el cine
Notas sobre las Brigadas Internacionales en el cine 
Pepe Gutiérrez-Álvarez

Tal como sucede en tantas otras páginas de la historia socia, el llamado Séptimo Arte ha sido pródigo en los homenajes a los “brigadistas” que hicieron la guerra contra el fascismo en España. Poca gente sabe que una película sueca tan célebre (y tan censurada) en su tiempo como “Soy curiosa” (Vilgot Sjöman, 1967), enfrenta a una muchacha inquieta e inconformista con su padre, que estuvo en España pero que ya se había rendido; factor no menos determinante en “Mirando hacia atrás con ira” (RU, 1958), la famosa adaptación de la obra de John Osborne, inicio de los “jóvenes airados” británico y considerada como la película-manifiesto del “free cinema”, tiene en el centro de su argumento la ira del protagonista (impresionante Burton) que rememora la lucha de su padre, un minero que fue brigadista en España y que acabó muriendo de mala manera en medio de una sociedad burguesa e indiferente…

Los ejemplos son numerosos, y en todos ellos el haber tomado parte de las Brigadas Internacionales representaba una carta de dignidad especial, exceptuando los países del llamado “socialismo real” donde un historial de brigadista hizo que buena parte de ellos fuesen acusados de “trotskistas”, como sucede en “La Confesión” de Costa Gravas, en la que Ives Montad encarna a Arthur London…

Entre nosotros, la memoria de los brigadistas ha sido una de las brechas contra el “pacto del silencio” provocado por el “pánico social” de nuestras clases conservadoras en ceder la más mínima reforma social o democrática provocó una sublevación de militares mercenarios. Lo primero que hicieron los sublevados fue asesinar a todos los militares afectos a la República, lo que obligó a esta a tener que improvisar un ejército de la noche a la mañana. Inmediatamente el mundo se dividió entre los poderosos y la Iglesia de un lado y el mundo obrero y cultural por otro.

A los primeros le apoyaron inmediatamente la Alemania nazi, la Italia de Mussolini, la Portugal de Salazar, en tanto que la República se encontró con la farsa de la no intervención. Es aquí donde entra el juego la hornada de militantes internacionalistas que desde todos los credos igualitarios y desde las más remotas nacionalidades fueron llegando a la España republicana apenas después de la sublevación del 18 de julio de 1936 y el comienzo de la resistencia popular.

El gobierno de la República Española autorizó oficialmente la formación del cuerpo militar de las Brigadas Internacionales el 22 de octubre de 1936, un decreto aparecido en la Gaceta de Madrid del 27 de septiembre de 1937, firmado por el Ministro de la Guerra Indalecio Prieto, establecía el Estatuto Legal de las Brigadas Internacionales sobre la que se ha escrito montañas de libros (*), se han hecho numerosas películas y ha suscitado encuentros, debates, jornadas de todo tipo, nunca suficientes.

Esperemos que este sentido elogio de Pablo ayude a que esta conocimiento se haga todavía más horizontal-

Las Brigadas Internacionales llegaron a agrupar unos 35.000 hombres (pero no más de 15.000 al mismo tiempo) de diversas nacionalidades e ideologías, aunque en su gran mayoría venían movidos por ideologías antifascistas. El enrolamiento por otros motivos también se dio, pero marginalmente. De los voluntarios extranjeros más de la cuarta parte fueron franceses, pero hubo más de 3.000 italianos y más de 5.000 austro-alemanes. Sus soldados (entre los que solamente unos pocos tenían un historial profesional) participaron decisivamente en varias de las principales batallas de la guerra civil: las de la Ciudad Universitaria madrileña del otoño de 1936, Boadilla del Monte, Teruel, el Jarama, Guadalajara, Majadahonda, Brunete, Belchite, y la larguísima batalla del Ebro.

Como un ejemplo más de su complicidad hipócrita, el Comité de Londres para la farsa de la No-Intervención acordó, tras largas negociaciones, llegó el 5 de julio de 1938 a dictaminar la retirada de las fuerzas extranjeras. Evidentemente, de haberse aplicado de veras, sería el bando de Franco el que hubiera sido seriamente afectado y habría perdido más. Los voluntarios internacionalistas constituían una parte pequeñísima (aunque cualitativamente de enorme relieve y valor militar) en el ejército gubernamental republicano, en tanto que el bando sublevado tenía como un componente importantísimo en todos los órdenes los aportes foráneos (legión Cóndor enviada por Hitler; cientos de miles de mercenarios marroquíes; cientos de miles de soldados enviados por Mussolini –simultáneamente unos 50.000–; unos 10.000 soldados enviados por Salazar). Pero era obvio que los sublevados no cumplirían.

A pesar de los “buenos deseos” de la política de “apacigüamiento” (del término inglés: policy of appeasement), que era compartida por Stalin y que era aceptada a regañadientes por la República, sucede que en septiembre de 1938 Hitler amenaza a Checoslovaquia para que le ceda la región de los Sudetes, de mayoría étnica germánica. Francia e Inglaterra acceden, rompiendo los tratados vigentes y sin consultar a Checoslovaquia ni a la URSS: en el contubernio de Munich, los primeros ministros Chamberlain y Daladier, junto con Mussolini y Hitler, rehacen el mapa y lo impone como dictado al gobierno checoslovaco no menos vendido que el español. En este contexto donde tiene lugar el llamado “contubernio de Munich” cuya significación es muy precisa; supone una alianza de Francia, Inglaterra, Italia y Alemania contra Rusia y, desde luego, también contra España. Ante esa hostilidad, y en un postrer esfuerzo para lograr la neutralidad anglo-francesa desligándose de toda vinculación internacional que no fuera de las potencias occidentales, el gobierno de la República Española opta por poner fin a la presencia de las Brigadas Internacionales.

El 28 de octubre de 1938 Barcelona da el adiós del pueblo español a las Brigadas Internacionales, las cuales salen de nuestro suelo por “razones de estado”, una ironía de la que la mayoría obrera que era el alma de la resistencia, era bastante consciente. A los “internacionalistas” no les fue fácil regresar a sus países, o a otros. El reaccionario gobierno francés les prohibió a muchos el cruce de la frontera (a los refugiados antifascistas alemanes, italianos, polacos, húngaros, austríacos, a menos que justificaran un domicilio en Francia). Tres meses después las fuerzas sublevadas asaltan Barcelona. La guerra se prolongaría hasta el 31 de marzo de 1939, pero ahora serán los republicanos españoles lo que darán su sangre “internacionalista” en la resistencia francesa en la convicción de que se trataba de la misma guerra. sin embargo, en 1945, los mismos del policy of appeasement, acabara por olvidar sus promesas y acabaran reconociendo que –para ellos- Franco les ofrecía una garantía que no les ofrecía una República demasiado poblada de anarquistas y comunistas.

(*) Ver, Bibliografía de las Brigadas Internacionales y de la participación de extranjeros a favor de la República (1936-1939) de Fernando Rodríguez de la Torre, ISBN / núm. pág. 84-95394-88-X, 281páginas


Fuente → kaosenlared.net 

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