De un encuentro con Girón de Velasco en el mingitorio
Valentín Martín
Acabo
de volver a Madrid y tengo dos noticias, una mala y una buena. ¿ Por
cuál quieres que empiece? La mala: se me ha olvidado el bastón. Me he
pasado el viaje preguntándole a mi amigo Manolo si Menorca sigue siendo
alemana, y a mi santa diciéndole: a ver si se te ha olvidado esto, a ver
si te ha olvidado aquello, a ver si se ha olvidado lo otro, mira dentro
del sostén a ver si está la bolsa del dinero...Y de pronto se me ha
encendido una luz: ¡ El bastón! Mi amigo Manolo me ha dicho
¿ qué pasa con el bastón? Coño, que no traigo el bastón. ¿ Y eso es
grave? me ha preguntado mi amigo Manolo. Mucho, le he dicho yo, porque
el día 9 tengo que ir a Galileo y a ver cómo hago. Entonces se me ha
ocurrido activar la segunda palanca. Ya está, le he dicho a mi amigo
Manolo, tengo en casa una cayá y asunto resuelto. No te lo crees ni tú,
me ha cortado mi santa a quien yo creía dormida en el asiento trasero
del coche. Tú a Galileo no vas con una cayá, y además a ver si te
enteras de que yo no uso sostén.
La cayá me
ha recordado a Girón de Velasco, al que conocí por una coincidencia. Los
dos entramos a mear de pie en el mismo urinario. El viejo fascista que
casi empieza otra guerra civil, llevaba una cayá como todo el mundo
sabía por la campaña de imagen que le hicieron quienes querían que fuese
él y no Adolfo Suárez el que sucediese a Franco. Lo dicho, otra guerra.
Girón
de Velasco me miró como si yo fuese un flecha y me pidió que le
sujetase la cayá mientras él se aliviaba. ¿ Usted me ha visto a mí cara
de sujetar algo? quise saber yo que añadí: prefiero pasar hambre y sed,
ya ve, mee usted como pueda. Y me fui, por si las moscas.
Así que no sé si a Galileo a ver a Marta de la Aldea y Antonio Toledo iré con una cayá, pero seguro que iré.
La
verdad es que para los adioses y los olvidos siempre he sido muy poco
apañao, muy corto. La otra noche tan llena de intimidades en el jardín
de María Ángeles Pérez López, yo me abrí en canal y confesé mi
zoquetería a la hora de acabar una historia y decir adiós, con lo fácil
que resulta eso de no eres tú, soy yo. Una vez estuve varios días
escondido en un piso de la plaza mayor de Salamanca, adonde los amigos
me llevaban agua y comida, mientras yo veía desde la ventana alta a ella
dando vueltas a la noria de aquellos años 60. Otra vez le eché
criadillas y me enfrenté con un parlamento, pero para afrontar eso y
que diese más asquito que amor no me afeité en tres días ni me lavé la
cabeza en una semana. Contra mi cobardía, tontás así.
Y
la verdad es que la teoría me la sé. A la hora del desamor es cuando
más amor hay que demostrar. Pero en la práctica, me sale el hombre de
pocas palabras y se jodió el Perú como dice Vargas Llosa el que siempre
se enamoraba de la familia y le soltó el hostión a Gabo cuando Gabo
intentó levantarle a una paloma, no sé si era la tía o la sobrina.
Aunque los dos partieron peras no fue por motivos ideológicos sino por
el asunto de faldas con la esposa de Mario por medio.
Creo que se me ha ido el santo al cielo.
¿ Cuál es la noticia buena?
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